épilogue

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Incluso desde afuera, mientras sacaba las llaves del no solo su apartamento, pudo sentir el olor del cangrejo enlatado, aquel marisco que era lo único que parecía Dazai tragar con avidez y felicidad, nunca se quejaba de su comida, pero no parecía tan feliz como con el cangrejo.

Aquella basura llena de preservantes y poca nutrición, suspiro.

Saludo, anunciando su llegada mientras sacaba sus zapatos y su gabardina la colgaba cuidadosamente en el perchero.

Dazai estaba frente al microondas, lo miro sobre el hombro con una sonrisa.

— ¿Estas cocinando? ¿No será que la tierra también temblará? — Molesto con una sonrisa, mientras se sentaba en una de las dos sillas frente a la encimera, miro la botella de sake a la mitad sobre la barra, frunció el ceño, dirigió su mirada a la espalda del castaño moviéndose para buscar un recipiente para el mismo, sabiendo que Chuuya lo regañaría si lo veía tomando directamente de la botella.

Tomo la botella y empezó a beber de ella, sin ánimos de buscar un vaso, el contrario respondió.

— Me vi en la necesidad de prepararme algo para comer si quería sobrevivir. — Se dio la vuelta, sonriendo ante el pelirrojo bebiendo de la botella.

— Llegue tarde por que todos insistieron en celebrar el ascenso de Ango. — Suspiro, Dazai se encogió de hombros.

Se levanto, con la botella en la mano, aun con un poco del líquido adentro. Entonces decidió tirarla en la basura.

— Chuuuuyah — Lloriqueo el castaño al verlo tirar su preciado sake, el contrario se encogió de hombros, Dazai le dio la espalda, ofendido.

— Te ves bien cocinando. — Bromeo, mientras le daba una palmada en el trasero, Dazai dio un saltito. Lo observo de reojo llegar a su lado, sacando sus guantes para lavarse las manos.

— Si te pone creativo puedo ponerme un delantal. — Provoco, Chuuya le golpea con la cadera.

— Mierda, ¿siempre quieres tener sexo? — Seco sus manos con un trapo, mientras lo acusaba divertido.

— No recuerdo haber dicho algo parecido. — Le miro con una sonrisa traviesa, saco el contenedor de su cena del microondas. — Chuuya, eres un pervertido.

El contrario se avergüenza, dándole la espalda, mientras se dirigía a la habitación. Dazai lo siguió con la mirada, le oyó quejarse del desastre que había en la sala, entonces oyó el característico collar tintinear, uno de los peludos se acercaba rápidamente, suspiro con fastidio.

Miro molesto al can, el cual se sentó a su lado, ansioso, mientras su colita se movía en el suelo, tan rápido como si fuera un abanico, velando por lo que tenía entre las manos.

Esa era una de las desventajas que no le dio mucha importancia cuando decidió invadir el apartamento del pelirrojo, aquel par de monstros que siempre lo seguían, arañaban las puertas cuando quería bañarse, se montaban a los muebles cuando dormía o veía la tele, jugaban con sus zapatos o se mordían entre ellos y terminaban por morderlo a él.

Baki era un pequeño demonio hijo del mal, el cual siempre destrozaba sus pantalones, cuando los dejaba regados de forma descuidada (cuando ponía su atención en tener sexo con Chuuya, quiere decir), velaba su comida y ladraba enojado cuando no la conseguía, lo mordía cuando notaba que ya no tenía comida en su plato.

Croissant era un pesado, cuando lo veía dormir, recostaba sus 100 libras de peso encima de él. Se encimaba sobre el cuándo lo veía con comida, ensuciando su ropa, dormía encima de sus zapatos, y luego era un milagro si lograba arrebatárselos.

Cuando sea amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora