DIECINUEVE

81 10 2
                                    

DESPUÉS DE QUE JOAQUÍN SE VA, las cosas son... nebulosas. ¿No es como lo describen siempre? Las víctimas de un desastre catastrófico. Que, en los momentos después, todo es muy confuso. Irreal. Le digo a María que estoy enfermo. Su sonrisa es triste y compasiva. Antes de llegar al ascensor, miro atrás hacia la oficina de Joaquín, esperando volver a verlo. Sólo para atormentarme a mí mismo. Pero la puerta está cerrada.

Está lloviendo. Un aguacero de invierno. La clase que empapa la ropa y te da escalofríos de adentro hacia afuera. No me molesta.

Camino a mi apartamento, entumecido y aturdido. Como un zombi de alguna película de terror de bajo presupuesto que no reacciona, ni siquiera cuando se corta su propio pie con una motosierra. Pero cuando atravieso la puerta — ahí es cuando mis sentidos patean. Cuando empiezo a sentir otra vez. Y siento a Joaquín.

Por todas partes.

Todavía puedo ver sus ojos, pesados con deseo y con calor. Escucho sus susurros en mi oído cuando caigo en la cama. Su aroma cubre mi almohada. Y no puedo pasar por alto el hecho de que él estaba aquí hace unas horas. Y que yo podía tocarlo, mirarlo y besarlo.

Y ahora...no puedo.

Es como cuando alguien muere. Y no puedes creer que realmente se hayan ido porque tú estabas con ellos ayer. Estaban ahí contigo, vivos y reales. Y de ese recuerdo es del que te agarras— el momento que tú más lloras.

Porque fue el último.

¿Cuándo sucedió?

Eso es lo que no entiendo. ¿Cuándo Joaquín se volvió tan importante para mí que no puedo funcionar sin él? ¿Fue cuando lo vi llorando en su oficina? ¿O la primera vez que lo besé en la mía? Tal vez ocurrió cuando Santiago lo insulto, y yo quería darle una paliza. ¿Fue la primera noche en el bar? ¿La primera vez que me miró con esos infinitos ojos almendrados y yo sabía que debía tenerlo?

¿O fue aquí? ¿En mi apartamento? En cualquiera de las miles de veces que lo toqué... Dios mío, por qué no lo vi antes.

Todas las semanas — todos esos meses — desperdiciados. Todas esas mujeres con las que folle, cuyos rostros no recuerdo. Todas las veces que lo moleste, cuando podría haberlo estado haciendo sonreír. Todos los días que podría haber estado amándolo. Y hacer que él me amara. Perdidos.

Dicen que en una pareja siempre está el que se enamora más rápido que el otro. El que es más sensible es el que se enamora más fácil y más a menudo. ¿Pero cuando cae él que más se resiste o tarda más en enamorarse? Se enamora con más fuerza. ¿Y cuando las cosas salen mal? ¿Cuándo no somos nosotros los que terminamos? Nosotros no caminamos.

Nos arrastramos.

No debí haber dicho esas cosas. En mi oficina. Joaquín no merecía eso. No es culpa de él no querer lo que yo quiero. Que no sienta lo que yo siento.

Cristo, esto es horrible. Joder, sólo mátenme.

¿Dónde está una bala perdida de un tiroteo al azar cuando la necesitas?

¿Alguna vez te has sentido así? ¿Alguna vez has sostenido algo que significa... todo para ti? ¿Tal vez atrapaste una pelota de un jonrón cuando voló encima de la valla? ¿O una fotografía tuya de un tiempo más dulce e inolvidable? ¿Tal vez tu madre te dio un anillo que perteneció a la abuela de su abuela? Sea lo que sea — tú lo miras y juras que lo vas a guardar para siempre. Porque es tan especial. Precioso.

Insustituible.

Y un día — no sabes cómo ni cuándo sucedió — te das cuenta de que se ha ido. Perdido.

Y dueles por ello. Darías cualquier cosa por volver a encontrarlo. Tenerlo contigo, donde debería estar por siempre.

Me curvo alrededor de la almohada. No sé cuánto tiempo permanezco así, pero la próxima vez que abro los ojos y miro por la ventana, está oscuro. ¿Qué crees que están haciendo ahora?

Celebrando probablemente. Van a salir. O tal vez quedarse en casa. Observo el techo. Sí, esas son lágrimas. Líquido arrepentimiento.

Adelante — llámame cobarde. Llámame perro. Me lo merezco. Y no me importa. Ahora ya no.

¿Crees que él tiene alguna idea de lo afortunado que es? ¿De lo bendecido que es?

Por supuesto que no. Fue el idiota que lo dejo ir. Y yo fui el idiota que no pudo mantenerlo.

Tal vez no durarán. Quizás terminen otra vez. Cuando Joaquín se dé cuenta que se merece algo mejor. Pero supongo que no hará ninguna diferencia para mí, ¿eh? No después de lo que dije. No después de poner esa mirada en su cara.

Jesús.

Ruedo fuera de la cama y caigo sobre la papelera. Apenas lo logro antes de que sea miserable y vomite. Y cualquier cosa que estuviera en mi estómago ya no lo está.

Y es en ese momento — allí de rodillas. Es entonces cuando me digo que tengo la gripe. Porque esto... este roto naufragio realmente no puedo ser yo.

No para siempre. Si solo estoy enfermo, entonces puedo tomar aspirinas, dormir un poco, y me sentiré mejor. Voy a ser yo otra vez. Con el tiempo. Pero si admito que estoy destrozado, si reconozco que mi corazón se ha roto en unos mil jodidos fragmentos... entonces no sé cuándo podre estar bien otra vez. Tal vez nunca.

Así que vuelvo a la cama. A esperar. Hasta que terminé la gripe.

***********************************************************************************************

Mi Destino (Emiliaco)TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora