Capítulo 21: Más que un beso

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POV Lisa

El problema ya no era el cómo sino si me creería o no. Ya lo había dicho de manera poética en casa de sus padres y por el beso que nos habíamos dado –y que beso- pensé que me había creído. Y luego cuando lo volví a repetir de una manera más simple y directa resulta que la señorita se había esfumado y no había oído ni mu.

Entre a la cocina donde Rosé estaba intentando calmar a Jisoo que de vez en cuanto echaba en cara el pellizco que le había dado la su novia.

-¿Sabes en donde esta?-le pregunté a Rosé quien negó con la cabeza.

-¿Qué está pasando?-me preguntó mi amiga.- ¿Cómo es eso de que andas con Jennie? -caminó hacia mí y me clavo un dedo en el pecho- Te advierto que si estás jugando con ella te voy a partir la cara por muy amiga mía que seas.

-No es lo que piensas-contesté y me di la vuelta. Tenía que encontrarla.

-No me dejes hablando sola, Manoban .- me detuvo poniendo una mano en mi hombro.- Exijo una explicación.

-No es el momento-le conteste enfadada, ¿es que no se daba cuenta de que tenía prisa?

-Claro, no es el momento. ¿Y cuando carajos va a ser, eh?

-Jisoo…-comencé a decir con voz cancina pero me interrumpió gritando.

-¡Jisoo, un carajo! ¿Por qué nunca me explican nada?- su cara se contrajo con una mueca de enojo y tristeza.- ¿Qué a caso no confían en mí?

-No es eso y lo sabes-la miré frunciendo el seño-Es solo que esto –le hice un gesto con las manos- es cosa de Jennie. Estoy segura que Rosé te lo pude explicar. Y no te ofendas, yo tampoco hubiese sabido nada si no la hubiera atrapado con las manos en la masa. Ella no quería decirnos nada a ninguna de las dos.

Deje que Rosé le explicara la situación a Jisoo, sinceramente solo existía una persona a la que le debía de dar explicaciones y justificaciones de mis sentimientos.

Tomé un taxi para volver a casa y al entrar sonreí de manera involuntaria al imaginarme haciendo lo mismo en algunos años, salvo que para entonces estaría llegando del trabajo y Jennie saldría de la cocina con todo y delantal para darme la bienvenida. Platicaríamos acerca de nuestro día mientras terminábamos la cena y siendo un poco más ambiciosa nuestros hijos estarían también en ese cuadro.

Por alguna extraña sensación o sexto sentido, sabía que ella estaba aquí. La conocía lo suficiente como para saber que ella al igual que yo necesita hablar y aclarar todo este embrollo.

La busqué en la sala, la cocina, la biblioteca sin encontrar rastro de ella. Mientras subía la escalera no pude evitar el hueco que se me formó en el pecho la pensar que tal vez ella no estuviese aquí. La sensación de vació fue mitigando mientras avanzaba hacia mi dormitorio y me prometía que: no importara donde estuviera, yo la encontraría.

En modo automático me encaminé hacia mi habitación y abrí la puerta.

La única luz que había provenía de la luna que se colaba por la venta, un hecho demasiado raro, si nos ponemos a analizar que estaba nevando, pero aún así ese detalle servía para darle un toque romántico al ambiente.

Estiré una mano para poder encender una vela y poder verle la cara. Sabía que ella estaba sentada en medio de la cama, fue lo primero que noté, más por el escalofrío que me recorrió y su perfume que golpeo mi nariz.

Dispersé media docena de velas por la habitación aún con su mira fija en mí. Me sentía nerviosa y ansiosa y de nueva cuenta me comenzaron a invadir. Decidí mandarlas lejos, y terminar de una vez por todas, así que cuadré los hombros, respiré un par de veces y me paré frente a ella.

Mamá, papá... Soy gay. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora