Entrecerré mis ojos debido a la frustración insólita que tenía, viéndome frente al espejo y notando aquellas dolorosas marcas en mi blanca piel.
¿Qué más podría decir a mi favor? Nada era capaz de salvarme por lo que seguiría.
Furioso conmigo mismo, llevé mi palma derecha hacia mi nuca, buscando inconscientemente una marca. Suspiré al no sentir nada allí, feliz, quizá, por no haberme dejado llevar más de la cuenta y dejar que él me marcará.
O, bueno, en todo caso, cabía la posibilidad de que él no se sintiera tan atraído por mí como para marcarme y sellar su destino conmigo. Sacudí la cabeza para quitarme esas ideas tontas, pues, lo único que me debía importar era no haberme convertido en el omega de aquel chico, como sea que se llamase (aunque bien sabía su nombre, el mismo que había estado gimiendo toda la bendita noche, y más aún, el que decía cuando nos encontrábamos en el vestíbulo o elevador).
—Eres un tonto, Hyun —me dije más que enojado, buscando entre las prendas tiradas mi propia vestimenta —. ¡Mínimo hubiese tomado algo para no recordar su estúpida cara!
Sí, mejor dicho, recordaba todo lo que había sucedido esa maldita noche. Y si digo todo, es malditamente todo; su estúpida cara sudorosa contra mi cuello, dejando castos besos y chupetones, su cabello gris hecho un desastre por mis nerviosas manos, sus lentes, quien sabe dónde, y, más que nada, su gran cuerpo contra el mío.
Bien, debo admitirlo. Mi vecino era malditamente atractivo. ¡Dios, incluso cuando se veía tan dulce llamaba la atención! Y, si soy sincero conmigo mismo, me gustaba. En fin, solo había sido una noche de calor que, dadas las circunstancias, tuve que pasarla con él, pero no es como si fuéramos a hablar nuevamente sobre este tema, no.
—Ajá, en lo absoluto —exclamé una vez ya vestido, y por precaución tomé uno de mis anteriores parches –el cual dejé vagamente prendido de mi piel, con cualquier movimiento se caería– para ocultar el aroma a sexo que desprendía.
Antes que nada, era necesario llegar a mi apartamento y ducharme, una gran ducha y una siesta me haría sentir como nuevo. Porque, cabe destacar, no me encontraba en mi "casa", mejor dicho, estancia temporal antes de que encontrara un trabajo lejos de aquí.
Quién sabe, apenas era un joven de veinte años que había dejado su "hogar" para emprender a una mejor vida lejos de ese ambiente tóxico. Mi padre decía que un omega macho dejaba mucho que desear, y, que como hombre, era una decepción, ello creo una fricción entre nosotros. Puesto que, hasta la perfecta de mi hermana, una mujer, era un alpha.
Pero ya me daba igual, con los años había aprendido a vivir con ello; ser nada más que una decepción u deshonra a sus ojos me era indiferente. Como los odiaba. Pero me odiaba más a mí mismo que a ellos. No es que hubiera querido nacer así, nunca había deseado algo como esto.
Sin embargo, con el paso del tiempo, aprendí a aceptar que esta sería mi vida eternamente, o, bueno, hasta la fecha de mi muerte.
—Veo que ya te vas —. Una voz aterciopelada se hizo presente en el apartamento, su voz ronca como la noche anterior —. ¿Acaso no pensabas despedirte de mí?
Dándome vuelta lentamente — pues estaba a nada de abrir la puerta y marcharme sin mirar a atrás — lo vi recostado contra el marco del baño, con su trozo desnudo y sus brazos cruzados entre sí. No llevaba sus lentes y más que nada su cabello estaba revuelto. Me ruboricé al recordar que aquello había sido por mi culpa.
Ah, bueno, ¿quién le mandaba a ser tan brusco conmigo?, yo, un omega tan débil.
—¿No piensas decir nada? —preguntó.
Mi única acción fue negar repetidas veces por la vergüenza, nunca hubiera imaginado que ese atractivo y serio hombre estaría tan interesado en alguien como yo.
—Hyun, ven aquí —. Ordenó con su voz de mando y su ceño levemente fruncido, le seguí sin imponer peros.
Me acerqué lentamente hasta quedar pasos de su fornido cuerpo, él me miró de arriba a abajo con indiferencia, para acercarse a mí. Sentí su respiración chocar contra mis labios, el sudor recorrió toda mi espalda, con los latidos de mi corazón retumbando fuertemente.
—¿Acaso no lo hice bien, Hyun? —preguntó dulcemente mientras largaba sus hipnóticas fermonas que lograban envolverme —. ¿Acaso no complací del todo a mi Omega?
Llevé nuevamente mi palma derecha hacia mi nunca y por obviedad no sentí nada. Fruncí mis labios con cierta furia; ¿quién se creía para reclamarme si no llevaba su marca en mi ser? Él pareció entender lo que yo mismo estaba pensado, pues antes de darme cuenta, tomó el parche para lanzarlo lejos, y volvió por mi mano derecha bajándola por completo, echándose a reír levemente.
—No es necesaria una marca, ni que ocultes tu aroma, no si sé que eres mi pareja destinada —dijo Hyuk, como siempre siendo la voz de la razón.
—Entonces lo hubieras dicho antes de hacerme pensar que solo era un juego.
—Lo intenté; tantas miradas que te daba, tantos cortejos que te he hecho, para que me trataras como un conocido más.
Mordí mis mejillas por dentro, para no caer en sus mentiras otra vez, sin embargo, cuando se trataba de él, era imposible.
Solté un sonoro gemido seguido de fuertes fermonas cuando sus manos frías fueron hacia mi cintura, estas levantaron la camisa mal puesta y se adentraron hacia mi cuerpo. Recorrieron mi abdomen con dedicación, mientras sus labios recorrían las marcas en mi clavícula a besos, las suyas propias para decir mejor.
—Para... Por favor, antes de que me lastimes —supliqué, deseoso (y completamente contradictorio a lo que pedía) porque continuará.
—Mi deber como estudiante de medicina sería parar por tu salud, pero, por ser tú, Hyun, continuaré.
Solté un chillido cuando me volcó hacia la revuelta cama, colocándose encima de mí, desabrochó mi camisa y con facilidad quitó mis mal puestos pantalones, los cuales se habían manchado levemente con los fluidos de mi propia preparación.
Gemí una vez más por la cercanía de nuestros cuerpos, llevando mis manos hacia su cabello. Él soltaba palabras que difícilmente comprendía, pues mi nublada mente era capaz de alejarme de toda realidad.
—Vamos, Omega, sírvele a tu Alpha; hazme enloquecer de placer.
Y así lo hice, no necesité más palabras de su parte para entregarme al placer. No importaba lo que había pensado antes, jamás me olvidaría de este Alpha, y quizá, quien sabe si por obras del destino no continuábamos nuestra vida como pareja.
En un futuro, relativamente probable, nos convertiríamos en Alpha y Omega.
Como siempre debió ser, una pareja impuesta por el destino caprichoso. Y qué fue concedida para encontrarse, no importaba cuando, ni donde, ni lo que hiciéramos, pero siempre terminaríamos juntos. En una cama apartada de las miradas acusadoras con nuestros labios peleando en besos, tanto románticos como candentes de deseos.
—Te amo, Hyuk.
—Lo sé, Hyun; mi lindo Omega.
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Las Mil Y Una Noches
FanficTodas aquellas dulces palabras, todas aquellas noches en las que estábamos juntos, se siguieron sumando una con una. Ver el atardecer a tu lado, soñar una vida entera, ser jovenes y llenos de vida; me hizo creer que estaríamos siempre juntos. Y es...