El arreglo para dormir esta noche había sido satisfactorio, aunque cierta parte de Clark estaba desilusionada. Había sido confinado, por auto implicación, al sofá pequeño de su sala tras argumentar que realmente no necesitaba dormir mucho y que mañana harían mejores arreglos. Lex y Conner volvieron acurrucarse en una punta de la cama, uno sobre el otro, de forma posesiva; era tan tierno como perturbador de observar. A pesar de todo, Kent podía contar sus pequeñas batallas ganadas con entusiasmo. Se daba por satisfecho al haber logrado que Lex comiera dos porciones de pizza, aunque su hijo, por otro lado, no necesitó mucho incentivo para inhalar el resto y declarar que era la mejor comida del universo. Ese pequeño detalle, mínimo, lo hizo parecer tan infantil que casi rompió el corazón del Kent mayor. Estaba seguro que Luthor sintió algo similar, cuando vio el reflejo de pura tristeza rodear sus pálidos ojos y sonreír suavemente; había determinación, también y él la conocía en carne propia. El hombre mayor nunca había sido capaz de dar menos que todo y esa mirada decía que haría todo por que Conner se mantuviera así. También se sintió bastante realizado cuando aceptó la ropa vieja, colocándose algunas de las más holgadas para sentirse cómodo al dormir, sin poner demasiada resistencia y lo atrapó, oliendo el aroma reconfortante del jabón de su madre (se preguntó si, al ser un clon, también tendría determinados patrones preestablecidos en su cerebro y un recuerdo lejano de esta clase de aroma, o la ropa misma, como si alguna vez hubiera sido suya).
Clark no pudo dormir esa noche, y no porque fueran las ocho de la noche y ya estuviera acostado, sino porque no podía dejar de escuchar los corazones de la habitación contigua y sus cambios; percibió un par de pesadillas, algunas de parte de Lex mismo, silenciosas, pero las de Conner eran perturbadoras: gritos mudos, lo vio arañándose la carne y llorando como si fuera un crio, lo que era en cierta medida, contrastando completamente con la figura que dejó visible durante todo el tiempo que lo conoció. La primera vez había ido al cuarto para ver que sucedía, la mirada depredadora y fiera que le regaló Lex, mientras envolvía a su hijo entre sus brazos y lo consolaba, quemaba su mente; era clara la capacidad de destrozar el mundo que tenía el hombre si alguien volvía a dañar a su hijo. Después de eso ya no pudo dormir, así que decidió ir a patrullar.
Sus pasos, como siempre, lo llevaron a la torre de LexCorp y como era de esperarse "Alexander" estaba allí, como si estuviera esperando que él llegara, lo que probablemente era cierto. El hombre salió a la terraza, mirando con desdén a Superman y bebiendo un buen vaso de whisky extremadamente caro. Por unos momentos no se acercó, porque no estaba seguro de poder comportarse de otro modo, pero cuando el hombre susurró su nombre, bueno, alias, en espera de llamar su atención, no tuvo más remedio que hacerlo. Bajó a una buena distancia entre ellos, brazos cruzados firmemente sobre su pecho, su logo. No fue quien comenzó la conversación, y esperó a que el clon fuera quien dijera las primeras palabras, porque sabía que, si él abría su boca, lo mordería de forma literal y no agradable; si podía arrancarle la cabeza, lo haría gustoso.
— Tus amigos tienen algo que me pertenece —. La voz salió aburrida, desinteresada y casi monótona, aunque sus ojos reflejaron lo contrario; una furia contenida—. Agradecería que se me sea devuelto sin daños.
— No hemos tomado nada que te pertenezca.
— Lamento diferir. Requiero que mi propiedad sea devuelta, Superman, o la buscaré por mis propios medios y ambos sabemos que eso no terminará bien.
— Quiero verte intentarlo. Jamás, Luthor, jamás volverás a poner un dedo sobre ellos —. Rugió, sus brazos se desplazaron a los lados mientras cerraba sus puños y sus ojos se volvieron rojos, con rayos contenidos, pero muy deseosos de salir. Dio unos pasos cerca, pero no lo suficiente para realmente acercarse, podía sentir desde esta distancia cómo poseía al menos un fragmento de Kryptonita sobre él, no quería volverse vulnerable en este momento, a pesar de que moría por sacarle la sonrisa sádica que se formó en su rostro.
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Ficción GeneralLa Liga llega a un viejo laboratorio de Lionel, para descubrir que se guardaban demasiado secretos durante décadas y que el proclamado villano de Clark Kent no es nada más que una farsa. La verdad, como siempre, se esconde bajo cada escombro que se...