→․odinnadtsat'

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Kouyou estabilizo el arma rápidamente, en un abrir y cerrar de ojos

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Kouyou estabilizo el arma rápidamente, en un abrir y cerrar de ojos. Cerro uno de sus ojos, exhalo, apunto. Desde la mira podía ver la sonrisa de Dostoyevski, en la avioneta.

Pero ella no permitiría que escapara.

Oyo en la radio, la voz grave pero amigable de su temporal subordinado. Tachihara Michizou, el cual iba en una motocicleta, siguiendo el vehículo que estaba por despegar.

— ¡Ane-san, vamos a perderlo! — Grito, ella lo oyó por la radio. El muchacho se encontraba nervioso, en cambio Kouyou...

Sonrió.

— ¡En tus sueños, niño! ¡Voy a meter el trasero de ese imbécil en la cárcel! — Hablo vulgarmente, Tachihara perdió el equilibrio, sorprendido. Luego soltó una carcajada. Al mismo tiempo que aceleraba y se acercaba unos metros más.

La pelirrosa recupero su anterior postura. Ahora con una sonrisa confiada, apunto.

Iba a borrarle esa sonrisa de superioridad a ese imbécil.

La compuerta estaba abierta, y una vez en vuelo seria automáticamente cerrada, solo tenía una oportunidad. Dado que trajo una francotiradora, ni siquiera con su habilidad con las armas podría poner munición nueva antes de que la compuerta se cerrase.

Una vez con la mira en su objetivo

Disparo.

La bala atraveso la distacia en cuestion de micro segundos, Tachihara oyo el estruendo del disparo, no le dio tiempo a rezar, rezar para que finalmente pudiese ayudar a su compañero de trabajo, Chuuya-san. Era como un mentor para el, el mejor detective que alguna vez conocio.

El merecía vengar a su familia, merecía dormir en paz sabiendo que, lo último que le quedaba de familia estaría salvo de él.

No conoció a Chuuya cuando este tenía 21, por allá los días de la tragedia. Apenas había sido trasladado al precinto hace dos años y medio, aun así, cuando conoció a Chuuya, este era más sombrío. Cauteloso. Aunque, era un detective genial, y su admiración por él fue lo que los hizo cercanos.

Fyodor, ensancho su sonrisa

La bala no impacto contra él, paso al lado de la compuerta.

— ¡Ja! — Celebro el pelirrojo. Fyodor miro como la motocicleta no se detenía.

Y el avión no despegaba.

La turbina exploto.

El vehículo aéreo se sacudió ante el suceso.

Maldijo a aquella mujer, la cual sonreía, apoyándose en el arma con la que, en lugar de incapacitar la compuerta o el, incapacito la avioneta, una de las avionetas de la revuelta ucraniana, sabiendo que, una vez el vehículo dañado se inutilizara por la policía en Japón, no había forma en la que los extranjeros tratasen de recuperarla.

Cuando sea amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora