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|Displicente |

—Elifer—digo mientras me saco los guantes a jalones—¿mi prometida aún no aparece?

—Me temo que no su majestad.

Doy un suspiro y me dejo caer en el sofá enmedio de la sala. Me froto la barbilla y observo la puerta detenidamente.

—Quiero que la encuentren Elifer, la caprichosa princesa vale mucho.

—Si majestad.

—Y Elifer—extiendo ambos brazos y sonrió—envía una sirvienta que este dispuesta a servirle a su rey.

—Como ordene majestad—dice mientras sale de la habitación.

Elifer sale de la habitación dejándome solo con mis pensamientos y la ferviente ira creciente debido a la desaparición de mi prometida. Sabatha Von Armstrong la princesa bastarda de un imperio que no desea desaparecer del mapa, una mocosa mimada que se atrevió a escaparse el día de nuestra boda y que me humilló frente a mi pueblo. Estoy por deshacerme de mis botas cuando un delicioso cuerpo se desliza dentro de la habitación de la capilla. La sirvienta que entra es considerablemente baja, pero su traje de doncella hace que sus deliciosos pechos resalten guiando mi mirada a una estrecha cintura y un tono de piel bronceado y dispuesto a que pase mi lengua sobre él. Lleva los mechones cobrizos recogidos y cuando se da cuenta de mi presencia un delicioso sonrojo aparece en su rostro.

—Lo lamento muchísimo—dice con intenciones de escabullirse a través de la puerta.

Levanto la mano y mi magia bloquea inmediatamente la puerta.

—Yo no—digo poniéndome de pie y caminando hacia ella—por lo general las sirvientas enviadas son altas, así que supondre que eres una de las sirvientas de la princesa Armstrong.

—Así es, si me permite debo retirarme—tararea suavemente mientras aprisiona su pequeño cuerpo para evitar que salaga—usted no tiene autoridad sobre mi.

Una risa escapa de ni garganta.

—Dulzura, tengo autoridad sobre todo aquello dentro de este reino—me inclino  a la altura de su rostro—no te preocupes tu ama no va a enterarse de que te follas a su marido.

Su expresión cambia a una completamente asustada y toma el picaporte de la puerta con exasperación.

—Por favor majestad, le pido que me deje salir.

—No—respondo mientras tiro del cordón de su traje—tu ama me humilló, así que es justo que pagues por ello.

La tomo de la cintura elevándola a la altura de mi polla y beso el nacimiento de sus pechos logrando que tiemble mientras mi boca se pasea por su cuerpo. Es demasiado pequeña para mi y eso me encanta, imagino su pequeño coño aferrándose a mi polla así que decido acelerar el proceso y besarla, sus pequeñas manos van hacia mi pecho y decido que quiero que mi lengua juegue con la suya. Me las ingenio para ponerla en el suelo y deshacerme de su ropa interior que por órdenes mías es simple de quitar y fácil de arrancar, acaricio sus regordete muslos con mis manos y decido ser más osado besando y mordiendo mientras paso mi lengua en la cara interna de sus muslos. Separo sus  piernas colocándolas sobre mis hombros y doy un beso en el pequeño botón rosado entre sus piernas que la hace jadear. Me tomo mi tiempo, estoy furioso y caliente y el pequeño de esta doncella pide a gritos que lo utilice las veces que deban ser necesarias, me deleito pasando mi lengua por encima de sus labios, obsequiandole uno de los mejores besos de su vida en su precioso coño. Mis dedos se aferran a sus regordetes muslos y me las ingenio para meter dos dígitos dentro de ella.

—Abre bien las piernas—murmuró apretando su clitoris entre mis dientes—no querrás manchar tu uniforme.

—Majestad...—la interrumpo.

—Calla—digo moviendo mis dígitos dentro de ella—el menor de tus problemas será exprimir mi polla a diario, se buena y sirve a tu rey.

Aprieta sus finos labios y sus piernas se deslizan dándome más acceso, me hace sonreír así que decido compensarla mimando su perfecto coño. Cuando su interior aprieta mis dedos decido que es suficiente y me separo de ella sacando mi polla de mis pantalones, tiro de ella besandole y hago que su rostro quede a la altura de mi polla, al inicio sus pequeñas manos solo acarician mi polla, pero luego su pequeña lengua me acaricia con una inexperiencia que estoy decidido a corregir hasta que decida que estoy aburrido de ella.

—Usa las manos—gruño cuando succiona la cabeza de mi polla con esmero.

Tiro de su cabello y ella hace lo posible por engullir mi polla dentro de su pequeña boca. Cuando siento que voy a descargarme separo su boca de mi polla reluciente de su saliva y la beso sin la más mínima delicadeza. Pongo su pequeño cuerpo en cuatro y con la mayor desesperación entro dentro de ella para empezar un bombeo desesperado. Tiro de su cintura hacia mi repetidas veces y luego me deleito apretando su precioso y redondo culo mientras tengo un vaivén deliciosamente suave dentro de ella. Ella jadea y deja caer la cabeza hacia adelante y doy un pequeño azote en su culo mientras decido mover las caderas con más velocidad, empujó su espalda baja y alzó sus caderas hasta apoyar mi pecho en su espalda, llevo mi mano a su cuello y mordisqueo su cuello sin el mínimo cuidado existente ella ronronea con suavidad mientras su perfecto coño lucha para mantenerme dentro de ella con el mayor de los esfuerzos, saco sus pechos del corpiño y los aprieto mientras me gruñó lo lasciva que es al oído.

—Joder—gruño cuando se tensa—voy a venirme dentro de ti.

Ella no dice nada así que decido besarla he invadir su pequeña boca con mi lengua sin la más mínima consideración, me muevo despacio mientras ella me aprieta, la puerta de abre y Elifer nos observa sin la más mínima expresión en el rostro tal y como a hecho todas y cada una de las veces que me a encontrado en estas situaciones.

—¿Y?—digo mientras le tomo las caderas y sigo penetrandola—¿Encontraron a la princesa caprichosa?

—Así es su majestad.

—Bien, déjame terminar he iré—llevo mis dedos al pequeño botón entre sus piernas y me dedico a torturarlo por unos segundos hasta que ella chilla y se deja caer dejándome meneando las caderas y viniendome dentro de ella.

Suelto un gruñido y espero para salir de ella, deja caer su cintura, pero la levanto y observo como mi semen sale de ella con lentitud, me inclino y beso su culo para después levantarme y guardar mi polla dentro de mi pantalón.

—¿Y? ¿Dónde está?

Elifer se da un empujón en los lentes y me observa.

—Aquí su majestad.

—¿La trajiste aquí?—digo mientras observo de reojo como la doncella jadea en la alfombra del salón.

—Así es majestad, acaba de venirse dentro de su alteza la princesa Armstrong.



Sin corregir.

Menos de dieciochoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora