❝la lluvia y sus recuerdos❞𝓣hyra se encogió debajo del saco observando de forma extraña los nubarrones; los estridentes colores anaranjados se ahogaron una vez llegaron las nubes y, con ello, la extinción del sol. Pero esa atmósfera colorinche no es motivo de anhelo si con su desaparición llegan los chubascos. Salvo uno, pensó. Se sacude con pereza, pero suficiente para que el roce entre las telas y su piel capte la atención del oído de Bakugo. Frunce el ceño con impaciencia. Al otro lado del cristal se advierte la academia deshabitada. Todos fueron a sus casas, menos ellos. Bakugo repitió cuantas veces pudo que detestaba la lluvia y llegar a casa oliendo a "húmedo".
Thyra lo pensó mejor. ¿Dónde fue lo ardiente del cielo? Ah, claro... ¡Estaba a su lado! El ocaso se escondió detrás de las pestañas del muchacho cuyo odio caía de sopetón en lo que a ella le ocasionaba una gran sonrisa. Es decir, los Raiden eran amigos de las tormentas y los truenos. Pero él, por el contrario, estuvo varios minutos mordiéndose el labio de mal humor. Seguramente estuvo intentando hacer una lista de las cosas productivas que podría haber estado haciendo si no fuese por la tan maldita y jodida lluvia que en las noticias nadie pronosticó.
—¿No es más fácil pedirles una sombrilla a los profesores? O buscar por nuestra cuenta; deberían quedar unas cuántas en el depósito. Además, creo que papá puede venir a recogernos si lo llamo. Ah, puede que haya salido del trabajo, pero no me mandó ningún mensaje. Qué raro... —inquirió a media voz. Bakugo la mira de una forma poco discreta. Luego, se mira el pantalón medio subido en las pantorrillas y su camisa incómodamente arrugada y pegoteada a sus brazos. El sudor casual que despide su cuerpo desapareció por completo y todo lo que siente es un frío de muertos.
—¿E interrumpir la reunión de los profesores? No es de las cosas más inteligentes que has dicho, Thyra —le responde desabridamente.
A pesar de captar su notable caída de ánimo, sonríe. El humor de Bakugo es incontenible igual que un río, salvo cuando ella muestra los dientes y relaja la postura de su cuerpo. A veces la ve siendo tan... ella, que quiere reír. Thyra tiene esa clase de belleza que lo desarma. Arrastra ese viento repleto de perfume, ese gesto de bondad inconmensurable y la fortaleza de querer proteger a quien le pose la confianza en las manos. Juró ser capaz de vencer todo lo que tenga en frente, pero ante la posibilidad de algún día perderla siente que el simple pensamiento tritura cada centímetro de sus huesos.
—Haré de cuenta que no escuché eso —replica al canto. Bakugo afloja el nudo de sus brazos. La lluvia es ligera. Odia la sensación de humedad intensa en el aire, pero el sonido es tan acallado que rescata parte de su disfrute. Gotas pequeñísimas salpican los techos, los ladrillos rojizos que dejaron los constructores y en el suelo una sábana de hojas viste el asfalto. Thyra lo saca de sus pensamientos—: El problema es que enlazas a la pobre lluvia con malos recuerdos.
La boca de él se abre queriendo lanzar una queja, pero las palabras de su novia le quitan el aire. Tiempo atrás hubiese exclamado que dijo algo estúpidamente equivocado. Ahora...
—¿Ah? —musita—. ¿Eres psicóloga? ¿O qué? La lluvia no me permite usar bien mi...
—Ya lo sé —dice con cansancio. Hace una pausa reflexiva, sin embargo, antes de que él comience a decir algo más, decide seguir hablando—: ¿Y si un villano ataca la ciudad mientras llueve? ¿Y si eres el único ahí en esos momentos? ¿Fallarás a tu ideal? ¿Dejarías que toda esa gente...?
—¡Mierda, no! —exclama, señalándola con el dedo índice—. Hay excepciones, Thyra. En esos casos sé que no hay más opción que intervenir. ¿Quién crees que soy?
—Pues tendrás que empezar a familiarizarte con los días lluviosos.
Él no le contesta. Ella lo hace sin pensar. Bakugo suele conservar las manos en los bolsillos cuando no están hechas un nudo sobre el pecho; lo toma de la mano izquierda, arrastrándolo, hasta que, de pronto, el techo ya no los cubre más. Él es el primero en lanzar un quejido, pero y para su sorpresa, no corre a la galería para no mojarse. Quizá lo supo desde que vieron aquella película semanas atrás en la habitación de Mina. A lo mejor lo supo en ese momento en el que los ojos de ella brillaban mirando la escena "repulsivamente" romántica que tomó de escenario un día lluvioso.
A lo mejor y, quizá, quedarse a esperar a que la lluvia termine fue solo una excusa que, en el fondo, intentó ocultar un deseo muy genuino.
Fue tal su estado de alteración que no fue capaz de acercársele durante los primeros segundos. Pero ella agarra sus mejillas besando sus labios con una suavidad alucinante. Se queda un rato paralizado, intentando volver a tomar control de su propio cuerpo. Cuando ella se separa, con violencia obliga a sus pulmones a tragar aire a grandes bocados para volver a besarla con la misma intensidad de antes. La toma de la cintura hundiendo los dedos en sus huesos, sintiendo su presencia en todos lados. Y lo comprende. Thyra es como la lluvia, y en ella habita la tranquilidad y los fuertes truenos.
Las luces en la lejanía parpadean en medio de la neblina. Siente escalofríos cuando su cuerpo se encorva y la abraza con fuerza. Por ahí decían que algunos necesitaban un sol que los disuelva, pero él necesitaba una lluvia que calme su fuego y no lo extinga. Thyra supo la manera de crear un nuevo recuerdo que sepultaría todo lo demás, y Bakugo estaba dispuesto a dejar que ella entrara en su pecho, así como alguien abre las ventanas en un día lluvioso e invita a que las gotas mojen el parqué. Todos esos detalles eran, para ella, lo que a él lo hacían su persona favorita en todo el mundo.
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𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 𝐒𝐇𝐀𝐏𝐄𝐃 𝐁𝐄𝐃 | 𝗸𝗮𝘁𝘀𝘂𝗸𝗶 𝗯𝗮𝗸𝘂𝗴𝗼
Fanfiction𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 𝐒𝐇𝐀𝐏𝐄𝐃 𝐁𝐄𝐃 | Un olor, dulce olor del amor, fugaz y eterno. Una canción. Un hombre que se acerca y que sonríe. Apenas un puñado de gestos, unas pocas palabras arañadas sobre un muro, y la llovizna, la miseria, el polvo. ;Piedad B...