Estrías ·

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-¿Por qué no te gusta tu cuerpo?
-Ya sabes, lo típico, durante mucho tiempo se burlaron de mis cicatrices y estrías, por eso no suelo mostrar mi piel en público.
-Duh, ¡tonterías! ¡Quítate esa sudadera!
-¿Qué?- y haciendo caso sumiso, Talia se quitó esa amplia sudadera, dejando a la vista múltiples marcas alargadas a lo largo de sus brazos, pecho y espalda.

Entonces su compañera, con un pincel en una mano y pintura líquida en la otra, comenzó a rellenar esas oscuras cicatrices con un blanco puro y buen pulso.

Talia no sabía cómo sentirse, sus manos ocultaban por completo su rostro, estaba muriendo por dentro. Mientras, la artista seguía con su trabajo, orgullosa.

-¡Precioso!- exclamó la artista admirando su obra  maestra -¡Quedó perfecto!

La artista buscó un espejo por toda la habitación, y cuando dio con él, lo puso delante de su lienzo, Talia miró a través de sus dedos que seguían en su cara; sus estrías estaban recubiertas por varias capas de aquella pintura blanca, tan limpia que parecían destellos brillantes. La piel grisácea de Talia hacía un buen contraste con el color de la pintura.

-¿Y bien? ¿Qué te parece?

La demonio no contestó, no encontraba las palabras adecuadas, movía su cola de un lado a otro frenéticamente. Simplemente sonrió mirando al espejo.
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