Cuarto Brote: La Clase de la Revelación

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Damian no tardó en hacerse amigo de Emile y Ewen, mientras que Anya siempre jugaba en los recesos con Sharon. Aunque a ella se le hacía raro que Anya prefiriera jugar en la sombra, no le importó, creía que su madre le había metido en la cabeza un ritual raro de cuidado de la piel.

Más habían días en los que tanto Anya como Damian sentían hambre, por lo que solo una mirada bastaba para comunicar lo que querían hacer. Esos días, ambos se escabullían en el receso para ir a su lugar secreto, una parte de la escuela escondida detrás de la barda. En esta había un hueco donde ambos cabían que llevaba a un pequeño jardín rodeado de árboles. Nadie los encontraba ahí, además de que podían alegar que no era parte de la escuela.

Era su lugar especial, su lugar íntimo, un lugar donde solo existían ellos dos, como si fuera otro mundo.

—¡Dango! —gritó Anya emocionada al lanzarse sobre los brazos de Damian—. Anya te quiere decir que...

—¿Que...? —repitió, abrazándola, dejándose embriagar por el tan particular aroma que ella tenía.

—¡Que Anya quiere tomar más sangre!

Damian rio, sabía que ella querría eso, era parte de su naturaleza vampírica, y más si llevaba una semana sin tragar gota alguna.

—Y Anya podrá tomar mi sangre con gusto.

Damian dejó ver la zona en la que Anya siempre lo mordía y ella no dudó en clavar sus colmillos en el lugar para poder tomar la ambrosía que para ella era la sangre de Damian. Él ya se había acostumbrado a la sensación, hasta le resultaba placentero sentir cómo ella se alimentaba de él.

Llevaban poco más de un mes en esa extraña rutina, una rutina que no entendían y verdaderamente no sabían por qué se sentían tan atraídos mutuamente. Para Damian, las flores de Anya se volvieron su vitalidad, su energía, toda la fuente de nutrición que los suplementos alimenticios habían fallado en darle. Para Anya, la sangre de Damian se volvió su ambrosía, un manjar digno de un dios, la única manera en que ella podía nutrirse sin debilitarse.

Más esa dependencia no había creado un vinculo entre los dos fuera de eso...

Cuando se veían fuera de su lugar secreto, ambos se odiaban. Anya no soportaba que Damian la quisiera tratar de su sirvienta y a Damian no le gustaba lo engreída que era Anya, por lo que siempre se sentaban en lados opuestos del salón.

—Muy bien clase, hoy es día de clase de biología.

La maestra Amelia parecía tener mucha energía ese día... más de lo normal, ella era muy enérgica.

—¿Biogía?

—Biología, Anya. Hoy tienen que aprender algo fundamental... —Hizo unos garabatos en el pizarrón—. ¡La relación entre floricultores, come flores y humanos!

Damian bufó. No sabía qué otra cosa podía aprender además de que los humanos los odiaban.

—Supongo no soy la única aquí que ha sido discriminada, pero la clase no va de eso, niños~. Por ejemplo, Emile es un floricultor y Ewen es un come flores, pero ¿se han preguntado qué significa eso?

—Pues de un floricultor crecen flores y el come flores se las come, ¿no?

—Bien, señorita Sharon, eso es lo que aparenta por fuera, en realidad hay más cosas implicadas... —Dibujó una flor y una figura humana—. Se hace un intercambio de sustancias entre ambos, por eso a ustedes les dan suplementos alimenticios y no se alimentan como lo hacen los adultos.

—Maestra —llamó Anya—. Anya no entendió.

—Para ponerlo en términos simples.... —Dibujó una flecha en ambos sentidos entre la flor y el humano—. Un floricultor se alimenta de los fluidos, como la saliva, de un come flores. Eso sí lo entienden, ¿verdad? —Todos los niños asintieron—. Pues no es solo para nutrirse, también inician a... umm... absorber la esencia del come flores, se segrega un aroma en particular que otros come flores captan e inician a evitar ese floricultor, ¿se entiende?

La Flor de DamianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora