Culpa

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Apo:

Desperté en mi cama con una resaca terrible, Pong ya se había ido al trabajo y todos los recuerdos de la noche anterior vinieron a mi mente.

El Gimnasio, la cena, las bebidas, la charla... El beso.

Mierda, había besado a Mile. La culpa de todo lo ocurrido se volvió un agujero negro en mi estómago. Ni siquiera sé porqué besé a Mile, yo amo a mi esposo y sería incapaz de engañarle.

Mi esposo...

Anoche al llegar a casa discutimos, él estaba molesto conmigo por haber llegado a casa tarde y mareado. Yo le reclamé que él me había cancelado nuestra cena a último momento.

Y ahora me encuentro aquí, con una resaca y una tremenda culpa haciendo un hueco en medio de mi pecho. Estaba consciente que debía pedirle perdón a Mile, pero no sabía cómo contactarlo, y pedirle a Pong su contacto, no era una opción. Tendría que esperar a vernos en el Gimnasio, quizá él ya no quiera verme nunca más. Y ahí había perdido al primer amigo que en años me causaba comodidad y confort.

Después de meditar por mucho tiempo en la cama, decidí que ya era hora de levantarse, el restaurante no se atendería solo. Fui al baño para tomar una ducha y para luego tomar unos analgésicos para el dolor de cabeza, cuando vi mi reflejo en el espejo, me di cuenta del desastre que era, tenía unas ojeras bastante notorias, parecía que no había dormido en semanas.

Luego de alistarme, bajé a desayunar. Una taza de café era lo que consistía mi desayuno, Pong me decía que para ser un chef, mi alimentación era pésima.

Pong, cada vez que pensaba en él un torbellino de emociones me embargaba. La felicidad, porque era la persona a quien más amaba, la tristeza, porque las cosas se estaban complicando en nuestra relación, la melancolía, porque quería que todo sea como antes y ahora la culpa, no debí besar a Mile, nada justificaba mis acciones de la noche anterior.

De camino al trabajo fui al supermercado para comprar algunos alimentos y artículos que se estaban agotando en la cocina, no me gusta que nada falte al momento de preparar mis platillos.

Una vez en mi restaurante decidí hacer un inventario de las cosas que habían en la cocina, para luego tener la reunión con mis empleados, acerca de los platillos que cocinaremos el día de hoy.

Estar en la cocina me hacía sentir feliz y tranquilo, ayudaba a que todos mis problemas se esfumen y se alejen. Preparar cada menú y cada plato, requería de toda mi concentración y eso hacía que no piense en nada más.

– Es todo por ahora, quiero que todo quede limpio e impecable antes de abrir– dije fijando mi vista a los encargados de la limpieza. – con esto terminamos la reunión, todos a sus lugares, los quiero listos y enfocados en sus áreas.

Una vez terminada la reunión, empezamos la labor de preparar todo para cuando nuestras puertas abrieran.

Ya daban las 19:30, era la hora pico del flujo de clientes. Grandes empresarios se reunían aquí, también parejas y familias adineradas, siempre buscándome para felicitarme por la comida.

– Apo, el cliente de la mesa 6 quiere verte.

Asentí y me arreglé lo mejor posible, siempre me gusta dar una buena impresión a mis clientes.

Cuando llegué a la mesa, me di cuenta de inmediato de quién se trataba. Era Mile, mi estómago se encogió y no sabía si acercarme a él o simplemente volver a la cocina. Quise optar por lo segundo, pero en el momento en el que el pensamiento cruzó por mi mente, Mile ya me miraba y sonreía, no pude hacer más que continuar mi recorrido a su mesa.

Caminos entrelazados Donde viven las historias. Descúbrelo ahora