❝pimienta blanca❞𝓓etrás de las mesadas Thyra pudo ver a Bakugo alcanzando el paquete de galletas. Una vez pudo agarrarlo, lo abrió con rapidez, botando el contenido en dos platos pequeños. Mientras parecía estar concentrado en no dejar caer alguna migaja, Thyra se ocupó de que el huevo revuelto no se quedase pegado a la sartén. Había silencio entre ellos, pero era uno cómodo. El plan favorito de ambos era cocinar sus comidas preferidas y charlar cuando lo creían necesario.
—¿Ya terminas con eso? —preguntó distraídamente. Limpió sus manos con una servilleta de papel y la arrojó al cesto. Le hablaba un Katsuki cotidiano, librado de su uniforme deportivo y con una armonía inusual. Examinaba su rostro desde la punta de la cocina, hasta que Thyra sonrió.
—Ya está listo —pronunció—. La sal la pondrás tú, que a mí no me gusta con mucha. Oh, y la pimienta también.
—¡¿No le has puesto pimienta?! —exclamó, dejando las galletas de arroz a un lado y tomando el papel de un muchacho al que le lanzaron una ofensa. En un primer instante no se atrevía a reír, pero sí le miraba con las cejas alzadas. Entonces vio el color carmín en la punta de sus pómulos, y la pequeña arruga en una de sus comisuras.
—Por hoy no. No tengo ganas de comer cosas picantes.
—Te sabrá a mierda —intuyó.
Thyra echó a reír.
—La comida sin picante sabe igual de bien, ¿sabes?
—Lo dudo.
A las seis de la tarde, debajo de un día de ceniza, la comida estuvo lista para ser preparada. Bakugo agarró el bol en donde Thyra volcó los cuatro huevos revueltos y separó el contenido en dos partes para poder condimentar la suya sin sentir culpa. Pasó inadvertido por su costado hasta llegar a los sillones de la sala. Ahí dejó el móvil sobre la mesa junto con la bandeja antes de lanzarse al sillón. Pasado un minuto, sintió los pasos de ella hacerse más fuertes hasta que su cuerpo se hizo presente. Repitió las mismas acciones y, luego, se sentó pegando su hombro al suyo.
Disimuladamente, estiró el brazo hasta rozar su cadera.
—¿Qué película veremos? —cuestionó. Miraba la televisión encendida, que reproducía un viejo film en blanco y negro. Los fines de semana eran tranquilos. Afuera corría el viento con una intensidad desastrosa, y la lluvia empapaba centímetro por centímetro toda la ciudad de Musutafu.
—Elige tú por hoy —susurró Bakugo en su oído. Utilizar ese tono tan bajo produjo en ella un temblor. Ah, y las burbujas en el estómago, detestables, desató el descontrol. Esa cosa, a la que a él no le gustaba llamar amor, pero sí un cúmulus, era la calma envuelta en la destrucción.
Había mordido parte de la comida picante. Algo cosquilleaba en sus labios; el deseo de un beso. Para dudar no había tiempo. Inclinó su cuerpo apoyando la palma de su mano tibia en su muslo, y movió los labios sobre los suyos. Antes de que ella pudiese separarse de él para regañarle por haberle contagiado la sensación de picor en la boca, mordió la punta de su lengua pensando que, si Dios realmente existía, lo tenía en frente suyo hecho sus labios.
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𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 𝐒𝐇𝐀𝐏𝐄𝐃 𝐁𝐄𝐃 | 𝗸𝗮𝘁𝘀𝘂𝗸𝗶 𝗯𝗮𝗸𝘂𝗴𝗼
Fanfiction𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 𝐒𝐇𝐀𝐏𝐄𝐃 𝐁𝐄𝐃 | Un olor, dulce olor del amor, fugaz y eterno. Una canción. Un hombre que se acerca y que sonríe. Apenas un puñado de gestos, unas pocas palabras arañadas sobre un muro, y la llovizna, la miseria, el polvo. ;Piedad B...