Capítulo 10 : Fuego y pólvora

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Él supo el momento exacto en que ella entró en la Sala de los Requisitos. Si la forma en que la puerta se cerró de golpe no era suficiente, entonces podría haber sido el chasquido de sus zapatos, o el suave chirrido que se hacía más fuerte cuanto más se acercaba, pero Draco pensó que la señal más reveladora era la forma en que el aire cambió, casi como antes de una tormenta.

Levantó las cejas, deslizó un poco de papel de repuesto para guardar su página, y levantó la vista a tiempo para ver a Hermione Granger irrumpiendo hacia él. Se acercó a pisotones, se dejó caer en el sofá de enfrente y resopló.

"Feliz como siempre, Granger", comentó él.

Ella lo fulminó con la mirada y se apartó los rizos desordenados de la cara. "No lo hagas. No estoy de humor, Malfoy".

Llevaba unas semanas llamándole por su nombre, y su apellido rodando por su lengua le recordaba a la normalidad, a un tiempo anterior. No estaba seguro de que lo prefiriera. Debía de estar enfadada para que volviera a llamarlo así.

Aun así, Draco casi sonrió. Tenía las mejillas hundidas, las medialunas bajo los ojos negros y sentía que las costillas se le clavaban en la carne cada vez que se movía, pero la sonrisa en los labios se asentaba como una manta alrededor de los hombros, como una piel vieja. El pelo de Granger echaba chispas. "¿Qué es lo que te tiene en ascuas?"

"Habla de mis bragas una vez más y te hechizaré tan fuerte que acabarás en Hogsmeade", rebuscó en su bolso y sacó un pesado libro y unos cuantos pergaminos.

Sin decir nada más, se puso a trabajar. La Habitación había conseguido una especie de estudio: había dos sofás de cuero negro en el centro del espacio, una mesa de centro reclinada entre ellos y una alfombra extendida bajo sus pies; un fuego crepitaba con contención en la chimenea y las estanterías se alzaban altas y apiladas, como un bosque a su alrededor. No recordaba que hubiera tantas estanterías cuando entró. Maldita Granger.

Hablando de eso, Draco la observó. Tamborileó con los dedos sobre la cubierta del libro que había estado leyendo, pero descubrió que había perdido el interés por completo. "¿Por qué estás molesta?"

Los hombros de Granger se tensaron. Ella murmuró (y él apenas la captó a través de esa masa de pelo): "No lo estoy".

Él se burló. "Ahórratelo".

La cabeza de ella se levantó y lo miró fijamente y le espetó: "Métete en tus asuntos".

Draco chasqueó la lengua, apartando los ojos. "Y yo que pensaba que nos estábamos haciendo amigos".

Sabía que eso la afectaría y tuvo que luchar contra la sonrisa que se deslizaba de nuevo por sus labios. Por el rabillo del ojo, captó el cabello de ella azotando su rostro mientras lo miraba. Granger se aclaró la garganta. Se removió en su asiento.

"Harry y Ron están trabajando en Halloween", dijo titubeante. "Dijeron que intentarían visitarnos pero parece que ya no tienen tiempo. Algo sobre una gran carga de trabajo y un plazo inminente. Probablemente han tenido todo el verano para hacerlo y lo han dejado para más adelante".

"Carga masiva de trabajo", murmuró Draco. "Suena a sobrecompensación".

Ella resopló. Él la miró sorprendido y sus labios se torcieron en una sonrisa. "Algo así", convino ella. Granger levantó la vista hacia él. Sus ojos se posaron en el libro. "¿Qué estás leyendo?"

"Me sorprende que hayas tardado tanto en preguntar", comentó él con desgana.

Ella frunció el ceño.

Él cogió el libro y le pasó la portada para que ella pudiera verlo por sí misma. Una ceja se alzó.

"Qué... muggle".

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