03; hombres y ángeles

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un amor genuino



                    𝓐 veces el alma no puede más y tiene que sostenerse entre el seguir y el deseo tedioso de echarse sobre la tierra a marchitarse igual que un lirio. Quizás ir al fondo de los armarios como las polillas y sepultarse entre las maderas y el polvo. Resumía su deseo puntual en el querer dormir, cerrar los ojos y aniquilar sus problemas. Llevaba una mueca de cansancio en el rostro cuando su día miserablemente lento estaba terminando. Su particularidad causó más efectos secundarios de los que le hubiese gustado; sentía un punzante dolor en la cabeza que latía con fervor y ello no solo causó que su humor bajara, sino que la llevó a la conclusión de que no mejoró nada durante el último mes de entrenamiento.

Arrastró su cuerpo hacia los dormitorios. Divagaba en sus pensamientos y, otras veces, simplemente se quedaba en blanco. Pero, ¿quién controlaba su cuerpo? Un silencio sepulcral acobijaba su pesadumbre. Bakugo le había dicho horas atrás que esperara por él en la cocina y ella, roja de una ira no intencional, le dijo que quería estar sola por un rato, aunque lo busca con la mirada. Sus ojos antiguamente furiosos recorren los pasillos, las puertas cerradas con llave y, finalmente, una curiosa hila de sillones forrados ocupados por un individuo peculiar.

Pensarlo es tan sencillo como respirar: es él. Sentado con un cojín encima de las piernas, demuestra una relajación envidiable. Al no bajar las cejas ni fruncir los labios, Bakugo es la calma personificada. Una dulce manifestación de que el mundo es apacible incluso en medio de las inclemencias.

Las posibilidades de estar solos que encuentran en los días de semana son nulas; al haberlas —el sentimiento es semejante a hundir los dedos en la tierra y encontrar un tesoro— Thyra sólo quiere posar sus hombros muy cerca de los suyos, y hablarse en susurros de lo que sea. Ambos suelen evitar ahondar en temas sentimentales, sin embargo, es inevitable que el amor se arrastre hacia su boca convirtiendo su capricho de exteriorizarse en palabras.

—¿Te quedarás ahí parada viéndome sin decir nada? —pregunta alzando la mirada. Conectan los ojos en un breve segundo. Una lámpara le alumbra el rostro. Bakugo, con ese remerón gris y un holgado pantalón negro, intuye una ligera incomodidad en ella. Tiene los hombros encorvados, los pies chuecos y los labios en línea recta—. Anda, ven aquí.

De decirle algo, le temblaría la garganta. Ahí en frente hay un ángel vestido de un ser humano. Hay rasguños en sus mejillas que arden, por no querer culpar el notorio rubor resultante de su vergüenza. Él la vio entrenando hasta que presenció tres desmayos seguidos y su cuerpo pidió a gritos que parara. La tarde espléndida contrastaba con esa lucha agria que tenía consigo misma y él, obligándose a no interferir para respetar su esfuerzo, se sintió mal consigo mismo al ver cómo su profesor se la llevaba en brazos a la enfermería. Verla en ese estado hundió su pecho sin dejar una herida expuesta a la mirada del mundo. El sufrimiento era más molesto que un raspón, y se instalaba justo entre su pecho y el alma. Pero ella estaba segura, se repitió. Aun así, ¿por qué no conseguía desligarse de esa gran molestia?

Abre sus brazos cuando un pequeño sitio a su lado se hunde. Es testigo de cómo su cuerpo se encoge de la inseguridad. Thyra se mueve demasiado lento, y él pasa su brazo izquierdo por sus hombros insistiendo en atraerla hacia el centro de su pecho. Jamás hubiese pensado en dar palabras reconfortantes, pero en ese instante recordó lo que dijo Kirishima en broma durante el receso y su nariz cosquilleó al comprender que estaba dándole la razón. «Bakugo ahora es un blandito».

—¿Qué ocurre, tonta? —pregunta. Thyra quiere evitar ahondar en su herida. Su paso era bueno, la gente la elogiaba; siempre supo que los retrasos eran parte del proceso. Y mierda, cómo duele, piensa. La nariz congestionada es indicio de su llanto. De por sí, sus ojos siguen manteniéndose igual de rojos a cuando botó sus primeras lágrimas. Bakugo vuelve a dar en el blanco con su suposición; pasa el brazo libre por su cintura.

Thyra se arrima más contra su cuerpo y abre sus dos manos en su pecho. Bakugo la abraza hasta que en su interior comienza a haber calidez y esa molesta sensación en su pecho se disuelve poco a poco. 

—Ha sido una mierda —murmura tras una cantidad indefinida de minutos. Thyra, de mal humor, comienza a explicarle todo su pesar. Ese que surgió desde que se pronunciaron las palabras: "Hoy veremos cuánto han evolucionado".

Bakugo resopla. Se pierden otros cinco segundos de espera entre sus cuerpos apiñados, y en sus brazos siente el dulce olor que desprende con naturalidad.

—No siempre vas a mejorar —musita—. Has venido muy deprisa, idiota. Tu cuerpo pide un descanso y tú, por caprichosa, no se lo quieres dar. Todo es parte del proceso.

—Lo sé, pero...

—No hay excusas —Cierta presión en el hueso de su mandíbula la obliga a levantar la cabeza, en donde la reciben un par de ojos curiosos. Los dedos de Thyra se cierran y se abren con lentitud, acariciándole el pecho por encima de la camiseta.

Bakugo afloja la tensión de su cuerpo hasta dejar caer su frente sobre la de ella y roza su nariz con la suya. Aprovechan la oportunidad para mirarse. Esos labios resplandecen igual que una ciudad y, sobre ellos, una magnífica noche estrellada pintada de rojo parpadea. Sin decir nada decide besarla con suavidad, dándose el lujo de saborear sus labios. Las manos de Bakugo, ásperas y grandes, quieren excavar la piel en sus caderas. A pesar de su actitud popular por ser impulsiva de naturaleza, hay un muchacho con una inconmensurable dulzura oculta.

Thyra, colgada de su cuello, intenta profundizar ese beso. Él sonríe entre medio. En su pecho habita tanto amor que el aire debe hacer fila de espera con tal de entrar a sus pulmones. Por el momento no es necesario que él diga algo, o que lo haga ella. Por favor, no digas nada, piensan los dos. Comparten un único pensamiento: «Sólo bésame hasta que mis labios se entumezcan. Que el silencio y las caricias, después, nos lo digan todo». 




𝐍𝐎𝐓𝐀 𝐃𝐄 𝐀𝐔𝐓𝐎𝐑𝐀


Actualización porque parte de mi felicidad volvió con el regreso de Bakugo. 

Espero que estén todos bien. Por mi parte estoy enferma y tuve que faltar a clases, pero es buen momento de darme un descanso y sentarme a escribir, que lo necesitaba. 

Gracias por leer. <3 

𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 𝐒𝐇𝐀𝐏𝐄𝐃 𝐁𝐄𝐃 | 𝗸𝗮𝘁𝘀𝘂𝗸𝗶 𝗯𝗮𝗸𝘂𝗴𝗼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora