VIII

41 4 0
                                    

Sinceramente, yo no siento nada — nos decía Steve con dejadez — ¿Vosotras? —

— Pues... yo me siento bien — les dije — Normal —

— Sí, y yo — asintió Robin

— Estoy muy a gusto, la verdad — añadió el castaño

Comenzamos a reírnos los tres como si no estuviéramos en manos de unos rusos que intentaban abrir un portal raro y que estaban apunto de matarnos.

— ¿Sabéis qué? — les dije entre risas hechando mi cabeza hacía atrás

— ¿Qué? —

— A mí también me gusta — confesé riendo con menos ganas — Me gusta —

— Se equivocaron de droga — dijo steve haciéndonos volver a reír

— Se equivocaron — asintió la rubia — Qué imbéciles. ¡Eh, imbéciles! —

— ¡Imbéciles! — comenzamos a gritar

— Está claro que nos pasa algo — asumió Robin

— Nos pasa algo — confirmamos Steve y yo al unísono

En eso la puerta volvió a abrir y apareció un guardia, el general y el doctor.

— ¿Es buen momento para decir que no me gustan los médicos? — preguntó Robin al ver como el doctor sacaba montones de instrumentos poco tranquilizadores

— Yo soy diabética — les informé

— ¿En serio? — me preguntó Steve

— Sip —

— No lo sabía —

— Yo tampoco, me enteré la semana pasada —

— Ah, bueno... —

— ¡Silencio! Vamos a intentarlo otra vez, ¿sí? — empezó el hombre de gorra roja — ¿Para quién trabajas? —

— Scoops — nos tragamos la risa ante la respuesta de Steve — Scoops Ahoy — terminamos riéndonos

— ¿Cómo nos encontrasteis? —

— De casualidad —

— Más mentiras — habló de nuevo el hombre dirigiéndose al doctor

Éste se acercó a una bandeja de plata y cogió unos alicates profesionales.

— ¿Qué es ese juguetito? ¿Adónde vas con eso? — le preguntó Steve cuando se empezó a acercar a él. Le puse la zancadilla a ver si nos daba un poco de tiempo pero éste la vio un salto mi piernas — Oye, espera. ¡No! —

— ¡El código! — exclamamos Robin y yo a la vez

— ¡Escuchamos un código! — añadí

— El código. ¿Qué código? — se acercó a nosotras el general

— "La semana es larga. El gato plateado como cuando el azul y el amarillo se topan en el oeste" — emití — ¿Cómo seguía? —

— Transmitís esas movidas de espías por toda la ciudad. Cerebro captó la señal y solo tardamos un día en descifrarlo —

— ¿Un día? — le pregunté a la rubia y ésta asintió — ¡Un día! — repetí incrédula — Os creéis muy listos, pero unos chavales que se ganan la vida sirviendo helados descifraron el código, y ahora se sabe que estáis aquí —

— ¿Quién lo sabe, suka? — me preguntó

— Dustin lo sabe —

— Oye, Steve — le regañé. ¿Por qué lo decía? Les estaríamos poniendo en peligro

The Freak                                        [STEVE HARRINGTON/EDDIE MUNSON]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora