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| La perfecta Sub |

 Tus acciones pueden afectar indirectamente a tu personaje o las decisiones de aquellos personajes que estén directamente relacionados contigo.

En otro momento habría calculado mis jugadas y me habría preguntado si vale la pena invertir mi tiempo en un juego que en otro momento me habría parecido estúpido. Le doy un empujón a la bandeja que la sirvienta a dejado frente a la cama y golpeo repetidas veces la porcelana con los pies buscando sentir algo. Otro panel aparece, pero esta vez es rojo y centellea informándome de algo que ya me resulta obvio.

ATENCIÓN: el cuerpo de tu personaje ha sido dañado.

La puerta de la habitación es abierta por el personaje principal del juego y aunque soy muy fan de Elio no es la clase de pareja que tendría en la vida real. Sus ojos me observan con escepticismo, tal y como lo decía la descripción en el juego.

—Vanea, ¿Qué has hecho?

Finjo inocencia y me limito a caer de rodillas mientras Elio se acerca a mi con una mirada rebosante de preocupación. Me levanta en brazos y me deja a los pies de la cama mientras corre a rebuscar dentro del armario el botiquín. En otro momento me habría detenido a pensar en la siguiente opción, pero Elio toma mi pie y comienza a limpiarlo. Por un momento me olvido de que debo fingir que me duele, así que hago mi mejor actuación y dejo que Elio me toque a su gusto—como haría la verdadera Vanea—tengo la mirada vidriosa y cuando termina de hacer su trabajo me observa con un atisbo de remordimiento.

—¿Por qué te hiciste esto Vanea?

En cuanto su mirada conecta con la mía soy consiente de el verdadero atractivo del juego, debo enamorarme de él. No él de mí. En la historia original Vanea es una chica sumisa y pervertida que busca un Dom que pueda quebrar su voluntad aún más. El problema es que el cuerpo de Vanea no colabora así que me obligo a responder con palabras que no saldrían de Vanea.

—Cyrus me ha rechazado—sonrió con melancolía y me muerdo el labio inferior mientras la cara se me empapa de lágrimas—¿Qué tengo de malo Elio?

Elio guarda silencio y me aprieta contra su pecho, inhala repetidas veces mi cabello y besa mi mejilla.

—Oh Vanea, si me dejaras mostrarme todas y cada una de las cosas buenas que hay en ti.

Va a separarse de mí, pero me aferro a sus hombros y lo aprieto contra mi cuerpo.

—Señor, muéstramelo—digo besando los labios de Elio. Es un beso que debo forzar, pues el cuerpo de Vanea tiembla en el preciso momento en el que Elio rodea mi cuello con su enorme mano, tiene la mirada nublada de lujuria y me relamo los labios porque estoy apunto de cogerme a Elio Tesdeo y la idea no me desagrada en lo absoluto.

—No me provoque mocosa, nunca he escondido mi deseo por ti y si te tomo ahora lo tomare como señal de que eres mi posesión.

Llevo mis dedos a el collar que Cyrus le dio a Vanea y lo arranco de mi cuello abriendo los brazos para recibir de lleno a Elio.

—Hazme olvidar señor, hazme amarte.

La boca de Elio va al lóbulo de mi oreja y su lengua sale para chupar por debajo de la línea de mi mandíbula hasta mi clavícula mientras succiona con una dureza propia de la personalidad de Elio. Hago lo posible por responder a su toque he imagino que este es mi verdadero cuerpo y abro mi boca esperando que Elio lo comprenda. Me toma el mentón y deja caer su saliva a mi boca. Mis ojos conectan con los suyos y la trago obedientemente.

—Señor, follame por favor—acaricio su pecho por encima de su traje y escucho el tintineo del cinturón de su pantalón.

Lo-te-ri-a.

Sus manos van con desesperación a mis muslos, los separa y me observa como si no pudiese creer lo que ve, así que me decido a darle la primera vez más erótica con Vanea. Mientras desliza la ropa interior fuera, me esfuerzo por hacer que las braguitas no caigan del todo y terminen a la altura de mis rodillas.

—Tócate.

—Me temo que no comprendo señor—finjo no entender, aunque sé lo que quiere.

Elio escupe en mi coño y me resisto a no empujar su cabeza para darme placer.

—Toca ese bonito lugar entre tus piernas pequeña mocosa engreída—vuelve a apretar mi cuello y habla muy cerca de mis labios—si sabes lo que es bueno, vas a asegurarte de ser muy ruidosa.

Me suelta y llevo mis dedos hacia el lugar que tanto desea, jugueteo con el pequeño montículo de carne y lo escucho gruñir, así que deslizo mi dedo dentro de mi coño y aspiro repetidas veces para poder seguir manteniendo el contacto visual bajo su caliente mirada. Decido ser audaz y meto el segundo dedo, mis caderas se alzan por si solas y observo de reojo como Elio se masturba.

—Quiero tu polla señor.

Mi pedido parece ponerle aún más porque Elio se posiciona encima de mi y golpea mi coño con la punta de su polla.

—Voy a correrme dentro de ti—dice acariciando la punta de mis labios con su dedo pulgar—y tu serás buena y clavaras tus uñas en mi espalda y me pedirás por más, ¿nos entendemos?

—Si señor.

Sonríe y empuja sus caderas penetrándome de una sola estocada, me estira de una sola estocada. Aunque lo siento por Serene, Elio es mi salvación si quiero sobrevivir a la trama del juego. Sus caderas impactan con las mías sacándome un bufido y haciendo que tire de su cabello, porque a pesar del asco que Vanea pueda sentir por este hombre, Elio sabe como follar y es perfecto, porque yo puedo fingir que le amo y completar la trama del juego y él puede obtener el vacío amor de Vanea. Sube mis piernas a sus hombros y presiona mi cintura con sus enormes manos, sus embestidas son todo menos delicadas es como si Elio desquitara años de rechazo con el cuerpo de Vanea y yo lo agradezco, porque voy a recibirlo todo, su enojo, su amor y su enorme y deseosa polla.

—Señor, no se detenga por favor.

—Dime lo que quiero escuchar preciosa—su mano rodea mi cuello y me corta el aire de una manera exquisita mientras arremete contra mi una y otra vez, como su buscara nublar mi juicio.

—Usted es mi dueño señor.

La sonrisa de Elio es enorme y se acerca para besarme, le devuelvo el beso con toda la calentura y morbosidad del mundo y cuando estoy teniendo uno de los mejores orgasmos de mi vida. Cyrus abre la puerta de la habitación y yo me aferro al cuerpo de Elio apretando su polla en mi interior.

—No me dejes ir nunca señor, a partir de ahora soy tuya.

No se si Elio es consiente de la mirada curiosa de nuestro visitante, pero su polla parece ponerse más dura y mis palabras parecen alegrarle. Me relamo los labios, porque Elio es mío.

Menos de dieciochoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora