VEINTISEIS

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ENTRO EN LA OFICINA DE Joaquín como un soldado de asalto desembarcando en Normandía. Él está en su escritorio escribiendo rápidamente en una plataforma legal amarilla.

—He vuelto. ¿Me extrañaste?

No levanta la mirada. —Desesperadamente.

El sarcasmo es la defensa más antigua en el libro. Le sigo el juego. —Sabía que te estaba agotando.

¿Qué me puso en la cima? ¿La Hermana Mary?

Joaco empuja detrás de su escritorio y cruza las piernas. Está utilizando unos jodidos pantalones negros ajustados. No me di cuenta antes. Son la mezcla perfecta de travieso y simpático. Dulzura y sexo. Y mi pobre y desatendida polla convulsiona mientras me imagino todos las fantásticas —y semi-ilegales— cosas que podría hacer con él, al quitarle esos jodidos pantalones.

Nunca he tenido un fetiche, pero estoy pensando en empezar uno.

La voz de Joaquín me arrastra lejos de mis pensamientos impuros.— No. Fue la visita de tu hermano, en realidad. La sutileza no funciona en tu familia ¿verdad?

Uh oh. Tenía miedo de esto.

—Nico tiene profundamente arraigados problemas psicológicos. Es inestable. No deberías escuchar lo que dice. Nadie en mi familia lo hace.

-Parecía completamente lúcido cuando estuvo aquí.

Me encojo de hombros. —Las enfermedades mentales son algo delicado. Sus ojos me escudriñan indeciso. —No estás hablando en serio ¿verdad? Mierda. Sin mentir.

—Técnicamente, nunca ha sido diagnosticado. Pero sus ideas sobre la justicia y la venganza son certificables. Imagina a Dan... con más experiencia para perfeccionar su técnica durante una década.

La cara de Joaco se afloja con entendimiento. —Oh.

Sí—Bienvenido a mi mundo, cariño.

—Me trajo café— dice Joaco. —¿Debo beberlo?

Ambos miramos sospechosamente la taza de Starbucks en su escritorio.

Cuando tenía trece años, subaste un par de cds de música de Nico en el vestuario de los chicos. Cuando se enteró a través de los rumores, lo jugo bien, sin darme una idea de que lo sabía. Y entonces lleno mis Coco Pebbles con laxantes con sabor a chocolate. No salí del baño por tres días. Ahora, sé que él no tiene ese tipo de rencor contra Joaco, pero aun así...

—No lo haría.

Asiente con la cabeza rígidamente y desliza la taza lejos de él.

—¿Qué piensas de Rosi? De verdad quería estar aquí cuando la conocieras. Su sonrisa es cálida y genuina. —Creo que es increíble.

—Estoy seguro de que estarás encantado de escuchar que usó su calculadora en mí cuando me los encontré abajo.

Su sonrisa se ensancha. —Eso es genial.

Niego con la cabeza, y Joaco dice: —Ahora veo por qué Nico comenzó el tarro de las malas palabras, puesto que parece que pasas tanto tiempo con Rosi.

—¿Qué quieres decir?

Se encoge de hombros. —Habla como tú. No todos los días escuchas a una niña de cuatro años decir que el príncipe azul es un imbécil que sólo retiene a Cenicienta.

Esa es mi chica.

—Maldecir es bueno para el alma.

Joaco reprime una sonrisa. Y se ve tan tentador no puedo evitar inclinarme sobre su silla, atrapándolo con mis brazos. La pequeña charla se acabó. Es hora de volver a los negocios.

Mi Destino (Emiliaco)TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora