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Todo lo ocurrido parecía un sueño o una lejana fantasía creada por el subconsciente de Stan, pero todo había pasado de verdad, era una realidad en que las inocentes sensaciones del azabache eran recíprocas.

Cada noche sale a buscar a recién nacidos para atarles un hilo rojo de forma que en algún momento posterior de sus vidas puedan encontrarse.

Las fresas del canasto desaparecieron, la mayoría fueron ingeridas por Stan mientras que Kyle lo observaba como si fuese lo más adorable del mundo, sus ojos brillaban cual constelación en el cielo y la sonrisa se ampliaba cada vez que lo veía masticar. 

La luna terminó por aparecer, era luna llena por lo que iluminaba todo el parque semi vacío, solo había un par de niños corriendo por el lugar y los dos tortolos aún sentados sobre la manta, se reían igual que en los viejos tiempo, cuando eran amigos y nada más. 

- ay... ay mi estómago - Kyle llevó sus manos sobre su vientre y lo apretó con fuerza en un intento de calmar sus dolores - no vayas a vomitar - comentó Stan divertido, en respuesta a eso el mayor golpeó su brazo amistosamente - tú eres el que vomita acá - una vez dicho eso se observaron y se largaron a reír nuevamente. 

- por cierto ¿qué hora es?  - preguntó Stan cuando logró recuperar la respiración e instantáneamente Kyle sacó su celular - son las 20:46... ¡Dios mío que tarde es! - exclamó, aunque no estaba tan alarmado, recordó que el tren cerraba sus puertas a las 21:30 horas, tenían tiempo para volver a casa - ya deberíamos irnos - dijo Kyle.

- quiero quedarme acá... eternamente - observó a su amado con una sonriente mueca y ojos enamorados, éste reaccionó con un sonrojo y desvió su mirada para no ponerse más nervioso ¿por qué reaccionaba así ahora que todo estaba claro?

- pero si no volvemos nos perderemos el tren - respondió un poco más serio, cosa que hizo que el menor soltara pequeñas risas traviesas - no me importaría quedarme acá toda la noche, si es a tu lado nada me importa - hasta el propio Stan desconocía su lado coqueto y romántico, Wendy fue testigo de sus ñoñerías amorosas, pero no se soltaba con tanta confianza como con Kyle, con él todo era diferencia, el sabor de la fresa era más dulce y el frío más apacible a su lado.

- ya basta Stan - reclamó mucho más nervioso, su estómago se revolvía como una intoxicación, pero con diferencia que le causaba una extraña sensación de dulzura y placer - no quiero que te pase algo, además iremos juntos ¿no?

Nuevamente ambos se miraron con un amor apasionante, sus miradas reflejaban las ganas que tenían de abrazarse.

Procedieron a levantarse, Stan ayudó a Kyle a limpiar la manta para sacarle los restos de césped y tierra, envolvieron la manta y el pelinegro la colocó en la mochila ajena con cuidado.

Con el canasto en mano, ambos se fueron en dirección al metro, el cuál no estaba tan lejos.

De la nada el ambiente se volvió levemente incómodo, después de la tanda de risas y caricias, no sabían que hacer; Kyle pensaba si era buena idea darle la mano, o aún era muy rápido el paso que quería dar, mientras que Stan pensaba en qué tema de conversación sería el más adecuado sin que se note su nerviosismo.

— ¿tienes... la tarjeta lista? — preguntó el mayor con voz baja, recibió una respuesta positiva con un simple movimiento de cabeza.

 
Ambos con las tarjetas del tren en mano, hicieron la fila para poder pagar y pasar el torniquete. El silencio seguía invadiéndolos, a Kyle se le notaba un leve sonrojo mientras que están estaba sintiendo como su estómago se contraía rápidamente, llevó sus manos para apretar la zona adolorida en búsqueda de aliviar el vómito que quería salir.

Cuando ya era el turno de ellos, el primero en pasar fue Stan, el cual arrastró la tarjeta de estudiante de escuela por la máquina para pagar su pasaje, Kyle le siguió, la tarjeta tenía un color diferente a la del menor, exactamente era de color morado, mientras que la de Stan era celeste.

El cartel que estaba dentro de la estación anunciaba el el próximo tren llegaba en 15 minutos, ambos chicos temían que esos 15 minutos fuesen los más largos de su vida.

El pelirrojo movía su pie en un movimiento parásito por los nervios, tenía muchas ganas de tomar la mano del azabache y acariciar su piel suave, pero seguía preguntándose si era lo correcto, si era el momento para ello o debía esperar más dar el paso.

— Kyle... — la dulce voz de Stan entró por sus oídos y calmó un poco sus nervios, volteó a verlo, ya que estaba a su lado pero con su mirada pegada en los rieles del tren — ¿sí? — le regaló una tierna sonrisa, vio a su amado un poco apenado ¿qué le había pasado?

Stan tomó una bocanada de aire un poco exagerado, miró hacia arriba para observar los brillantes orbes de su amado, se sonrojó levemente al ver su gran belleza y había olvidado un segundo el por qué le había llamado.

Cuando recordó lo que realmente iba a hacer, susurró muy bajo, casi inaudible — perdóname, pero... — Kyle hizo un sonido vocal parecido a un "¿mm?" para que repitiese lo que dijo, pero en vez de recibir una respuesta con palabras, recibió un gran apretón en su cuerpo, de un segundo a otro se vio envuelto en los brazos de Stan.

Las mejillas del pelirrojo terminaron por teñirse de un color burdeos fuerte, observó hacia abajo y vio la cabellera oscura y un poco del rostro ajeno, de igual manera estaba sumamente rojo, pero con más tonalidades rosas, la punta de su nariz chocaba con su estómago, su cintura fue abrazada de manera dulce y tímida.

Demoró un poco en corresponder debido a la sorpresa que le causaron sus acciones, era algo parecido a lo que deseaba hacer, solo que él fue más valiente para atreverse. Rodeó el cuello ajeno con sus brazos, mientras que entrelazaba sus dedos en los cabellos ajenos y hacía rulos con su dedo índice.

No hubo sonido, ni palabras, solo ellos abrazándose, el ambiente incómodo logró transformarse en un entorno lleno de dulzura, la gente dejó de moverse a su al rededor, todo ocurría en cámara lenta, el rostro de Stan oculto entre los ropajes de su amado y su cabello siendo acariciado por este era lo más cercano a estar en el cielo.

Así pasaron los 15 minutos de espera, el mundo ralentizado, solo existían esos dos corazones amándose loca y dulcemente, sin ningún miedo ni prejuicio, sin temor a ser juzgados o no correspondidos, por fin las cosas estaban saliendo a favor de ambos enamorados.

Cuando el tren llegó fue cuando el mundo volvió a su velocidad normal, fue el despertar del trance en el que ambos estaban metidos por voluntad propia. A penas se estacionó y abrió las puertas, ambos chicos fueron casi corriendo a buscar un buen asiento. Kyle fue el primero en divisar el asiento de siempre, el que estaba pegado a la ventana y cerca a la puerta de salida, tomó rápidamente a Stan de la muñeca y lo guió al que él creía era el mejor asiento del tren.

Ya ambos sentados y el tren partiendo, Kyle comenzó a sentir el frío de la noche, a pesar de poseer vestimenta abrigada, sus manos estaban gélidas y tenía leves espasmos como reacción de su cuerpo por el frío.

— ¿qué tienes? ¿estás bien? — preguntó Stan.
— s-sí, todo bien.

Por inercia tocó las manos de su amado para ver algún indicio de lo que podría tener, y a penas tocarlas el frío le invadió el cuerpo.

— estás congelado — dijo mientras seguía tocando sus manos, Kyle se limitó a mirarlo como un perrito abandonado. 

Stan no sacó sus manos, aprovechó la oportunidad de tocarlas y acariciarlas, y, como si de magia se tratase, el frío del mayor se fue desvaneciendo, extrañamente el calor corporal de Stan estaba mucho más elevado que el suyo y llevaba ropa más desabrigada.

— wow, los síntomas de la vejez es tener frío siempre — comentó Stan entre risas burlescas, rompiendo el fugaz momento romántico de su primer agarre de manos, Kyle estaba fastidiado, por eso y por la broma pesada, aún así soltó risas.

— no seas tonto — separó sus manos de las de su amado — a ti ya te queda poco para llegar a la "vejez".

— mm, ya me queda poco para cumplir 19 ¿crees que pueda tener algún síntoma cuando los cumpla?

Nuevamente y como de costumbre los chicos comenzaron a bromear, a reír como niños pequeños al punto de que la poca gente que había en el tren les miraba con fastidio.

 Aunque el hilo se puede estirar, nunca se puede romper. 

Estación ¹⁴ ✧・゚South Park | StyleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora