Capítulo 04

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  A diferencia de lo que pensé que pasaría, Edward Cullen se estaba comportando de forma... Interesante, parecía estar esforzándose para tener una buena convivencia, nada parecido a la vez anterior; cuando toqué su mano sentí algo extraño, no era solo el que su piel fuera más fría que la mía, como un tempano de hielo, fue la sensación de quemadura, como si hubiera tocado un cable expuesto, la descarga pasó por mis dedos hasta desaparecer en mi pecho, quité la mano rápidamente por un reflejo, normalmente no dejo que nadie me toque, sería difícil explicar mi temperatura. Aunque le costó un poco el empezar una conversación, logramos hablar un poco, a veces parecía estar frustrado o especialmente curioso respecto a mis respuestas y puede decirse que jugué un poquito con él, le daba respuestas muy ambiguas, poco entendibles, eso le molestó y por fin puede ver una pequeña parte del chico de ojos negros que conocí por primera vez, sabía lo que estaba haciendo al contestar sus preguntas, estaba acostumbrada a mentir cuando se trataba de hablar sobre mi, pero algo me hacía querer contestarle con la verdad, al menos una parte.

- Tengo curiosidad. - Admitió, como si no lo hubiera notado antes.

- Si no te importa estar en ninguno de los dos entornos. ¿Por qué decidiste venir aquí y dejar a tu madre? - Esa era una pregunta difícil de contestar, lo mejor era cambiarle el tema.

- Eso es... Complicado. - Susurré débilmente, lamentablemente se me notó el dolor que la situación me causaba.

- Creo que podré entenderlo, si lo explicas bien. - Insistió, no dejaría las cosas así. ¿Verdad? Pues no queda de otra.

- Mi madre... Ella tuvo que irse por trabajo. - Mentí descaradamente, pero no podía decirle la verdad.

Vine porque mi cuerpo se está autodestruyendo, hay una pelea entre la parte humana y la no muy humana de mi, el clima frío lo hacer todo un poco más llevadero. Mi madre se fue a buscar una forma de detenerlo.  - Sí claro, no creo que reaccione bien a eso, me tomaría por loca.

- No me parece tan complicado. - Su voz fue delicada, comprensiva y sorprendentemente, esta vez sí se sintió real.

- ¿En qué trabaja tu madre? - Volví a verlo a los ojos, fue más tiempo de lo que se considera normal, hablé sin apartar la vista.

- Reneé es escritora, trabaja para una revista sobre viajes. - Dije con tal seguridad, que casi me la creo, había ensayado eso una y otra vez, así no tendría margen de error.

- ¿Debería sonarme su nombre? - Solté una pequeña risita con la pregunta.

- No, utiliza un sobrenombre al publicar. - Esa no era una mentira, no podía arriesgarse a poner su nombre en algún artículo, es una de esos famosos escritores fantasma, nunca firmaba contratos de empleo, era completamente independiente. Pude divisar como poco a poco él compartía mi sonrisa, como si le hubiera contado un secreto.

- Y solo hacía pequeños artículos sobre lugares turísticos dentro del país. - Comenté relajada, él apartó la vista por un segundo, luego retomó esa mirada curiosa que parecía querer hacerme mil preguntas.

- Y tu madre te envió aquí para hacer un artículo importante. - Supuso, no me agradó su conclusión, ella no eligió esto, nunca lo haría.

- No, ella no me envió, yo fui la que decidió venir. - Mi voz se escuchó más severa de lo que me hubiera gustado, se veía perdido.

- No lo entiendo. - Reconoció resignado, no le gustaba cometer errores, ya lo había notado.

- Ella necesita estar viajando todo el tiempo, pero gracias a mi, bajó el ritmo, no le gustaba dejarme sola o que tuviera que cambiarme de escuela cada cinco meses. - Expliqué lentamente, puede que lo que estaba contando no fuera del todo real, pero una parte sí era cierta y era la más dolorosa.

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