Sexto Brote: Por Sobre el Orgullo

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¡Hola, chicos! Az reportándode se regreso de la muerte y con un nuevo capítulo de esta historia. Perdonen por abandonarla o quitarla de mis publicaciones, pero me daba ansiedad tener una historia en hiatus en mi perfil x.x pido perdón.

Pero aquí estamos con la historia otra vez :D ahora sí para terminarla, aunque insisto que será corta... creo.

Actualizaciones cada que me den ganas. El siguiente capítulo muy probablemente será corto porque después haré un... ups, casi spoileo. Comos ea, disfruten el capítulo. <3

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—Buenos días, chicos~.

Estaba la maestra Amelia, como siempre, parada frente al salón al que le tocaba dar clases... excepto que había una diferencia. Anya no estaba.

—Hoy no contaremos con la presencia de Anya porque tiene que cuidar su salud, pero vamos a esforzarnos mucho por ella, ¿sí?

Ewen, Emile y Sharon asintieron y siguieron como si nada, más Damian no pudo hacer eso. Las palabras de la maestra por un momento le recordaron cuando su familia lo obligó a irse a vivir lejos sin siquiera preguntar su opinión.

¿Y si Anya no volvía? ¿Y si en realidad la maestra les mintió para no decirles que Anya se cambió de escuela?

¿Y si había sido su culpa?

No pudo concentrarse en toda la clase de solo pensar eso. Él era el maravilloso Damian Desmond, un come flores que jamás haría nada mal y no le debía explicaciones a nadie. No tenía por qué preocuparse por una niña tan insignificante. Es más, hasta su vida iría mejor sin...

A nadie engañaba, quería disculparse con ella. Creyó que Anya iría a pedirle perdón como la primera vez, pero no lo hizo. Esperó, esperó y esperó, pero ¿qué logró con eso? Arruinar todo.

Tenía que dejar de ser tan orgulloso.

Si quería comerse los girasoles de Anya y sentir cómo ella clavaba otra vez sus colmillos en su piel, debía decírselo de frente.

Por eso, cuando fue hora del receso, no fue al patio como sus compañeros, en realidad se acercó a la maestra.

—Maestra... —susurró, tímido y apenado—. ¿Puedo hacerle una pregunta?

Amelia se agachó para quedar frente a él y sonrió.

—Ya la hiciste, pero claro que puedes hacerme otra.

Las palabras de la maestra no lo hacían sentir un poco más valiente de decir lo que quería, solo hicieron que quisiera irse de ahí, más por primera vez debía tragarse su orgullo y hablar de frente.

Si quería saber de Anya...

—¿Qué le pasó a...? —masculló, casi como si no quisiera que nadie lo escuchara—, ¿a Anya...?

Entonces Amelia supo de qué trataba todo.

—¿Tú y Anya son cercanos? —preguntó, como si quisiera molestarlo un poco—. No puedo contarte nada de eso si no me dices, Damian.

Era la mejor forma de solucionar las cosas, ella lo sabía; sin embargo, dependía de cuán dispuesto a hablar estaba él.

—Bueno... nosotros...

Se sentía tan avergonzado que no quería hablar. Tenía que admitir que le gustaban esas flores a un adulto y no solo eso, sino que también iba en contra de las reglas de la escuela. Estaba jugándose una expulsión.

La Flor de DamianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora