Capítulo 11.

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Nelson, no te soporto...

Sinceramente, sólo tenía aproximadamente un mes y medio en Venezuela, y aún así, parecía una eternidad. Las horas, los días y semanas pasaban muy lento.

El colegio había estado muy bien, la verdad, eso no es un problema para mí, nunca he tenido una dificultad con ninguna materia.

En cuanto a amigos, sólo me la  llevaba con Verónica y Juan; y eran pocas las veces que los amigos de mi primo intentaban socializar conmigo, pero yo soy ese tipo de persona que le cuesta integrarse a un grupo, así que por más que ellos seguían de amables, bromeaban conmigo, sólo intentaba ser lo más paciente posible para que mi vida social saliera a flote.

Tengo que admitir que extrañaba Colorado y a mis papás, a mis amigas y todo lo que tenía allá. Pero trataba de acostumbrarme a esas pequeñas vacaciones ahí.

Un mensaje de Juan llegó a mi celular:
- ¿Salimos a caminar
a la playa?

-No puedo hoy:(((

Dejé el celular junto a mi pierna, y escuché pisadas de alguien.

—¿Vienes o te quedas? —Me preguntó Gabo.

—¿A dónde? —Lo miré frunciendo el ceño.

Este tenía rato en el apartamento esperando a mi primo y a Nelson, así que tuve la suposición de que saldrían.

—Vamos al cine, es una salida grupal —Se acomodó la gorra —¿Nelson no te dijo? Porque él planeó todo.

Nelson planeó todo...

Es obvio que no me invitaría.
Llevaba varios días raro conmigo, y es peor que al principio, casi ni me miraba, como si no existiese.

Estaba por pensar que la bipolaridad era una enfermedad de nacimiento. Cero chiste.

—No me comentó nada.

—Que rata —Rió —, y eso que te ve todos los días a cada segundo. Pero no importa, gringa, yo te llevo.

—No, gracias —Reí —. A mí no me gusta eso de colarme a lugares donde no soy bienvenida.

—Vente de arrocera y ya, ¿Quién dijo miedo?

¿Arrocera?

—Si no me invitó, fue por algo.

—Es porque tú le caes mal, pero equis, tú lo insultas en inglés y no te va a parar bola —Me señaló con su dedo índice, mientras sonreía.

Y le caigo mal, de paso.

—No voy.

Las voces de mi primo y Nelson se escucharon, cuando estaban apareciendo en la sala.

—Ya Víctor está abajo —Emitió Alejo, tomando la llave.

Me crucé de brazos, mirando al piso e ignorando a esos niños. Pero por un momento la subí un poco cuando sentí que alguien me observaba.

Nelson.

—Vamos al cine. Vístete bien —Me dijo —. Rápido.

Me quedé perpleja, primero porque jamás esperé que me lo dijera, y segundo porque me estaba invitando a último momento. Y ni mencionaré su insulto a mi vestimenta.

—¿Qué? ¿A dónde?

—Vamos al cine.

—Vamos, prima —Ale se acercó, sonriendo —, vamos a ver una película que se va a estrenar hoy.

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