Epílogo

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Lena Luthor.

El pánico se apoderó de mi cuerpo, esa sensación de felicidad y tristeza que me invade cada vez que pienso en ella. ¿Alguna vez han experimentado esa emoción contradictoria? A pesar de todo, si ella es feliz, yo también lo soy. Quizás la vida me dio muchos golpes, pero al final me lo compensó poniéndola a ella en mi camino.

Miré a mi alrededor, sintiendo la extrañeza de estar rodeada de tanta gente. Todos parecían observarme como si fuera un fantasma. Mi corazón latía con ansiedad. Daría mi vida por aquella chica rubia; mi mundo era un infierno antes de conocerla.

—Hola —escuché un susurro a un lado de mí.
Me giré para encontrar a Sam, su rostro reflejaba una mezcla de preocupación y resignación.

—Al final sí estás aquí —volvió a susurrar, su sonrisa forzada no lograba ocultar su inquietud.

—No le podía fallar, se lo prometí, Sam —aclaré, tratando de sonar convincente.

Sam vestía un impresionante vestido de fiesta con mallas y estampado color rosa viejo, su belleza natural resplandecía en ese momento. Era mi mejor amiga, siempre fuimos inseparables, unidas por una amistad inquebrantable. Sam era el tipo de persona que estaría para ti hasta el peor momento de tu vida, y aquí estaba nuevamente demostrando que, a pesar de no estar de acuerdo con mi decisión, siempre podía contar con ella.

—Lena, esto es estúpido —dijo con molestia, su ceño fruncido y sus ojos castaños reflejaban su desaprobación—. ¿Qué diría Lex si estuviera aquí?

Sentí un escalofrío al escuchar el nombre de Lex.

—Pero no está y nunca lo estará —aclaré con simpleza, mi voz fue casi un susurro.

El hecho de saber que mi vida cambiaría en un chasquido me aterraba.

—Aún así, no te mereces esto —continuó Sam, tomándome por los hombros y posicionándose frente a mí. Su mirada era de enojo y rabia, pero también de preocupación—. Sabes que estoy dispuesta a acompañarte en todo, pero piénsalo bien, por favor. No quiero verte sufrir nunca más.

Su voz tembló ligeramente, revelando la emoción que sentía. Me sentí abrumada por su preocupación.

—Ahora tienes muchas opciones, Lena —continuó—. Toma la que creas conveniente.

Mi mirada se desvió hacia el suelo, evitando la intensidad de su gaze. Opciones, muchas opciones, pero en cada una de esas opciones estaba Kara Zor-El Danvers.

—Un Luthor nunca rompe su palabra —dije, con voz firme, pero mi mirada aún evitaba la suya.
Sam suspiró, su hombro se desplomó ligeramente. Su mano se retiró de mi hombro.

—Perfecto —dijo, con voz resignada—. Si quieres salir corriendo de ahí a última hora, sabes que estoy dispuesta a robar un auto para apoyarte — Dicho eso, se marchó dejándome sola, sumida en mis pensamientos y emociones encontradas.

¿Qué harían ustedes en mi lugar?

La pregunta resonaba en mi mente mientras observaba a las personas felices que me rodeaban. Sus rostros conocidos y desconocidos se mezclaban en un borrón de colores y sonrisas.

—Bien, Lena, es hora de hacerlo —me alenté, tratando de encontrar la fuerza interior para enfrentar lo que se avecinaba.

Suspiré profundamente, y mi pecho se expandió con el aire que llenaba mis pulmones. Empecé a caminar, mis pasos lentos y pesados como si cada paso fuera una carga emocional. Quería salir corriendo y nunca volver, desearía que esto acabara lo más pronto posible.

Mi mirada se detuvo en la iglesia que se erguía frente a mí, su estructura imponente y serena. Y de pronto mi corazón se detuvo al ver llegar una limosina blanca y perfectamente adornada. La expectación era palpable mientras las personas que esperaban a la novia comenzaban a entrar en el sagrado lugar.

Tardó unos minutos en que la calle se encontrara vacía, y mi respiración se aceleró al verla bajar con un perfecto vestido de novia. Se miraba tan linda, radiante y feliz. Siempre la imaginé de esta forma, con su vestido blanco, con aquel ramo de rosas y esa mirada tan tierna.

Mi corazón latía con emoción, y mi alma se estremeció. Todo estaba bien hasta que su mirada cruzó con la mía; esa electricidad recorrió mi cuerpo en el momento en que nos miramos. Sus ojos se iluminaron al verme, o eso quiero pensar.

Mi mundo se redujo a ese instante, a esa mirada que nos unía. Caminé y caminé hasta quedar frente a mi amada rubia, Kara.

—Tú estás aquí —dijo sorprendida, su voz tembló ligeramente; sus pupilas se dilataron, y su rostro reflejó una mezcla de emociones.

— No te podía fallar, si esto te hace feliz entonces estoy dispuesta a compartir tu felicidad — dije con un nudo en mi garganta, mi voz tembló ligeramente. Se abalanzó hacia mí, regalándome aquel abrazo que tanto necesitaba.

Su aroma inundó mis fosas nasales, y la abracé con tanta intensidad que no quería soltarla.
Ella es feliz, y lo pude notar, lo puedo sentir. Si esto la hacía sentir feliz, entonces, ¿quién era yo para arrebatarle su felicidad?

—Yo pensé que no vendrías—susurró sobre mi cuello, su aliento cálido en mi piel—. Perdón por todo, perdón si te sentiste obligada a venir —dijo con la voz entrecortada, conteniendo sus ganas de llorar.

Mi corazón se desgarró al escuchar su voz quebrada. No tenía el valor de hablar porque sabía que mi voz se quebraría en el momento en que dijera una sola palabra. Las ganas de llorar que tenía eran inmensas, pero no lo podía hacer porque un Luthor jamás se muestra vulnerable ante absolutamente nadie.

—¡Kara! —un grito interrumpió el abrazo con Kara, y me alejé de sus brazos para observar a la persona responsable de destruir este último momento de felicidad que tenía.

Era Jeremiah Danvers, el padre de Kara, aquel hombre tan miserable que llegué a conocer. Su presencia me producía repulsión.

—Kara, tienes que entrar, todo está listo, el padre está a punto de comenzar —dijo una vez cerca de nosotras, su voz era firme y autoritaria.

Decidí ignorarlo para volver a poner la atención en Kara, sus ojos estaban cristalizados, llenos de ansiedad. La tomé por sus manos para tranquilizar su nerviosismo.

—Todo estará bien —le dediqué una sonrisa sincera, tratando de transmitirle calma—. Tienes que entrar —continué, mi voz se quebró ligeramente—. Te veo adentro.

Solté sus manos para por fin enfrentar la realidad. Kara asintió, su mirada se mantuvo en la mía durante un instante antes de dar media vuelta y dirigirse hacia la iglesia.

Jeremiah me observó con desaprobación, su ceño fruncido revelaba su descontento.

—Lena, espero que no estés pensando en hacer algo que puedas lamentar —dijo, su voz era una amenaza velada.

Mi mirada se cruzó con la suya, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda. No respondí, simplemente me di la vuelta y seguí a Kara hacia la iglesia.

La Prometida De Mi mejor AmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora