Capítulo 3.

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La gringuita esa...

Ya me había resignado. Después de tanto rogarle a mi papá siempre se negaba... Así que traté de olvidar esa loca idea de volver a ver a mi tío y a mi primo y regresar a Venezuela.

—¿Me pasas los panes? —Preguntó mi papá un poco sonriente.

Estábamos los tres cenando en la mesa, ellos dos lucían muy felices, en cambio yo estaba más amargada de lo usual.

Le pasé el bolt sin decir una sola palabra.

—Es hora de que le digas, Gerardo —Pronunció mi mamá mientras llevaba el vaso de jugo a su boca.

—¿Qué? —Hablé después de estar casi media hora en silencio.

—¿Tú hablas? —Rió sarcásticamente —Tenías tanto rato callada que por un momento pensé que eras muda.

Rodé los ojos.

Sé que mis papás querían darme otra cosa a cambio de que mi idea de: "Volver a Venezuela" se alejara de mi mente.

—¿Ya terminaste de hacer el informe de Química? —Preguntó mi mamá mirándome.

Asentí y seguí cenando.

—Andri Shely, ¿ya cambiaste de opinión?

—Ya les dije, no voy a cambiar de opinión.

Me levanté de la mesa; el apetito se me había me quitado.

—Calma pues, ya —Rió mi mamá viendo al otro que también estaba así —. Habla y dile de una vez.

—¿De qué hablan? ¿Qué me van a decir?

Los miré.

Mi papa tomó aire y no quitó su mirada de mí.

—Hija, sé cuanto anhelas ir a Venezuela y ver a tu tío y a Alejandro... No hay nadie más que nosotros, los que saben cuanto darías y harías por ir aunque sea una vez... Pero nosotros no podemos volver hija mía.

Rodé los ojos

—Si, si, si, ya sé. Su trabajo.

—Aún así nos sentimos muy mal porque nos damos cuenta que para tí la familia te importa muchísimo —Sonrió mami, tomando el vaso de jugo —. Estamos totalmente orgullosos de lo madura que eres.

—Así que decidimos que...

—Aquí está tu regalo de 15 años.

Y en ese instante, toda mi tristeza iba a cambiar.

Mi papá me entregaba en mis manos un sobre amarillo, lo abrí de inmediato.

—¡No puedo creerlo! —Expresé con una sonrisa al ver lo que contenía — Es el boleto a Venezuela, Dios.

Los abracé a ambos, con una sonrisa que sé que no me cabía en el rostro.

—¡Gracias, gracias, gracias! Pero esperen, ¿por qué uno? ¿y ustedes? —Me separé y su sonrisa se desvaneció.

—Hija, es que nosotros no podemos volver a Venezuela, nuestro trabajo está aquí. Todo está aquí —Respondió mi papá, un poco aflijido.

—Nos salió otra propuesta en Miami, y la vamos a aceptar —Dijo mi mamá caminando hacia la mesa, mientras recogió la vajilla. Hizo una mueca —. Son oportunidades que no aparecen todos los días, mi amor.

—Entiendo, pero... ¿Eso significa que luego de volver de Venezuela, nos vamos a Miami?

Se miraron las caras y yo seguí esperando.

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