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Albedo estaba ya casi listo para afrontar un día más de trabajo. Se puso el característico delantal verde con el logo de la floristería, como parte de su uniforme, y trató de peinarse un poco antes de salir. Finalmente agarró sus llaves y salió de su casa.

"Floristería Kreideprinz". El llamativo logo llamaba la atención de casi todas las personas que pasaban por aquella calle, sin embargo, no muchos entraban ni hacían sus pedidos.

La casa de Albedo estaba un par de minutos caminando de la floristería, por lo que llegó rápido. Su madre le saludó al entrar, con una amplia sonrisa, para después desaparecer entre las cortinas que separaban la recepción de los almacenes.
El rubio se ocupaba de atender a los clientes, apuntar sus pedidos, resolver sus dudas, e incluso era en encargado de escribir los mensajes que habría en las tarjetas que los clientes pedían, junto a los ramos de flores; mientras que su madre tenía su estudio junto a los almacenes, donde se dedicaba a hacer los arreglos florales para los respectivos compradores.

Para ser solo dos personas, Albedo y su madre se las arreglaban muy bien y trabajaban como un verdadero equipo.

El rubio estaba ya preparado para otro día común. Apuntar algunos pedidos, ver a la gente pasear a través de las grandes cristaleras de la floristería e incluso quizás tendría que soportar a algún cliente insatisfecho pidiendo una devolución.

El trabajo en la floristería era algo solitario. Aunque tuviera que trabajar de cara al público, siempre era el único tras el mostrador. Eran él y sus pensamientos. Albedo tenía mucho tiempo para pensar, dibujar e imaginar historias durante el trabajo, lo que a veces era algo negativo, porque estar tanto tiempo solo durante todos los días había hecho que Albedo comenzará a sobrepensar demasiado las cosas. Pero sin embargo, Albedo disfrutaba de su soledad. Era cierto que había ocasiones en las que está se volvía abrumadora, pero si omitíamos esas veces, pero a Albedo no parecía importarle mucho.
Al fin de al cabo, había estado trabajando allí durante casi un año ya, y se había acostumbrado a ello.

El rubio estaba disfrutando de su tranquilidad, boceteando uno de los ramos de flores que estaban expuestos en la tienda, hasta que una ráfaga de viento le golpeó.

Un chico de pelo azul acababa de entrar por la puerta. Parecía apresurado, y se acercó al mostrador casi jadeando.

- Buenos días - dijo el chico - Necesito hacer un encargo.
- Buenos días, - le sonrió Albedo - Dime lo que necesitas.
- Verás... eh- Dentro de poco se celebrará un evento en mi centro educativo para las vacaciones de invierno y eh- Bueno... Digamos que necesito dieciséis ramos de rosas... para mañana.

Albedo estaba luchando por no echarse a reír allí mismo. La actitud de aquel extraño chico le había resultado divertida.

- ¿Te olvidaste de pedirlas antes, cierto? - preguntó Albedo, con un tono algo burlón.
- Es posible... Pero nunca lo admitiré - dijo el chico, sacando un poco la lengua.
- Podremos hacerlo, no te preocupes.
- Oh Dios mío gracias - suspiró aliviado el chico.
- Deberías darme tu número de teléfono, así podré avisarte cuando esté el encargo listo, ¿eso está bien? El teléfono de la floristería se estropeó hace unos días y-
- Está bien conmigo - sonrió el chico - Muchas gracias de nuevo.
- No es nada.

El chico se dio la vuelta y se dispuso a salir de la tienda.

- Oh, ¡un segundo! - exclamó Albedo.
- ¿Eh? - pregunto extrañado el de cabello azul.
- ¿Como te llamas? No te podré avisar de lo del pedido si ni siquiera sé tu nombre.
- Ah, es cierto, perdón - susurró el chico - Soy Kaeya Alberich.
- Mi nombre es Albedo Kreideprinz.
- Un gusto conocerte entonces, Albedo Kreideprinz - dijo, haciendo una pequeña reverencia.
- Té avisaré cuando los ramos estén listos, ¿sí? - dijo el rubio, entre risas.
- Muchas gracias, de verdad.
- No es nada, y suerte.
- ¡Gracias!

❀ ꜱᴛᴀʀʟɪɢʜᴛ ❀ [Kaebedo - Florist AU] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora