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Sin siquiera quererlo, estuve hablando durante no recuerdo cuando tiempo sobre lo mucho que había disfrutado aquella tarde. Honestamente, mi intención no era dar tantos detalles, pero por algún motivo no pude evitarlo.

Era extraño.

Mi madre me miraba expectante, escuchando cada palabra de lo que decía, como si fuera la telenovela del siglo.

- Y creo que eso es todo - terminé.
- Me alegro mucho - dijo ella, con una sonrisa radiante.

Después de un par de minutos, ella me dijo que volvería al interior de la tienda para seguir con el trabajo, mientras yo tomaba su lugar en el mostrador.

No fue una mañana ajetreada. Vino algún que otro cliente a recoger o pedir sus encargos, pero nada fuera de lo común.
Eso me permitió tener tiempo para pensar.

Hasta ese momento, no me había parado a pensar en lo que significaba Kaeya para mí.
Es decir, nos habíamos conocido hace no mucho, y era como si nos conociéramos desde siempre. No sabía el motivo, pero sentía que habíamos conectado de algún modo.
'Es bueno tener un amigo así' - pensé.
Después de todo, Kaeya tenía muchas de las cosas que yo buscaba en una amistad: era atento, agradable, amable y divertido.
Sentía que era alguien en quien podía confiar.

En ese momento, recordé a Bennett y Fischl. Ambos me habían ayudado mucho, y deseaba poder hablar con ellos de nuevo pronto y ponernos al día. Con ambos también había surgido, con el tiempo, una conexión. Pero nunca me había sucedido tan rápido como con Kaeya.
Siempre me había costado hacer amigos, y no solía conectar con las personas con facilidad. Varios me habían dicho que "mi personalidad no era compatible con la mayoría de personas" y llegué a pensar que era verdad. Pero, por suerte, Bennett y Fischl estaban ahí para mí cuando recibía esos comentarios y les expresaba mis preocupaciones.

Se podría decir que había tenido suerte con ellos.

Y también con Kaeya.

- ¿Albedo? - me sacó mi madre de mis pensamientos - ¿Estás ahí?
- Sí, sí - dije, sacudiendo ligeramente mi cabeza.
- Es hora de ir a casa.

La frase me sorprendió. ¿A casa? ¿Ya era tan tarde?

En efecto, dirigí mi mirada hacia el exterior de la floristería, y vi como el cielo, de colores rojizos y amarillentos, indicaba el atardecer.

Rápidamente recogí mis cosas y mi madre y yo salimos de la tienda.

El cielo estaba hermoso. Veíamos como el sol se escondía por el horizonte, dejando un rastro anaranjado mientras descendía. Las nubes se habían teñido de un color rosado y la puesta de sol impedía que pudieras quitar los ojos del cielo.

Era hipnotizante.

"Ojalá poder verla con alguien algún día" - pensé.

Volví a sacudir mi cabeza levemente, de manera involuntaria.

- Nos vemos mañana, cariño - me dijo mi madre, cuando llegamos a la puerta de su casa.
- Hasta mañana - me despedí, sacudiendo mi mano mientras me alejaba.

El atardecer había terminado, dejando paso a un cielo oscuro, con tintes violetas, como si una niebla de color lavanda se extendiera por el firmamento. Era hermoso.

Contemplaba las estrellas desde mi cama, con una taza de té caliente entre mis manos.

Los ciudadanos de Mondstadt teníamos mucha suerte. La ciudad era famosa por la claridad con la que se podía ver el firmamento. Ver las estrellas en Mondstadt era como transportarse a otro universo. Un universo de fantasía, propio de una novela.

Siempre había querido salir una noche al exterior y dormir bajo las estrellas. Mamá nunca me había dejado, pues decía que me resfriaría y que no quería que me pusiese enfermo. Desde luego, yo no lo entendía.

¿Por qué me pondría enfermo cuando las estrellas me estaban protegiendo?
Desde muy niño, creía que las constelaciones y los astros me protegían, y que no dejarían que me ocurriese nada malo. Por eso, cada vez que me sentía mal, miraba el firmamento desde mi ventana.

Ahora eso había cambiado. Ya no miraba el cielo cuando estaba triste o solitario, sino que lo miraba cuando estaba tranquilo, en paz.

¿Sería verdad que el destino estaba escrito en las estrellas?

Me gustaría descubrirlo.

❀ ꜱᴛᴀʀʟɪɢʜᴛ ❀ [Kaebedo - Florist AU] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora