VI

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VI. EL GRAN CAPITOLIO.


HABÍAN TANTOS flashes y tanta gente que en poco segundos quede aturdida. Aquí estaban todos los capitolinos, sonriendo y gritando por nuestra presencia. Parecía que caminábamos en cámara lenta; Finnick estaba haciendo lo mejor que le salía: mentir. Lanzaba besos, saludaba y guiñaba los  ojos a cada mujer de ahí, que caía derretida a sus pies. Yo después simplemente, saludaba, sonreía y caminaba al lado de los agentes de la Paz que nos escoltaron hasta llegar a la suite que nos quedaríamos estos días.

—¡Los traen locos!—chillo de alegría nuestra acompañante proveniente de aquí

Finnick ni bien llegamos, susurro un como sea y se fue directamente a encerrarse a su habitación por las seis horas restantes que quedaban.

Por mi parte me dediqué a recorrer el lugar; primero la suite y luego divague por otros pisos los cuales aún estaban deshabitados porque aún no habían llegado los chicos de los otros distritos aquí.

Después me aburrí, muchísimo.

Encontré una gran sala color violeta brillante y con muchos muebles con tecnología que estaba transmitiendo un resumen de las últimas cosechas que habían pasado; no fue sorpresa quienes salieron, solo faltaban del ocho en adelante.

Pocos por suerte.

Nótese mi sarcasmo y ganas de estar aquí.

—¿Necesitas algo?

Una voz masculina resonó en todo el lugar. Al voltearme encontré a un hombre de unos cincuenta; vestía un traje, era blanco como la nieve y tenía cabello color rubio platinado.

—No, gracias.—le agradecí, observando la cosecha del distrito nueve

—La instalación es bastante grande para que se sientan cómodos, fue planeada bastante bien. La tecnología es la última, estamos pensado en agregar más robots en vez de avox.

—Que considerado, señor.

El tipo sonrió.

—Soy Plutarch, Plutarch Heavensbee.—se presentó

Que me importa.

—Levanna Johnson.

—Te conozco, eres la celebridad aquí.—me contesto al instante—Es bueno que estes.

—¿Le parece bueno esto?

Asintió de manera lenta.

—Si.

—¿Le parece bueno a que nos obliguen a matarnos entre todos, otra vez? Una persona muy egoísta y de mente cerrada debe pensar así. Usted es egoísta al parecer.

—Nosotros no miramos de esa manera las cosas. Estos juegos son un símbolo, una esperanza, señorita.

—Esperanza de muerte, querrá decir.

Mi cabeza hizo click y entendió que hablar con este hombre iba a ser perder oxígeno por una cosa que realmente no valía la pena.

—Señor Plutarch.

Una mujer apareció. Era rubia y vestía un traje al igual que él.

—Discúlpame un momento, Cressida.

—Es una esperanza. Le da al público la esperanza de saber que esto no volverá a pasar y de que una vez estemos como debemos estar—me susurró

No dije nada, observé a la mujer y la saludé.

—Tengo que irme.

—Nos vemos luego.

¿Nos vemos luego?

¹𝗛𝗔𝗧𝗘 𝗟𝗢𝗩𝗘 ➥finnick odairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora