CATORCE

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EL VIAJE A MI APARTAMENTO fue un ejercicio de conducción acrobático. Intentando desesperadamente mantener mi boca en la de Joaco y no matarnos. Él en mí regazo a horcajadas sobre mi cintura, besando mi cuello, lamiendo mi oído—me estaba volviendo loco. Tengo una mano en el volante y la otra encajada entre nosotros, deslizándola sobre su estómago, su cuello y su pecho, viendo sus hermosos pezones que se están burlando de mí a través de su camisa entreabierta.

No intenten esto en casa, niños.

Trato de acariciar uno de sus muslos mientras él mismo se amolda sobre mi tensa polla. Está tan jodidamente caliente contra mí, tengo que usar cada gramo de voluntad para no dejar que mis ojos rueden atrás en mi cabeza. Lo beso con fuerza y observo la carretera por encima de su hombro. Él se desliza hacia arriba y hacia abajo, masturbándome lentamente con la presión.

Jodido Cristo, nunca se sintió tan bien.

¿Control? ¿Moderación? Dijeron adiós hace mucho tiempo.

Por último, entro en el estacionamiento de mi edificio. Cojo el primer lugar que veo y nos arrastró fuera del coche. Mis manos sobre su culo, sus piernas encerradas alrededor de mi cintura, llevo a Joaco hasta el ascensor, los labios y la lengua bailando frenéticamente.

No bloqueo mi auto. No creo que ni siquiera cerré la puerta. A la mierda.

Se lo pueden robar. Tengo cosas más importantes a mano.

Tropiezo en el ascensor y presiono el botón del último piso antes de estrellar a Joaco contra la pared y empujar contra él como me había estado muriendo por hacer. Joaco gime largo y profundo en mi boca. Es como esa escena de Atracción fatal, sin lo escalofriante.

Lo hacemos hasta la puerta, tanteo la cerradura con una mano y sostengo a Joaco con la otra. Él mordisquea mi oído y susurra, —Apúrate, Emilio.

En este momento habría pateado la maldita cosa abriéndola si ya no estuviese girando. Caemos en mi apartamento y pateo la puerta con mi pie. Me quito sus piernas de encima y sus pies se deslizan al suelo, creando una deliciosa fricción a lo largo del camino. Necesito mis manos libres.

Con nuestras bocas aun unidas, empiezo a desabrochar el resto de su camisa. Joaco no es tan hábil — o simplemente está impaciente. Entierra sus dedos en el frente de mi camisa y jala. Los botones se dispersan en el piso.

Acaba de desgarrar mi camisa.

¿Qué tan caliente es eso?

Joaco aleja sus labios y pasa sus palmas sobre mi pecho y baja por mis abdominales. Sus ojos están llenos de asombro mientras siguen el camino de sus manos. Veo como mis propios dedos rozan a través de su clavícula, hasta el centro de sus perfectos pezones y sobre ese abdomen que me encanta antes de descansar en su cintura.

-Dios, Emilio. Eres tan...

- Hermoso—. Termino por él.

Tiro de Joaco contra mí, envolviendo mis brazos alrededor de él y levantando sus pies del suelo mientras me dirijo al sofá. ¿Pensaba que bailar con él era el cielo? No. Su pecho desnudo contra el mío — así es como se siente el cielo. El maldito paraíso.

Beso su mandíbula y chupo la tierna carne de su cuello. Me encanta el cuello de Joaco — y por los sonidos vibrantes en su garganta, a él le encanta lo que hago. Me siento en el sofá, llevándolo conmigo con su torso descansando contra el mío, sus piernas cerradas entre mis rodillas separadas. Empuja mis labios de nuevo a los suyos por un beso más antes de levantarse y retroceder.

Los dos estamos sin aliento y mirándonos, prácticamente atacándonos mutuamente con nuestros ojos. Muerde su labio, y sus manos aparecen en la hebilla de su cinturón. Escucho el silbido de una cremallera, y luego su pantalón se desliza lentamente hasta el piso. Es la puta cosa más sexy que he visto en mi vida.

Mi Destino (Emiliaco)TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora