Capítulo 13: Leche con fecha de caducidad de tres horas

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Caminaron por el pasillo en silencio. Hermione acarició la bolsa a su lado, sintiendo tranquilidad en el acolchado de la capa y en el ligero crujido que hacía el Mapa. No había sido una de las condiciones (dudaba que McGonagall, ni el Ministerio, supieran siquiera de su existencia), pero la hacía sentir mejor saber que estaban a salvo, en lugar de arrepentirse, que podía sacarlo en cualquier momento y conservar su secreto sólo un poco más. Su conversación con Ginny había estado jugando en su mente. Si la chica la había estado espiando, la había visto desaparecer del Mapa, ¿había visto también desaparecer a Malfoy? ¿Había unido los puntos, fueran los que fueran? De alguna manera, por alguna razón, Hermione supuso que no los habían detectado, entre otras cosas porque no creía que Ginny tuviera el tipo de temperamento que soportaría que su mejor amiga se reuniera con un ex mortífago, que además estaba esperando su juicio por asesinato y terrorismo, en una habitación intracable cada noche. Supuso que lo absurdo de la situación era una ventaja después de todo. En el momento en que los descubrieran, se desataría el infierno.

Malfoy se detuvo de repente y Hermione estuvo a punto de chocar con su espalda.

"Draco, ¿qué...?"

Tragó saliva. "¿Es una buena idea, Granger?"

Hermione parpadeó. Sus pensamientos se interrumpieron. "¿Qué?"

Malfoy suspiró, pasándose una mano por el pelo. Iba vestido con pantalones negros y una gabardina negra, con un pañuelo verde oscuro metido en el cuello. Sabía que debía de parecer una niña a su lado, con su abrigo de lana rosa, su gorro blanco y sus mitones a juego. Una ceja se levantó cuando él la vio venir hacia él esa mañana, y las mejillas de Hermione se habían sonrojado momentáneamente tan brillantemente como su abrigo. Parecía el Malfoy que ella conocía, el que cuidaba su aspecto, con cada mechón de pelo cayendo en su sitio en la cabeza. Hermione casi no tuvo el valor de recordarle que sería invisible durante su viaje a Hogsmeade.

"¿Y si alguien me ve?", preguntó.

"La Capa no es tan voluble como un simple encantamiento", dijo ella. "Es muy poco probable".

Malfoy asintió. Estaba demasiado apurado, demasiado acosado, que no creyó que él la hubiera escuchado realmente.

Hermione se colocó frente a él y, antes de que pudiera pensarlo demasiado, tomó su mano entre las suyas. Ambos llevaban guantes, pero Malfoy se estremeció como si ella lo hubiera abrasado. Ella no lo soltó. "Si no quieres ir, podemos ir a la Habitación en su lugar. Se supone que es liberador, no otra forma de trampa".

Malfoy la miró. Tenía los ojos muy abiertos. Después de un momento, sacudió ligeramente la cabeza, desenredando sus manos y dijo: "Tienes razón. Además, me vendría bien un Firewhiskey".

Siguió caminando y Hermione arrancó a su repentino paso, saltando un poco para alcanzarlo. Puso los ojos en blanco cuando por fin volvieron a ponerse a su altura y dijo: "¿De verdad te habría matado dejarlo en un "tienes razón"?".

Había un fantasma de su antigua sonrisa jugando en sus labios, y Hermione reflexionó sobre el hecho de que la llenaba de una calidez que nunca habría asumido. Hogwarts estaba vacío. No había ni un solo estudiante más, la mayoría estaba jugando en la nieve o ya había bajado a Hogsmeade después de desayunar esa misma mañana. Cada pasillo vacío que recorrían aumentaba el alivio que sentía en su pecho. Continuaron hasta llegar al despacho de la directora.

Hermione se aclaró la garganta, abrazando su bolsa contra su cuerpo, y anunció: "Ruibarbo y natillas".

La gárgola de piedra saltó a un lado y, uno a uno, los ladrillos detrás de él se agrietaron y se desplazaron, haciendo llover polvo, antes de que toda la pared se girara lentamente para revelar la escalera ascendente. Miró a Malfoy.

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