Tercer Brote: El Día en que Todo Cambió

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Al día siguiente, el grandioso Damian apareció en la escuela, como era de esperarse pues era un alumno de la escuela, pero él quería creer que privilegiaba a todos con el acto de hacer presencia.

Aunque lo que se encontró cuando llegó no se lo esperó.

Ewen estaba parado delante de Emil, como si lo protegiera, mientras Anya parecía querer acercarse a ellos. Observándolo todo desde la distancia estaba Sharon.

—Anya... Anya quiere ser amigos...

—¡Me quiere matar!

—Tranquilo Emil, yo no dejaré que eso pase —tranquilizó Ewen al floricultor—. ¡Después de lo que hiciste ayer, nadie te creerá que quieres amigos!

Anya se sintió demasiado triste al escucharlo. Ella realmente lo decía de verdad, pero no le creían por golpear a Damian. Ni siquiera pedirle perdón lo solucionaría...

—Déjalos, son idiotas —intervino Sharon—. Ninguno sabe lo sorprendente que eres.

Las mejillas de Anya se sonrojaron cuando la escuchó. Sus palabras lograron emocionarla.

«Creo que con ella va a estar bien».

Damian vio la escena frente a él en silencio. Ya dos grupos de amigos parecían haberse formado... ¡y él no estaba en ninguno!

—¡El gran Damian ha llegado!

A ninguno pareció importarle, cosa que lo molestó.

—¡No me ignoren!

Anya esta vez lo volteó a ver, cosa que llamó la atención de Damian.

—Dango...

Más Sharon la detuvo antes de que dijera algo.

Damian quería hablarle. Sentía extraño cada que la veía, creía que era un sentimiento de culpa que se iría apenas lograra pedirle perdón. Aunque ella no aceptara las disculpas, él lo habría intentado.

Si tan solo pudiera...

—Déjalo, no vale la pena.

—P-pero... Anya debe...

—Bien, alumnos, hora de su primera lección.

Anya perdió su primera oportunidad de pedirle perdón. Ella en realidad no había notado que él estaba ahí. Por otro lado, Damian se sentía humillado de nueva cuenta. No quería que eso se volviera normal.

Cuando terminó el primer curso y tocó un receso, Anya se escabulló de donde estaba Sharon para ir a buscar a Damian. Lo encontró solo, sentado en el patio, sosteniendo una pelota en la mano mientras murmuraba cosas para sí mismo.

—No es que yo deba pedirle perdón, es que herí sus sentimientos y ella cree que debo hacerlo. No es mi culpa, es de ella, pero debo hacer como si fuera mía para...

Anya no notó que él estaba diciendo cosas, así que decidió interrumpir.

—¡Dango!

Cuando Damian la miró, creyó que ella había escuchado todo lo que él dijo, por lo que la miró de manera intimidante. Ella, privada de toda la valentía que sentía al acercarse, tembló ante la mirada ajena.

—D-Dango... —balbuceó Anya—. Anya... Anya lamenta mucho lo que pasó ayer... Anya solo quiere... ¡Anya solo quiere ser amiga tuya!

Damian la miró llorar, sin saber qué era lo que verla sollozar de esa manera despertaba en él. Se sentía en un trance, cautivado por los pequeños pero hermosos girasoles que brotaban de las lágrimas que salían de sus ojos. No entendía lo que pasaba, pero sentía una enorme obligación de proteger a esa chica y de evitar que siga llorando.

La Flor de DamianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora