V- Abîme sans fin

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Al parecer aquella pequeña ciudad a comparación de la villa de las flores era más oscura y opaca.

Llena de gente poco amigable que evita Hanagaki debido a las intensas miradas que les dedica.

 —¿Me dirás a donde vamos? —le pregunto debido a la distancia ya recorrida.

 —No, ya estamos cerca y estoy seguro de que será una buena vista.

Solo lo miro, no tengo más opción que ir con el a donde decida llevarme.

—¿Por que todo aquí es tan gris?—pregunto pasándome a su lado.

—Quizás porque no tienen un motivo para vivir—suelta una pesada exhalación—No lo se, o tal vez el simple encanto de la villa de lo monótono.

 —Oh, quizás es lo primero—sonrió.

—¿Por qué lo dices?—levanta una ceja ante mi respuesta.

 —He conocido gente que sin importar cual invariable sea el lugar donde vive lo hacen parecer tan cálido y agradable.

—Puede ser, tanto peso sobre los hombros de unos pobres humanos.

—No lo digas como si fueras un dios—reclamo un poco burlón.

—No soy un dios, soy un vampiro. Una criatura envuelta de muchas creencias... Un ser en la delgada línea de la vida y la muerte.

Dice mientras subimos por aquel camino de filosas piedras para llegar al borde de un abismo oscuro siendo iluminado por las lumbres del ocaso que prenden las últimas llamas del día.

Si, sin duda era hermoso... Pero muy doloroso para mi.

Se puede ver la escena de muchas formas posible, pero yo la interpreto como un espectáculo para tristes donde éstos pueden profundizar en el abismo aun más corrompido de su propio ser. Como el mío, que vio a la persona mas importante de su vida saltando a uno. Cayendo a un vacío como si no tuviera porque seguir intentando... Como si no tuviera por quien vivir, a quien amar.

—¿Qué opinas?—pregunta sentándose al borde—Yo creo que es lindo.

—S-supongo que no esta mal—titubeo tratando de apagar esas voces en mi cabeza que sugieren que haga lo mismo que mi hermano años atrás.

—Tu mirada—indica—No es la usual.

—¿Mi mirada?—inquiero—¿Cómo es normalmente?

—Si bien es oscura como el cielo siempre esta bañada de una inmensa curiosidad—dice acunando con sus frías manos mi rostro—Ahora no tiene ese brillo único, no brilla como un diamante negro envuelto en los mil.

Si, sin duda tengo algo muy claro de Hanagaki Takemichi, es una persona atenta a los detalles que probablemente se fija en todo lo que tiene alrededor.

—No tenia idea de que fueras tan cauteloso a la hora de observar algo.

—Lo soy—sonríe orgulloso—Te lo dije al verte, me pareces lindo.

—Tú tampoco estas mal Mitchy.

—Y ahí están de nuevo los apodos—rueda los ojos—Que tal Mikey.

—No suena mal.

Suspira—Se que esto puede ser difícil pero... Siento que si nos llevamos bien como dijiste podríamos superarlo hasta que encontremos como romperlo de una manera en la que ninguno sufra daño.

—Suena bien para mi—recargo mi cabeza en su hombro—Es cómodo.

—Si—nos quedamos así un rato hasta que finalmente tome valor y le dije:

—Te confesare que aunque en este poco tiempo me has dado la libertad que nunca tuve para hacer lo que quisiera—la opía creía al igual que el sentir más esa gélida piel, lo miro directamente a los ojos—Creo que soy esclavo de mis propias decisiones. Curioso porque el hecho de ser libre me hace sentir prisionero.

—Ambos somos prisioneros—dice tan calmado como un estanque—Prisioneros de una ilusión de la libertad cuando realmente estamos juntos por algo que no va más allá de intereses personales.

—Pareces entenderlo—susurre.

—No se si lo entienda, pero se que no todo es fácil—una sonrisa pequeña se dibuja en su rostro—Sin duda hay cosas que queremos olvidar ¿Cierto?

Analice sus palabras detenidamente... Olvidar...

—¡¿Viste mis recuerdos?!—pregunto alarmado, evitando su mirada viendo al atardecer.

—Si—sincera—Así que realmente fue una vida dura, trate de no mencionarlo por eso también elegí este lugar—dice en espera de unas respuestas—Si lo deseas cuéntame lo que quieras.

Mis labios se abultan y las lagrimas amenazan con salir.

—¿Crees que fue malo lo que hice?—pregunto con la cabeza agachada.

—Quien soy yo para juzgar, hacerlo con otros es fácil pero es mucho mas complicado hacerlo con uno mismo—habla sereno—¿Crees que estuvo mal?

—No lo se, estoy confundido—titubeo—es solo que me trae no muy agradables memorias—sonrió melancólico—Quisiera solo dejarlos ir.

 —Bueno, si te trae malos recuerdos— dice balanceando sus pies en aquel vacío—Olvídalos en el abismo.

Deja de balancear sus pies, se levanta y da un salto hacia abajo.

 —¡¿Qué crees que haces?!—lo alcance a tomar de la mano tratando de no pensar en cuan profundo era ese abismo que parecía no tener fin.

 —Despidiéndome de mis miedos—sonríe mostrando esos largos colmillos—Eso es lo que hago.

  —Eso no... No era a lo que me refería.

—¡Oh!—dice sorprendido—Creí que era una buena forma.

—Sabia que eras un tonto pero no que tuvieras el valor para  intentar suicidarte.

—Em primera no soy tonto, en segunda no intente suicidarme.

—Claro, claro que tonto soy estabas dejando ir tus miedos—dije con burla.

—Y una tercera y ultima cosa además olvidaste que soy un vampiro y puedo volar—señala con obviedad—De verdad que tonto eres Manjiro.

  —Estúpido idiota—mi ojo tiene un leve temblor—Solo no vuelvas a hacerlo y menos cuando nos empezábamos a llevar bien.

—Lo intentare—vuelve a sentarse a mi lado—Yo que creía que empezabas a comprender mi encanto.

—¿Cuál es tu encanto precisamente?—trato de indagar.

Se mantiene en un silencio algo forzado, intentado formar un mal momento dramático.

—¿No me dirás?—vuelvo a preguntar.

—Pues ya que vamos a conocernos mejor supongo que deberías descubrirlo tu mismo.

—Pues si ese "encanto" tuyo es tu arrogancia, tu orgullo, tus miradas asesinas, tu actitud infantil... Lo descuidado y descarado que eres no me interesa.

—¡Vamos!—reclama—no seas tan duro conmigo, si tú mismo dijiste que te gustaban mis ojos—los señala.

—Si eso dije, físicamente tampoco estas mal—lo miro de arriba a abajo—pero tu personalidad no es del todo una maravilla.

—La tuya tampoco, preguntas por cada cosa que se cruce en tu camino.

—Es mejor que ser un tonto engreído.

—Bueno—suspira resignado—al menos intente convencerte.

—Suerte para la próxima Mitchy.

Ambos seguimos así, sin pensar en aquello que nos obliga a permanecer unidos y a morir sin el otro.

—Lo necesito—dice mirando al cielo que ahora se pinto de todos azulados y violetas.

—¿Qué necesitas?

—Saber que piensas tú de tus actos.


Vin rouge (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora