Algo nuevo •

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La luna se alzó en el cielo solitario. Era demasiado tarde y la artista tenía que volver a su casa. Casa repleta de gente, pero ella siempre se sentía vacía al entrar ahí.

Había pasado un largo día con aquel demonio, Jezt. Ambos llevaban una relación extraña; pues eran amigos, hacían travesuras juntos rompiendo algunas leyes, y algunas veces se intentaban matar el uno al otro, pero sabían era de broma y jamás serían capaces de hacerlo realmente.

A jezt no le agradaban las personas, pues solían hacer comentarios negativos sobre él, pero todo eso dejaba de importar cuando estaba con la artista.

-Bueno, ya tengo que irme a casa. ¿Te quedarás por aquí?

-Sí...mañana pasaré a buscarte- le contestó él -¡Adieu!

Ambos se despidieron como todos los días, pero algo en Jezt era diferente a antes. Cada vez que veía a la joven marcharse hacia la puerta de su casa, una gran presión se le acumulaba en el pecho, se le dificultaba respirar. Esto era nuevo para él. Una serie de pensamientos extraños empezaron a invadir su cabeza desde hace unos días, él se negaba a creerse que tenía que hacer eso. No, era imposible. Él era un demonio y ella una simple humana. Pero esa tarde se negó a volver a pasarlo por alto, sentía que moriría si lo dejaba pasar de nuevo, un sentimiento que se negaba a sentir de nuevo.

La joven seguía con su camino, a un paso lento, no tenía prisa en llegar a casa, ella disfrutaba del aire fresco que le ofrecía la calle.

-¡H-Hey!- exclamó Jezt, su voz resonó por toda la calle desierta.

Ella no tardó en voltearse por el grito, pero él ya estaba a sus espaldas.

-¿Qué pasa?- preguntó curiosa.

El silencio que se formó durante unos segundos fue bastante incómodo. Él nunca había sentido esas cosas y no sabía ni cómo expresarlo con palabras, y ella no tenía ni idea de que intentaba su amigo.

Jezt soltó un pequeño suspiro sin creerse lo que estaría a punto de hacer.

Sus largos y delgados brazos rodearon la cintura de la chica, tuvo que arquear su espalda para que sus labios chocaran con los de ella. Se quedaron así por varios segundos que se convirtieron en una eternidad.

La magia se rompió cuando él dio un pequeño bote, se separó de la artista y se despidió de ella como si nada hubiera pasado para luego desaparecer como el humo.

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