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LEVANNA JOHNSON VIVÍA UNA VIDA DEPRESIVA, ella sintió que cada día repetía el mismo martirio de ayer. Dormir para ella ya no era una opción; las pesadillas la abrumaban y ni si quiero la dejaban descansar en paz. Tenía la misma lucha con su mente desde el día que decidió postularse para jugar los juegos del hambre.
Su historia es triste, todos menos ella le tienen compasión y piedad.
Todo comenzo un par de años atrás, cuando ella solo debe tener unos doce años. Su familia solía trabajar cerca del muelle; Tenían un barco tan lindo y dócil, que un día se averió. No se sabe cómo pero una tormenta más eso está causando la muerte de sus padres, llevándose un par de Vidas más del cuatro.
Ella lo recuerda perfectamente.
Como no recordar el día que tu vida se fue a la mierda y cayó nada más que en picada.
Ella y sus hermanos quedaron huérfanos; los primeros días y semanas recibieron la ayuda de la comunidad. Fue la primera vez que vio al distrito tan unido por una buena causa.
Hasta que todo, simplemente, se esfumo.
Gracias a una disputa con el alcalde, medio distrito se puso en su contra. Le robaron cosas, no le dieron trabajo y le embarcaron la única casa que tenía para vivir junto a sus hermanos. Esos chicos pobres que cada día morían poco a poco por el hambre, la deshidratación y la mala vida que tenían allí.
Ella se sintió triste. Hacia lo que podÍa con lo que tenia.
Pasaron los años y sorprendentemente ellos aún seguían vivos. Gracias a las teselas ya una buena anciana que los acogió como paga de que la ayudan con el trabajo de su negocio.
Graciela dejo que vayan al colegio, hasta los ayudo un poco con los gastos. Levanna consiguió un trabajo de niñera en el cual le pagó dos centavos y un pescado.
La explotaban un poco pero era la única familia que la había dado la oportunidad de trabajar.
Se puede decir que comenzó a acomodarse. Las costillas de su cuerpo poco a poco comenzaron a notarse menos.
Estaban progresando. Y Levanna lo sabia.
Empezaban a ser felices por primera vez.
Era su verdadero momento de oro.
Pero dicen que la felicidad no dura para siempre y ella lo verifico. Dos meses después Graciela murió de un feroz cáncer que nunca fue tratado, dejándoles la casa y su negocio. Ambos tienen una deuda tan grande que ni los que tienen un trabajo digno podrían pagarlo en 12 meses de esfuerzo laboral.
Su vida comenzó a decaer nuevamente, junto a la de sus hermanos que ya tenían doce años.
Aumentando su preocupación, ya que podrán ser seleccionados para los juegos del hambre.
