El tiempo parece haberse detenido cuando me dejo perder bajo el peso de las mantas. Hecho un ovillo en nuestra cama, mi mente se pierde observando el infinito. El polvo sobre la cómoda brilla a contraluz pero no consigue distraerme de todo lo demás. Todo mi cuerpo parece estar hecho de cemento. Las notificaciones se acumulan en la pantalla de mi móvil, apoyado sobre la almohada de Erwin. Apenas hace una hora que se ha ido a trabajar pero no puedo evitar echarle de menos. La cama parece demasiado grande y el silencio demasiado opresivo cuando no hay nadie en casa.
En la soledad más absoluta, es difícil impedir que mi mente divague entre recuerdos que casi parecen de otro tiempo. El verano que Erwin volvió a cruzarse en mi vida, fue uno de los más asquerosamente calurosos que recuerdo. La humedad era asfixiante cerca del puerto y las altas temperaturas sólo habían conseguido que el olor de la basura acumulándose en las calles fuera casi irrespirable.
Daba igual la hora del día, el puerto siempre era un hervidero de actividad. Los contenedores llegaban de todas partes y se acumulaban cerca de los astilleros. El ruido de las grúas podía llegar a ser ensordecedor y el olor a salitre se mezclaba con el del gasoil. Recostado en una de las sillas, Kenny observaba a Reiss al otro lado del escritorio en la pequeña oficina, sus pies apoyados sobre la madera. Las sirenas de los toros y los gritos de los operarios de la nave se podían oír incluso con la puerta cerrada.
La entrada de un jugador como Reiss había hecho saltar por los aires el delicado equilibrio entre las distintas bandas que controlaban El Arrabal y nadie había conseguido salir indemne. Con su control férreo sobre lo que llegaba en barco hasta el continente, era imposible escapar de sus redes. En poco tiempo, la coca de Reiss estaba en todas partes y Kenny se había visto obligado a agachar la cabeza. De un día para el otro, el rey se había convertido en un mero peón y la pérdida de influencia sobre el barrio dejaba a Kenny en una situación de debilidad frente a sus propios barones, convirtiéndo mi existencia en un riesgo que nadie parecía querer seguir asumiendo. No era la primera vez que se cuestionaba mi papel dentro de la banda. Los rumores de que estaba tarado me habían perseguido desde que era un crío pero Kenny nunca había tenido problema en partirle la boca al primer gilipollas que se atreviera a decir media palabra. Quizá Kenny tendría que haberles escuchado. Las cosas habrían terminado de un modo muy distinto si yo no hubiera estado allí ese día.
Kenny jugueteaba con el palillo entre sus dientes, paseándolo de un lado al otro con la lengua. El fédora de color gris perla le oscurecía el rostro mientras Reiss discutía la parte que le iba a corresponder de cada gramo de cocaína que movieramos en los bajos fondos. Uri también estaba allí, observando en silencio, de pie junto a su hermano. Mi tío intentaba mantener su máscara de impasibilidad pero lo conocía lo suficiente para saber que estaba nervioso.
La conversación parecía estar alargándose una eternidad. Sin nada con lo que distraerme, el tedio estaba empezando a hacer mella en mi paciencia. Mi mente dibujaba distintos escenarios mientras esperaba la orden de Kenny. Mis dedos jugueteaban con la navaja en mi bolsillo e imaginaban la hoja clavándose lo suficiente en la yugular de Reiss para que notara el corte del acero. Rod Reiss estaba tan seguro de su inviolabilidad que ni siquiera se había molestado en tener guardaespaldas con él. Iba a ser divertido ver como se meaba en los pantalones al ser consciente que incluso Uri lo había traicionado.
Kenny reía, no recuerdo ni de qué cuando la puerta de la oficina se abrió con un golpe tan fuerte que hizo temblar el tabique de madera que nos separaba del resto de la nave.
Frieda no tendría que haber estado allí.
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Chains of the past
FanficLevi Ackerman murió en Liberio el año 859. Aún recuerdo cómo me temblaban las manos la primera vez que vi una fotografía de él tras la guerra. El ojo vacío, las dos cicatrices cruzando su rostro y partiéndole el labio. Y la silla. Levi odiaba esa si...