Capítulo 3: La niña de cristal. Parte II

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Capítulo 3: La niña de cristal.

Parte II

 Pensaba publicar los capítulos que ya tenía poco a poco, pero en vista de que ya los han leído, voy a publicarlos, es decir hasta el capítulo que publique antes de borrarla.

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No hay oscuridad difunden sobre los ojos las

nubes del alma.

No hay ceguedad comparable

a la del desdichado que no

puede ni osa ver, y que,

huyendo hacia las sombras

más espesas, rehúsa el apoyo de un guía. 

—Ahora tenemos que quitarle esa ropa para que el doctor Banner la pueda revisar —Dice la Sra. Swan comenzando a quitar algunas ramas que Isabella tiene incrustadas en el cabello y de tanto en tanto acaricia su rostro pálido tratando de infundirle un poco de calor.

El Sr. Swan por su parte se retira de la habitación dando la privacidad que requiere la situación.

Camina por los pasillos rogando a Dios que su hija no muera de fiebre.

Emmett alcanza a ver a su padre que camina de un lado a otro con la mirada en el suelo,  sabe que su padre está molesto y principalmente con él.

—¿A dónde has mandado al lacayo? —Pregunta el Sr. Swan sin siquiera voltear a verlo,  la mirada del Sr. Swan está fija en la puerta de la alcoba de su hija.

—He mandando por un amigo, necesito hablar con alguien. —Responde sin dar más a la parca conversación.

—No estamos para visitas en esta cama, Emmett. —Contesta sin ningún rastro de emoción en su rostro.

Emmett por su parte no contesta, sólo se levanta y se va, sabe que pelear con su padre es darle motivos para que él en este momento lo culpe más sobre el estado de Isabella.

Camina por los pasillos y escucha como los sirvientes le dan indicaciones al Dr. Banner, sobre dónde está la habitación de Isabella.

El Sr. Swan al ver al doctor se levanta y le indica con la mano que pase a la habitación de su pequeña, cosa que el doctor no tarda en hacer.

Isabella se encuentra pálida y suda presa de la fiebre, habla en monosílabas cosas incoherentes.

 —Creo que mi hija tiene fiebre y parece desorientada.

—Esta es mi forma habitual de hablar, estoy perfectamente lucida. —He ahí una Isabella terca como siempre, no dejándose vencer por la fiebre.

Trata de levantarse pero su madre la toma del brazo gentilmente sin hacer mucho esfuerzo.

—Oh, madre, suéltame, me encuentro en mis cabales, tengo que ir por Morwen. —Hace el intento de volver a levantarse.

—Veo que estas lucida, hija mía, pero ya he mandado por Morwen. Ahora descansa, pequeña. —Su padre le acaricia un mechón de cabello mojado y da un fuerte respiro por ver a su hija tan desorientada.

—¿Está herida? —Pregunta Isabella, como si la vida de su yegua fuera aún más importante que la suya.

Su madre en cambio siente la imperiosa necesidad de darle una reprimenda a su hija por su terquedad, pero sabe que eso no resultaría en nada beneficioso en estos momentos.

Isabella, entre la seda y la espada (Fan-Fic de Crepúsculo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora