VEINTISIETE

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¿VES A ESE ELEGANTEMENTE GUAPO HOMBRE en pantalones carbón y camisa negra con las mangas medio subidas? ¿El que está organizando la vajilla china en esa mesa?

Ese soy yo. Emilio Osorio.

Bueno, no realmente. No el viejo yo. Soy nuevo y mejorado. Esto es DAK. ¿Puedes adivinar lo que eso significa? La mitad de las mujeres en esta ciudad darían su teta izquierda por tenerme donde estoy ahora. Coño-atrapado. Obsesionado.

Enamorado.

Pero hay sólo un chico que fue capaz de ponerme donde estoy. Ahora sólo necesito demostrarle que estoy aquí para quedarme. No lo he visto en dos días. Dos largos y dolorosos días. No fue tan malo como los siete, pero estuvo cerca.

De todos modos, echa un vistazo. ¿Qué te parece? ¿Se me olvida algo?

Flores frescas cubren cada superficie disponible. Margaritas blancas. Antes, pensaba que verlas le recordaría a Andrés, pero ahora no estoy preocupado por eso. Son las favoritas de Joaquín, así que son la única clase aquí. Bocelli toca suavemente en el sistema de sonido. Velas iluminan la habitación. Cientos de ellas — cercadas por vidrio.

No te equivocarás con las velas. Hacen que todo se vea mejor. Hacen que todo huela mejor.

Toc-toc.

Ese sería Joaquín. Justo a tiempo. Escaneo la sala una vez más. Esto es todo. Mi Super Bowl. Séptimo juego. Y todo está listo. Estoy listo. Como nunca lo estaré. Suelto una respiración profunda. Y abro la puerta.

Y entonces no me puedo mover. No puedo pensar. ¿Respirar? Tampoco no es una maldita opción. El cabello oscuro de Joaco está peinado de forma rebelde, como si se hubiera peinado solo con sus dedos. Unos elegantes zarcillos que apenas se notan en cada oreja, invitando a mordisquear su lóbulo y cuello. Su camisa es de color rojo oscuro, brillante — tal vez satinado. Que se complementa con un traje negro ajustado, su saco deja ver el ancho de sus hombros y perfila su pequeña cintura.

Y sus pantalones...Madre de Cristo... son ajustados en la parte de la cadera, dejando ver su redondo y delicioso trasero, delineando sutilmente sus benditas piernas.

Cuando soy capaz de formar palabras, mi voz es áspera. —¿Hay alguna manera de que podamos renegociar la cláusula de no agarrar tu culo? Por qué tengo que decirte, ¿con esa vestimenta? Va a ser duro.

Y no es lo único, si me entiendes.

Joaco sonríe y sacude la cabeza. —Todas las anteriores estipulaciones permanecen.

Me quedo atrás mientras él entra, mirándome por el rabillo del ojo. Observa su cara de cerca.

¿Ves cómo sus ojos se oscurecen? ¿Cómo lame sus labios sin darse cuenta? Como un león que acaba de ver a una gacela en la hierba alta.

Le gusta lo que ve. Quiere felicitarme. Lo quiere hacer, pero no lo hará. Estamos hablando de Joaquín aquí. Joaco post-mi-colosal-metida-de-pata. Y a pesar de mi reciente progreso, está todavía defensivo. Desconfiado. En guardia.

Y eso está bien. No me ofende. Sus ojos me dicen todo lo que él mismo no deja decir.

Lo dirijo hacia la sala de estar, y él muerde su labio cuando dice—. Entonces, ¿A dónde vamos? Y entonces se detiene cuando descubre las velas. Y las flores. Y la mesa perfectamente ajustada para dos.

Le contesto suavemente. —Ya estamos aquí.

Mira alrededor de la habitación. —Guau. Es... es hermoso, Emilio. Me encojó de hombros. —La habitación está bien. Tú eres hermoso. Joaco se ruboriza. Y es increíble.

Mi Destino (Emiliaco)TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora