Capítulo 09

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No salí a correr, en vez de eso iría a cazar, los otros lo tenían planeado para mañana, pero no podía dejar crecer a mi sed, me sobrepasé bebiendo, hastiándome de nuevo, un pequeño grupo de alces y un oso negro, fui afortunado en tropezarme con él a pesar de la época del año, estaba tan lleno que era incómodo. ¿Pero porque no era suficiente? ¿Por qué su esencia era más fuerte que cualquier otra cosa? Y no solo su aroma, sino también el misterio que la rodeaba, además de lo que fuera que la hiciera tan propensa al peligro, apenas llevaba un par de semanas en el pueblo y ya había tenido dos experiencias cercanas a la muerte. ¿Qué sería esta vez? ¿Un meteorito que se estrellase contra su techo y la aplastara en la cama? Ahora que se me había ocurrido, no podía quitarme de la cabeza la idea de las próximas catástrofes y de lo que había visto esta tarde. ¿Y si le sucedía algo durante la noche? De pronto el riesgo se volvió insoportable, el único modo de adquirir la seguridad de que estaba sana y salva, era que hubiera alguien ahí para detener el meteorito, antes de que pudiera dañarla, el nerviosismo se apoderó de mí nuevamente cuando me di cuenta que iba a encontrar a la chica, discutí conmigo mismo todo el trayecto hasta Forks, pero mi lado menos noble ganó la disputa y fui directo a ella con un plan no muy definido, solo quería saber dónde estaba, solo quería ver su rostro. Era más de media noche, la casa de Breena se encontraba a oscuras y en un pleno silencio, su camioneta estaba estacionada al frente y la patrulla de policía de su padre en la calle, no habían pensamientos conscientes en todo el vecindario, no había peligros, excepto yo mismo, capté el sonido de dos personas que se encontraban a dentro de la casa, el sonido de dos corazones distintos, uno sano y el otro... El silencio le daba libertad a mi mente para envolverse en toda clase de especulaciones, no habría un meteorito, pero habían muchos más peligros posibles, muchos llegarían sin avisar. ¿Y si sufría un ataque de asma mientras dormía? Ya la había visto sufrir uno, no sabía si ella sería lo suficientemente rápida como para encontrar su inhalador o si tendría las fuerzas para gritar por ayuda, era claro que su corazón no estaba bien, podría fallar en cualquier momento y nadie se daría cuenta, solo en la mañana, cuando ella ya no despertara; sabía que eran un poco absurdas tantas preocupaciones, pese a todo era presa de la inquietud, no podía sacar todas esas trágicas fantasías de mi mente, si tan solo pudiera verla, solo sería un vistazo, corrí hacia la casa y escalé su fachada en medio segundo, me colgué de la ventana de la primera planta, mire a través de ella y mi respiración se detuvo, era su habitación.

Podía verla en una pequeña cama, sus cobijas en el suelo y las sábanas enredadas en sus piernas, estaba perfectamente bien, pero no estaba tranquila, mientras miraba, ella se volvió y colocó un brazo sobre su cabeza, no dormía con placidez, al menos no esta noche. ¿Acaso sentía el peligro cerca de ella? Me sentí asqueado conmigo mismo mientras la miraba moverse nuevamente. ¿En qué me diferenciaba yo de un asqueroso mirón? Era mucho, mucho peor, relajé las yemas de mis dedos, listo para irme, pero primero me permití mirarla por un largo rato, seguía inquieta, tenía un pequeño surco entre las cejas y una mueca curiosa en sus labios, los cuales temblaron y se apartaron.

- Estoy bien, mamá. - Musitó.

Breena hablaba en sueños, la curiosidad se disparó hasta vencer la repugnancia, llevaba tanto tiempo queriendo descifrar sus pensamientos, que esta oportunidad era imposible de ignorar. ¿Qué importancia tenía para mi las reglas humanas? ¿Por qué me sentía tan culpable con una pequeña fechoría? No sería mi primer roce con el allanamiento, el monstruo no estaba cansado, pero al menos estaba alimentado, sabía que mantendría una distancia prudente con ella, abrí la ventana, no estaba con seguro, pero se trabó un poco, respiré hondo, sería la última mientras estuviera cerca de ella, la deslicé suavemente de lado, evitando que sonara el metal, tendría que traer aceite la próxima vez... ¿La próxima vez? Me golpeé mentalmente, disgustado conmigo, pedí silencio antes de entrar, la habitación era pequeña, sorprendentemente limpia, tenía libros apilados a un lado de su cama, no podía ver sus títulos, el estuche de lo que suponía era un violín apoyado al lado de la cama junto a sus partituras, sus discos organizados al lado del equipo de sonido, papeles apilados cerca de la computadora, la cual luciría mejor en un museo a las tecnologías obsoletas, quise ver los títulos del los libros o ver las partituras, pero no podía arriesgarme más, en lugar de eso me acerqué a la vieja mecedor que había en el rincón más alejado, mi ansiedad cedió, los pensamientos sombríos se alejaron y mi mente se despejo. ¿En serio pensé en ella como una humana más? Pensé eso el primer día y mi disgusto con los chicos que inmediatamente estaban intrigados con ella, pero cuando recordaba su rostro a través de sus memorias, no podía entender como yo no la había encontrado hermosa de inmediato, su belleza saltaba a la vista, ahora mismo con los mechones albinos y castaños arremolinados contra la almohada, entorno a su semblante pálido, usaba una camiseta varias tallas más grande y un short suelto, nuevamente estaba relajada y sus hermosos labios entreabiertos... Me robó el aliento, o lo hubiera hecho, si estuviera respirando.

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