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|La consorte del emperador|

PRIMERA PARTE

-Lapidis heres, haeres sanguinis mulieris de industria -inhalo y exhalo repetidas veces mientras su santidad me bautiza como la sexta concubina del emperador de Miatten- serve tuo proposito et causa nullo incommodo.

No me atrevo a levantar la mirada y por un momento me consuelo a mí misma-cualquier cosa es mejor que el oeste de Leviatán-su santidad toma con delicadeza el borde de mi velo y en ese preciso momento me permito a mí misma parpadear repetidas veces y acostumbrarme a mi nuevo entorno. Su santidad pasa sus dedos por mis pómulos, me mira con lastima, pero luego parece recordar su deber y hace una reverencia; reza pidiendo por mi vientre y la multitud se inclina cuando su santidad lo hace, contengo un breve jadeo me incomoda servir al Dios pagano de Miatten, pero tampoco quiero parecer displicente ante mi misión como concubina. La sangre de Leviatán comienza a enfriarse bajo mi piel a medida que me someto a las reglas de la deidad de Miatten, cuando la ceremonia está por terminar las puertas del salón son abiertas de par en par. Me giro con demasiada lentitud y observo al aterrador emperador de Miatter.

Aylarius Lí de Miatten.

Se mueve con gracia atravesando la multitud y durante unos segundos me olvido completamente de cualquier cortesía. Es demasiado alto, tanto así que cuando lo tengo cerca no logro discernir su en su rostro hay una sonrisa o una mueca de desagrado correspondiente a mi presencia. El emperador se arrodilla ante mi besando el dorso de mi mano, su santidad se mantiene arrodillada y por un momento siento la necesidad de sentirme inferior junto con todos los demás, pero el emperador no me lo permite.

-Princesa heredera Lee Mianne de Leviatán-sus ojos grises parecen escanearme-la presencia que he esperado desde hace meses.

-Es un gusto servir a su pueblo y a usted majestad.

La sonrisa del emperador parece crecer aún más en su rostro, suelta el dorso de mi mano y se posiciona en el enorme trono justo debajo de la estatua de la deidad de Miatten, su santidad continua con la ceremonia de bautismo y me obligo a mí misma a mantener la mirada baja para evitar entrar en contacto con su majestad.

-La pequeña serpiente me teme-escucho su voz como un susurro a pesar de que se encuentra lejos de mi-eso me irrita Mianne-la sangre de Leviatán se enciende bajo mi piel y me permito verle de reojo, una sonrisa complaciente en su rostro me hace sentir avergonzada-eres la esperanza para las naciones que aún no son conquistadas, la emperatriz que va a mantener a raya al tirano. Debería preguntar pequeña serpiente, ¿no se supone que una emperatriz no debe temerle a su emperador?

Y tal como su voz perturbo la calma en mi cabeza desaparece.

°°°

Las doncellas de Miatten se encargan de borrar de mi piel cualquier rastro de aroma de Leviatán y lo reemplazan por una embriagadora esencia de vainilla y menta. Cuando terminan se dedican a vestirme con un delgado vestido con repetidas capas en tono rojizo, ninguna habla, simplemente se dedican a hacer lo acordado y cuando terminan desaparecen como si nada. Si hay algo para lo que no fui preparada en el palacio del oeste fue para la noche en la que el emperador me tomaría-mi emperatriz-no tendría sentido que lo haga, sé que se puede, pero fui enviada como la oportunidad de que Leviatán no fuese destruido.

-Como supuse-el emperador camina hacia mi mientras se deshace de uno de los tantos botones de su traje-la vainilla te hace sonrojar y la menta hace que la sangre bajo tu piel seda a sus instintos.

Parpadeo repetidas veces antes de comprender que las pupilas de mis ojos piden a gritos que las deje volverse verticales, a él parece divertirle, porque se limita a sentarse junto a mí. Sus dedos no tardan mucho en buscar la piel expuesta de mi cuello y su boca no tarda en mordisquear mi oreja, respiro repetidas veces mientras me digo a mí misma que está bien. El emperador separa su boca de mi cuello y deja escapar un pequeño suspiro de resignación.

-Me temo pequeña serpiente, que no puedo tomarte si se siente como un abuso-deja un pequeño beso en mi cien y se deshace de la parte superior de su ropa-esperare en el salón del té, si me ven salir sería una deshonra para ti y me temo que también para mí.

Con una sonrisa tan resplandeciente cierra la puerta tras de sí.

Menos de dieciochoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora