Segundo Brote: El Día en que Todo Inició

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—Si pasan por acá, verán el patio lleno de árboles...

Había apenas cinco alumnos inscritos en el primer año de la Academia Eden, una escuela exclusiva para niños floricultores y come flores, pero eso estaba bien. Aunque fuera un país grande, que naciera uno era raro y no solo eso, que sus padres lo inscribieran a la escuela y no los abandonaran lo era aun más.

Por eso la escuela era gratuita, además de que era mantenida por come flores en altos cargos del gobierno, para que los niños no sean discriminados por los "normales".

Anya veía con asombro lo grande que era pese a que no habían muchas personas. Había niños en la sala de juego, otros más leyendo en la biblioteca y algunos platicando entre sí. Podía ver que algunos hasta tenían flores a lo largo de su cuerpo, como ella.

—Henry, ¿puedes venir un momento...?

—Con gusto, señor Swan —indicó el profesor—. Quédense aquí, ya vuelvo.

Damian aprovechó para hacer su gran entrada. Era su momento de llamar la atención cuando aún nadie se conocía, pues no quería ser apartado como su familia había hecho. Tenía que destacar, tenía que brillar.

—Escúchenme, mocosos —exclamó con seguridad—. Yo soy el gran Damian y ahora todos ustedes están obligados a servirme, ¿está claro?

Aprendió muy bien de Bond y de las personas en la que fue su familia. Estaba convencido de que había convencido a todos de ser sus amigos.

—No quiero —comentó Anya—. ¿Por qué Anya debería servirle a un ñoño como tú?

Anya lo dijo con indiferencia, pero Damian se lo tomó en serio. Ella lo insultó, ella lo desafió, ella rechazó su amistad.

—¡¿Cómo me llamaste?!

Anya notó que lo había hecho enojar. Temerosa, retrocedió un poco y recordó las palabras de su madre.

"Escúchame, Anya. Cuando alguien sea grosero contigo, solo tienes que sonreír. Una sonrisa es tu arma más fuerte, ¡detiene una pelea antes de que comience!".

Así que Anya mostró la sonrisa más sincera que pudo, aunque no sintiera ni un ápice de felicidad.

—Ñoño —murmuró Anya—. Heh.

Damian vio esa sonrisa como si ella se estuviera burlando de él. Anya no sabía lo irascible que era Damian, por eso no se esperó que él se lanzara a golpearla, pero, antes de que él pudiera siquiera acercarse a ella, Anya utilizó toda la fuerza que tenía gracias a su parte vampira y le atinó un golpe en la mejilla.

Lo que pasó después fue algo que marcaría el destino de la vida de ambos. Anya no había notado que un pequeño brote de girasol crecía en su mano, brote que terminó en la boca de Damian debido a la fuerza del golpe y, por esto mismo, un poco de la sangre que había chorreado gracias al golpe que ella dio terminó en su mano.

Damian tragó lo que tenía en su boca. Muy tarde se dio cuenta de que era una de las flores de esa niña.

Anya se sintió muy atraída al rojo que manchaba su piel. No pudo evitar lamerla toda sin dejar rastro.

No lo hicieron después de pensar en las consecuencias, no, ellos no sabían qué estaban haciendo. Para ellos, fue un momento de descontrol que no sabían era el acontecimiento que enlazaría la vida de ambos para siempre.

—Ya reg... —dijo Henry cuando regresó, más se detuvo al ver la escena frente a él.

Una niña miraba su puño, que parecía tener rastros de que una flor fue arrancada, mientras que un niño estaba en el piso sobándose la mejilla. No era difícil adivinar qué había pasado.

La Flor de DamianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora