Capítulo 12.

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El atentado.

Aún seguíamos en el negocio. La tensión era horrible con las preguntas que Gabo había hecho. Yo estaba pálida. No sabía que decir o hacer.
La mirada de todos era muy intimidante. ¿Por qué me pasaba eso? ¿Por qué la joda se volvía tan intimidante con Nelson? La pregunta aún seguía en el aire. Todos esperando mi respuesta.

>> ¿Te gusta Nelson? <<

No podía responder. Tenía pánico.

—Después dice que no es muda.

Todos soltaron una carcajada. Y nuevamente Alejo y Nelson estaban mirándome esperando una respuesta.

—No. No me gusta Nelson —Por fin respondí.

—¿Segura? —Gabo insistió.

Pero, ¿Quién le daba por mí una patada? Si era entrometido.

Sigue siendo así, Dios mío:))

—Lógico. ¿Acaso crees que una chica como yo sé fijaría en —Voltee a verlo, de arriba abajo con cara de asco —éste bueno para nada? Jamás —Rodé mis ojos y le quité mi jugo de su mano.

Lo peor es que en realidad me estaba muriendo por besarlo.

Nelson sólo se rió fuerte y me volvió a quitar el jugo bruscamente.

—¿Eres enfermo? —Me levanté de mi silla, frustrada, y le arrebaté el vaso, otra vez —¿Tienes comezón?

—¿Come... qué? —Gabo arrugó sus cejas.

—Comezón, es picazón —Explicó Víctor.

—Ahhh, ya, ya —Asintió —. ¡Coño, Gringa! Pero habla bien, como es.

Nelson otra vez intentó quitarme el jugo, pero ésta vez lo que ocasionó fue derramar todo el líquido en mi pantalón.

Lo quería matar.

Él abrió sus ojos en par en par, tratando de no reír. Los demás hicieron cara de desagrado. Yo cerré mis ojos, suspiré y lo miré fijamente.

—Ay, Nelson —Solté con una voz tranquila, pero endemoniada.

—Y comenzamos con el gallinero... —Emitió Gabo.

—¡Papi, corre! —Víctor le dijo.

Sí, tenía que correr.

—¿Para qué? Yo no le tengo miedo a esta niñita.

Niñita.

¿Cuándo iba a dejar de decirme así? Me obstinaba.

—Uno —Contó, Víctor. Se metió un Dorito a la boca tranquilamente.

—Dos —Continuó Nico, mientras reía.

Mi primo se cruzó de brazos y suspiró .

—Tres...

—¿Crees que me voy a quedar tranquila? —le dije, toda enfadada. Tomando el jugo que quedaba en la mesa.

—Epa, eso es mío —escuché a Gabo.

Empecé a dar pasos lentos hacia adelante, donde estaba Nelson. Y él hacia atrás, colocando sus manos frente a mí para que yo no siguiera.

—Ya, perfectica.

—Busca algo que hacer, vete a fastidiar a otro lugar —Aparté la silla a un lado porque me molestaba el paso.

Él se tapó con Gabo, rápido.

—¡Ay! pensé que le ibas a pegar la silla, mujer —Víctor rió.

Agarré el vaso y se lo pasé al rubio, sin quitar la mirada de Nelson.

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