DIECISEIS

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NO TE ESTOY ABURRIENDO con los detalles sórdidos, ¿cierto? Podría acortar todo esto simplemente diciendo: Joaquín y yo follamos mutuamente los sesos del otro todo el fin de semana. Pero así no es realmente divertido.

Y no te daría la imagen completa. Al tomar el camino más largo, tienes toda la información. Y una vista panorámica de todos nuestros pequeños momentos. Momentos que parecían ridículos e insignificantes en ese tiempo. Pero ahora que tengo la gripe, es lo único en lo que puedo pensar. Cada minuto de cada día

¿Alguna vez has tenido una canción atascada en tu cabeza? Seguro que sí, a todo el mundo le pasa. Y tal vez es una hermosa canción, tal vez ni siquiera es tu favorita. Pero es todavía molesto,¿no? Es de segunda categoría. Porque tú no quieres solo escucharla en tu cerebro — la quieres en la radio o en vivo en un concierto. Repitiéndola en tu mente es sólo una barata imitación. Un burlón y maldito recordatorio de que no eres capaz de oír la cosa real.

¿Ves a dónde voy con esto? No te preocupes, lo harás.

Ahora, ¿dónde estaba? Es cierto, la noche del sábado.

-Esta es la almohada perfecta.

Acabamos de ordenar comida — italiana — y estamos esperando a que llegue. Joaco está sentado en el sofá en medio de un oasis de almohadas y mantas. Y está sosteniendo una almohada del dormitorio en su regazo.

- ¿La almohada perfecta?

- Sí—dice —. Yo soy muy exigente en lo que se refiere a las almohadas. Y ésta es perfecta. No es demasiada plana, no está demasiado inflada. No está demasiado dura, ni demasiado blanda.

 Sonrío. —Bueno saberlo.

Hemos decidido ver una película. El cable bajo demanda es el segundo mejor invento de nuestro tiempo. El primero, por supuesto, es el televisor de plasma de pantalla grande. Me levanto para ir a buscar el control remoto mientras Joaco pesca algo de su maletín en el piso.

¿He mencionado que estamos todavía desnudos? Lo estamos. Mucho. Es liberador. Divertido. Todas las mejores partes están fáciles de alcanzar. Y la vista es fantástica.

Mientras me giro para hacer mi camino hacia el sofá, un ahora familiar aroma asalta mi nariz. Dulce y afrutado. Azúcar y primavera. Miro a Joaco y encuentro que está frotando loción en sus brazos. Agarro su botella, como un perro con un hueso. —¿Qué es esto?

Llevo la botella a mi nariz e inhalo profundamente y luego caigo contra las almohadas con un gemido satisfecho.

Joaco se echa a reír. —No lo inhales. Es crema hidratante. No sabía que combatir la piel seca te pusieran tan cachondo.

Observe la botella. Vainilla y lavanda. Tomo otra respiración profunda. —Huele como tú. Cada vez que estás cerca de mí, hueles... como un ramillete del jodido sol con azúcar morena en la parte superior.

Se ríe otra vez. —Oh, Emilio, no sabía que eras poeta. William Shakespeare podría estar tan celoso.

- ¿Es comestible?

Joaco hace una cara. —No.

Muy mal. Lo habría vertido sobre mi comida como una rica salsa holandesa. Supongo que sólo tengo que conformarme con probarlo de tí.

Ahora que lo pienso, es la mejor opción.

- También hacen un baño de burbujas. Desde que te gusta tanto, conseguiré un poco.

Es la primera referencia que Joaco ha hecho sobre una próxima vez. Salir en otra cita. Un futuro. A diferencia de mis últimos golpear-y-picar, la sugerencia de una segunda ronda con Joaco no me llena con indiferencia o irritación. En cambio, estoy impaciente — emocionado — sobre la perspectiva. Lo observo por un momento, empapándome en la extraña felicidad que proviene de sólo mirarlo. Podría hacer una profesión de tiempo completo en observar a Joaquín Bondoni.

Mi Destino (Emiliaco)TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora