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A tan solo un semestre nada más de terminar la secundaria, Park Jimin no podía creer la tremenda noticia que se acababa de desayunar en una de esas tranquilas mañanas de sus vacaciones de verano.

— ¿Mudanza? ¿Están locos? — exclamó todavía con la boca llena de comida. Primero había pensado que se trataba de un chiste pero ahora ya no estaba tan seguro luego de ver la seriedad en la cara de sus padres. — Díganme que es un chiste, por favor — suplicó de todos modos.

— Ay, cariño, lo siento tanto — su madre acarició su cabello. Sabía que su pequeño no se iba a tomar nada bien esta noticia.

— Nos ofrecieron nuevos puestos en la universidad de Seúl — siguió explicando su padre. — Tenemos que ir, Jimin. Es importante para nosotros y nos pagarán mejor allí. 

Los Park, Minjun, y su esposa Chaeyeong, eran simples profesores en la misma escuela de Busan donde estudiaba su hijo Jimin actualmente. Habían conseguido por fin esos puestos en la universidad de Seúl y era una oportunidad que no podían rechazar. Era momento de dejar Busan.

Sin embargo, a Jimin de 17 años le costaba compartir esa misma felicidad. Busan había sido su hogar toda la vida. No quería abandonarlo.

— Pero me gusta mi escuela. No quiero dejarla. No quiero ir a vivir a otra ciudad — protestó. — Vivimos bien aquí. ¿O no?

— ¿Y por qué no mejorar cuando se tiene la oportunidad? — lo animó su padre. — Vamos, sé que te encanta comprar ropa. ¿No te gustaría tener más dinero para renovar tu armario? 

— Pues sí...pero…

Si eso implicaba cambiar de escuela, no, Park Jimin prefería morir. Quizás parecía exagerado, pero solo porque sus padres no tenían idea de cómo podían ser los demás adolescentes con chicos como él.

Estaba a salvo ahora en esta escuela de Busan. Con sus padres como sus profesores, no había ni un solo matón que se animara a acosarlo en el salón o en los pasillos. Al menos en público. Porque cuando lo encontraban en los baños, ahí sí no se salvaba de los insultos o incluso los golpes. 

Pero eso era algo fácil de evitar, solo tenía que mantenerse cerca de la sala de profesores entre horarios de clases y se sentía a salvo. 

A Jimin le daban mucho miedo los bullies. Desde pequeño que lo molestaban por su particular forma de ser. En ese entonces no lo había entendido en lo absoluto. Hasta había llegado a pensar que había algo malo en su persona.

Crecer y entrar al mundo de la adolescencia le hizo entender que en realidad él era así. Simplemente diferente. Lo había aceptado, aunque al parecer los chicos a su alrededor nunca lo harían. 

Afeminado o marica eran algunos de los apodos más frecuentes. Incluso algunos se dirigían a él como si fuera niña directamente. 

Era molesto. Era horrible sentirse señalado todo el tiempo. Odiaba tener la atención sobre él todo por aquel aspecto de su ser, por la forma en la que hablaba o gesticulaba.

Y no era como si no hubiera intentado cambiarlo antes. Muchas veces había intentado ser más masculino, más varonil, pero no le salía. Se sentía extraño, falso, que no era él. Así que con el tiempo simplemente dejó de tratar de ser alguien que no era y aceptarse a sí mismo. Jimin solo deseaba que los demás también lo hicieran.

Ir ahora a una nueva escuela, y encima sin sus padres para protegerlo de esas cosas malas, no era buena señal. Ya se podía imaginar todo lo que le iban a decir o a hacer y le daba mucho miedo. 

Sin embargo, no podía comentarlo con sus padres, no quería preocuparlos ni que se sintieran culpables por tener un hijo tan raro.

Además, ¿qué había de Soo-ah? Su pequeña hermanita de 10 años lo veía como un héroe, lo admiraba mucho. No quería parecer débil ante sus ojos. 

Almas Gemelas - KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora