II

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II. DE RETORNO A LOS JUEGOS.

EL RICO Y DULCE OLOR A CAFÉ inundó toda la casa de Mags como si fuera un perfume. El más rico y hermoso perfume; ¿vamos, quién no amaba el café? A lo largo de los años me volví una adicta a el. No sabia si se consideraba una cosa buena o mala cosa.

Yo digo que es bueno porque ya tengo malos hábitos en mi vida, no quiero simplemente agregarle uno más a la lista.

—¿Leíste las noticias?

Mags Hizo una pequeña mueca y negó con su cabeza, acercándome el pan caliente que recién me había horneado.

Desde que pise la puerta de su casa me estuvo alimentando con todo lo que tenia.

Hasta se fue a comprar mi fruta preferida de estación. Incluyendo una sopa tan rica que le compró a la mujer de la vuelta.

—La de los enamorados del doce. Es absurdo, un idiota solo puede caer en esa mentira.

—¿Entonces estás diciendo que los habitantes de nuestra querida nación son idiotas?

Una dulce pero a la vez ronca voz habla.

La conocía a la perfección.

Era ni más que menos que:

—Finnick.—mencione, en un susurro

El rubio hizo presencia en la casa de su segunda madre; no se notaba ni un poco feliz ante mi presencia. Sus labios estaban en una linea recta y sus ojos levemente cerrados. Vestía un pantalón corto color rojo y estaba sin remera: con el frío que hacía simplemente hizo que me congelara hasta la espina dorsal.

—Buenos días, querida. Me da gusto saber que saliste de tu cuchitril después de...casi cien, doscientos días...—se preguntó

Había pasado mucho tiempo.

Desde la última vez que peleamos nunca volví a saber nada más de él. La única persona con la que tenía un poco de contacto era Margaret; y ella tampoco entraba a visitarme, solo dejaba comida en la puerta de mi casa. Después del pequeño brote psicótico que tuve hace unos meses atrás todos decidieron darme tiempo.

Una sabia persona una vez me dijo que el tiempo podia curarlo a todo. Pero la verdad es que siento que mi corazón al pasar el mismo cada vez se astilla un poco más.

—Fueron unas buenas vacaciones.—le conteste, jugando con un pedazo de migaja de pan

El ahogo una risa. Se acercó hacia mi y me observo detenidamente.

—Ya lo veo. También veo que te aburriste y jugaste a la peluquería a domicilio.

Me teñí de un rosa, violetaceo raro.

Estar encerrada en casa era agotador pero a la vez me tranquilizaba. Sentía y aún siento que es uno de los pocos lugares que puedo estar en paz. Porque segura no me siento en ningún lado. Desde los juegos siento que todo cambio, me volví mas tosca. Más sensible y ante todo más explosiva con cualquier cosa.
Los primeros días estuve encerrada en un lugar de cuatro por cuatro. Era blanco y tenía una ventana que daba a un jardín de unas lindas rosas blancas. Según terceras personas me encerraron allí porque estaba en un shock post-traumático. Y lo entendía perfectamente después de pasar días y noches adentro de la arena. Salir con costillas rotas y casi sin órganos por heridas de agentes externos es explicable. Agregando también el trauma de haber visto como asesinaban para sobrevivir, incluyéndome.

¹𝗛𝗔𝗧𝗘 𝗟𝗢𝗩𝗘 ➥finnick odairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora