Como dije, no existe una «amnesia afectiva total», no se trata de que te des un golpe en la cabeza y generes un trauma encefálico que te deje sin recuerdos. No se puede «olvidar definitivamente» a quien marcó tu corazón e influyó significativamente en tu vida. La huella queda. Lo que sí puedes hacer, y el duelo bien llevado lo logra, es alcanzar ese punto en el cual eres capaz de recordar sin rencor y sin angustia. Un recuerdo limpio y sin resentimientos, tranquilo, que te genere una sonrisa generosa, un «dolorcito» manejable, amistad
pura o alivio de no seguir allí y haberte librado de la tortura de estar con quien
no debías. Como sea, lo que necesitas es deshacer el nudo emocional, resolverlo
y dejarlo fluir.
¿Por qué te cuesta tanto olvidar? Una de las razones puede ser que en tu
relación te volcaste demasiado en tu pareja y construiste tu existencia vital
alrededor de ella. Es lo que pasa cuando dejamos de tener vida propia por amor.
Una mujer de mediana edad y recién separada afirmaba: «Por estar con él dejé mis amigas, el club, el trabajo, todo... Lo dejé todo por él, y así me lo paga...». Esta afirmación tiene al menos dos errores de concepción.
Veámoslos en detalle:
• ¿Qué necesidad había de «dejarlo todo» por el otro? ¿Por qué era
incompatible tener espacios personalizados y mantener su vínculo afectivoal mismo tiempo? Si fue porque el marido le impidió seguir con sus
actividades normales, estuvo mal emparejada y el error fue continuar con él y aceptar sus condiciones. Si fue porque ella quiso dejarlo todo a un lado
por él, tendrá que asumir las consecuencias de una creencia irracional.
Amar no es suicidarse psicológicamente. Cuando amas no solo se juntan las personas físicas, sino sus mundos emocionales y espirituales. Los amores saludables no se anulan, se suman. Amar es sumar, crecer y nunca
involucionar.
• «Así me lo paga», dice ella. ¿Acaso estaba vendiendo o comprando algo? No es muy lógico pensar que como he perdido mi sistema de referencias
sociales y afectivas por amor al otro, el otro debería por lo tanto amarme en
pago o en compensación. De la premisa no se extrae la conclusión. Amar no es asumir una deuda y que la otra parte te «indemnice». Esa correlación
no deja de ser infantil. Incluso podrías pensar exactamente lo contrario. He
conocido a personas que cuanto más desamor reciben del otro más se
enamoran, y cuanto más amorosa es la pareja, más rápido se «desinflan»
sus sentimientos por ella. Un hombre me decía: «Ella se derrite por mí, es
muy amorosa y complaciente, pero necesito a veces un poco de
indiferencia. Tanta amabilidad y ternura me empalagan. Es bueno que la
mujer que amas te haga sufrir de tanto en tanto. Eso mantiene el amor
vivo». ¿Cómo comprender y acoplarse a semejante razonamiento? No es
fácil aceptar que la persona que amas te diga: «No me ames tanto, vuélvete
apática (o apático) de vez en cuando para que la llama del amor no se
apague».
En esta etapa de búsqueda incesante, anhelarás a tu ex y lo perseguirás por
cielo y tierra tratando de recuperarlo, física o imaginariamente. Te empecinarás en rescatar tu relación como sea. No te entregarás tan fácil a la pérdida y no la
aceptarás bajo ninguna condición. Acariciarás un probable regreso y aparecerán en ti «dotes detectivescas» desconocidas hasta ahora. Tu ex se convertirá en un blanco móvil. Un impulso incontrolable te llevará a querer saber dónde está, qué
está haciendo y, lo más importante, con quién.
Un fuerte sentido de posesión te conducirá a intentar recuperar lo que crees que te pertenece por derecho propio: su persona, su espíritu y su amor. No obstante, pese a tus cavilaciones y pronósticos, los hechos no avalan tal posesión. Siento decirte que no te pertenece y nunca te perteneció. Tu ex no es
un objeto que adquiriste en alguna feria de esclavos. En el amor saludable nadie es de nadie, así que todos son libres de irse cuando lo consideren oportuno.
Pueden hacerlo de manera correcta, siendo sinceros y tratando de causar el
menor daño posible, o mintiendo y que no les importe para nada el bienestar de quien fue su pareja. Pero independientemente de la «forma de terminar», repito, tu ex no es tuyo ni tuya, ni lo fue ni lo será. Así que ojalá deseches la tendencia que te mantiene en un optimismo fuera de foco (el sueño de una recuperación
imposible) y te sirve de motor de búsqueda (persistir e insistir más allá de lo razonable).
Cosas que no debes hacer para «recuperar» a tu expareja, si quieres mantener la cordura y no alimentar una esperanza inútil
CONSEGUIR INFORMACIÓN DE TU EX APELANDO A LOS AMIGOS COMUNES O A PARIENTES
Repites el error una y otra vez: te pegas a cualquier cosa que lo retenga. Pese a la evidencia en contra, aún crees que tu ex sigue atado o atada a ti. Los recuerdos te conmocionan e inquietan. «Aún está vivo en mí», me decía una mujer. La confronté con la siguiente pregunta: «¿Y qué alimenta esa vida además de tus pensamientos y el deseo que aún profesas por él?». Y me respondió: «Lo que ocurre a su alrededor. Intento saber minuto a minuto lo que hace, dónde va, con
quién se ve y hasta qué piensa. Sus mejores amigos son también amigos míos, entonces aprovecho y ellos me cuentan». Amor con espionaje incluido. Esos amigos comunes, quizá con buenas intenciones, la mantenían informada y no dejaban que su herida cicatrizara. Ella, mientras tanto, como una computadora de última generación, procesaba todo tipo de información y chismes sobre el
hombre que aún amaba (Facebook incluido). Un duelo llevado así puede durar una eternidad porque el otro siempre estará presente y activo en la mente.
¿Podrías superar sanamente una pérdida si, como hicieron algunos reyes a través de la historia, sentaras diariamente a tu mesa el cadáver embalsamado de la
persona fallecida?
Haz tuyo el siguiente principio y tenlo presente, como si fuera una cuestión
de vida o muerte: si quieres olvidarte de tu ex, trata en lo posible de no saber
nada, absolutamente nada, de él o ella. Entiérralo simbólicamente. Muérdete la
legua, tápate los oídos, vete al desierto o haz alguna peregrinación a Tierra
Santa, pero no preguntes ni te sigas relacionando con los mejores amigos o
amigas de tu ex. Y si debes seguir viéndolos, pídeles que no te cuenten nada sobre él o ella. No alimentes un fantasma que te destruirá luego. Conclusión: cero información. En un mundo en el que privilegiamos estar actualizados, yo te pido que hagas uso de la más cruda desinformación respecto a la persona que fue
tu pareja. Cuando le pregunto a un paciente: «¿Qué sabes de tu ex?», y me
responde: «No tengo la menor idea», no puedo hacer más que felicitarlo.
¡Ignorancia amorosa, bendita seas!
Dos recomendaciones:
1. El duelo debes elaborarlo respecto a todo lo que rodea a la persona que aún
amas. Un paciente separado hacía unos meses seguía viendo con frecuencia
al que había sido su suegro, porque lo quería y, además, lo consideraba una
buena persona. Lo llamaba, salía a tomar un café con él y jugaban al
ajedrez. Pero esos encuentros también escondían una doble intención: saber
de su exmujer, que por otro lado tenía una vida social intensa y repleta de
amigos. Cada vez que estaba con el señor se activaba el amor por ella.
«¿Qué hago?», me dijo un día al borde de la desesperación. Le respondí que
por ahora no viera al suegro y se buscara amigos lo más lejanos posibles a su ex. Insisto: una buena separación donde hubo un mal vínculo incluye
alejarse de todo lo que rodea a tu expareja, familia incluida si fuera
necesario. Los hijos son el único lazo permitido siempre y, además,
obligatorio.
2. Otra cuestión que debes tener en cuenta es que no puedes dejar una droga probándola de vez en cuando: debes dejarla definitivamente y no consumir nada. Así te cueste, así te retuerzas y así la abstinencia te quite el aliento.
No hay analgésicos ni medias tintas para esto. Intenta una nueva actitud:
¿no será que eres más valiente de lo que crees? Lee el siguiente texto con
atención:
Se fue, de él o de ella solo queda el recuerdo que tú alimentas como una
forma de seguir estando allí. En ti está la solución: aprender a perder y
dejarlo o dejarla ir. ¿De qué te sirve alimentar esa memoria específica?
Un hombre me decía: «Mientras piense en ella y la recuerde, sé que
estará presente en mi vida». La premisa es terrible: si no la puedo tener en
forma real, la tendré en mi fantasía, la mantendré viva de manera virtual.
Una especie de holograma mental, cuando lo que se pretende es
exactamente lo contrario. El proceso liberador de un duelo es
diametralmente opuesto: es enterrar emocionalmente al que se ha ido en vez
de dejarlo en «suspensión animada» o crear un santuario metafísico en su
nombre.
PERSEGUIRLO O PERSEGUIRLA
No solo se ve en las películas policiales. La desesperación por ver al otro empuja a las personas a hacer cosas que nunca creyeron que fueran capaces de hacer.
Una paciente decidió seguir a su ex para saber si el hombre se veía con alguien, y para hacerlo consiguió una peluca, ropa prestada y el automóvil de un primo.
Lo siguió hasta un bar y se sentó a unas cuantas mesas de donde él estaba. Al
poco rato, sus predicciones se confirmaron y magnificaron. ¡Llegó nada más y nada menos que su mejor amiga y lo besó apasionadamente en la boca! La sorpresa de mi paciente fue tal que se paró y tumbó una taza de café y un vaso de agua. Debido al ruido, el ex y su acompañante se volvieron y la vieron allí de pie, inmovilizada, mirándolos fijamente. Él creyó reconocerla, y le preguntó:
«Melisa, ¿eres tú?». Ella lo único que pudo hacer fue salir corriendo y llevarse por delante todo lo que había a su paso, mientras pensaba: «¡Trágame, tierra!».
Algunas semanas después, en una consulta, me dijo: «No sé qué es peor,
descubrir que me cambió por mi mejor amiga o el ridículo que hice aquel día en el bar. Me avergüenza la sola idea de volver a verlo». Pese a tener que elaborar un doble duelo, por la amiga y por el novio, la vergüenza ayudó a que no volviera a buscarlo y poco a poco fue aceptando la idea de un adiós definitivo.
Jugar a los detectives no es tarea fácil.
Cuando las cosas escapan a tu control debes dejar que sigan su curso, sin
interponerte, solo tienes que observar. Perseguir un imposible es una conducta
irracional, de ahí que sentir desesperanza, en el sentido de no «esperar nada» o «aceptar lo peor», a veces sea saludable. Cuando persigues a tu expareja, ¿qué
buscas? ¿Explicaciones? ¿Algo que justifique su alejamiento? O quizá guardes el deseo oculto de que todo se deba a un problema solucionable y pasajero.
Algunos ejemplos de «falsas ilusiones» o excusas para justificar el alejamiento
afectivo de la pareja pueden ser: «Cayó en la droga», «Es víctima de una
extorsión», «Le descubrieron una enfermedad incurable», «Es agente de la CIA», «Anda mal de la cabeza» y cosas por el estilo. La idea es salvar el amor del ex a cualquier precio: «No es que no me quiera, sino que existe un factor externo que explica el aparente desamor, pero en el fondo sigue amándome».
Una mujer de mediana edad negaba el desamor del otro afirmando: «No quiere amarme».
Cuando persigues a tu ex la mente se debate entre dos expectativas:
descubrir qué ocurre y que aquello que esté pasando no sea grave. Por lo general,
no descubres ninguna de las dos cosas.
CONSULTAR A BRUJOS Y ADIVINOS
Muchas personas funcionan así: cuando la realidad escapa de sus manos, corren a buscar soluciones en el más allá. Entonces apelan a fuerzas oscuras o desconocidas que hagan por ellas lo que no son capaces de hacer por sí mismas.
Fantasías, ensoñaciones y quimeras de todo tipo acompañan las estrategias
«sobrenaturales»: comprar velas de colores, mandar hacer pócimas, invocar a los espíritus o ubicar el lecho nupcial de acuerdo a un determinado campo
magnético. El pensamiento mágico no tiene fin y es mucho más punzante
cuando trabaja al servicio de un amor que no es correspondido.
Si sientes que te ha invadido la irracionalidad, reposa la mente y trata de no meterte en el sórdido mundo de brujas y adivinos. Ellos no podrán torcer los sentimientos de quien era tu pareja. Una paciente me decía: «He ido a ver a los brujos porque supe que mi esposo tiene a otra y quiere dejarme. Por lo que sé, la familia de esa mujer es muy esotérica y anda metida en cuestiones de magia, no sé si negra o blanca, pero parece que maneja fuerzas extrañas... Yo no puedo hacerle frente a esto sin la ayuda de alguien que tenga poderes especiales».
Su meta era, nada más y nada menos, que rescatar al marido de las garras de una peligrosa hechicera. ¡Vaya motivo de consulta! Le pregunté por qué había
acudido a mí, un simple mortal, y me dijo: «Usted me arregla la mente y ellos se encargan de combatir las energías negativas». A las pocas citas me di cuenta de sus motivaciones reales: mi paciente había creado un esquema de fábulas y figuraciones para sufrir menos y escapar al cruel desamor de su esposo, a quien defendía a capa y espada, ya que lo consideraba víctima de un maleficio. Un día,
tratando de confrontar sus pensamientos mágicos, le dije con especial cuidado:
«¿Nunca ha pensado que quizá su marido y la que es su amante están juntos por obra y gracia de sus voluntades y predilecciones, y no por algo sobrenatural, oscuro o maligno? Eros lanza la flecha, pero la gente también pone de su parte.
Yo creo que el amor y el desamor ocurren naturalmente, sin conjuros ni
evocaciones extrañas provenientes de algún inframundo desconocido. Es mejor mirar las cosas como son, así duelan». Me miró aterrada y señalándome con el
dedo, me dijo a gritos: «¡Incrédulo, incrédulo! ¡Un psicólogo debe tener la mente abierta! ¡Me equivoqué con usted! ¡Me equivoqué!». Y se fue dando un portazo.
En mi experiencia, las personas que entran en el juego de buscar explicaciones fantásticas se alimentan del autoengaño para mantener la fe de que volverán a rescatar a su pareja. El resultado es que pueden seguir allí por años.
No necesitas de dioses misteriosos y seres extraños para hacerle frente al
duelo afectivo; y si llegaran a existir, con seguridad estarán ocupados en cosas más importantes que tu enredo de pareja. Depende de ti y solo de ti salir adelante. No busques justificaciones extraterrenales; es más racional pensar que
ya no te quieren porque el amor tomó otra ruta o declinó con el tiempo y el mal uso. Asúmelo sin recurrir a sortilegios estrafalarios. Si crees en Dios, reza, pero recuerda lo que dice el refrán: «A Dios rogando y con el mazo dando». Como dije antes, la fe en Dios te estimula y te da herramientas, pero eres tú quien toma la decisión final. En definitiva, todo está en tus manos.
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ya te dije adios, ahora como te olvido
Genç KurguUNA GUIA PARA SACARSE AL EX DE LA CABEZA Y DEL CORAZÓN