Capítulo 2

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Tyler se había sentido terrible, la humedad de la selva era asfixiante y su caminata se convirtió en un martirio cuando comenzó a marearse, hasta que tropezó con una gran raíz que ni siquiera vio y ya no fue capaz de levantarse para seguir, su cuerpo dolía, podía notar los escalofríos que le erizaban la piel constantemente, el frío que le recorría una y otra vez haciéndole temblar.

Se recargó en aquel árbol que provocó su caída, al menos podía servirle para ocultarse de aquel hombre al cual no veía por ningún sitio desde varias horas antes.

Sus párpados eran más pesados cada que parpadeaba, hasta que ya ni siquiera se molestó en luchar por mantenerlos abiertos, la debilidad de su cuerpo era abrumadora.

De pronto, en ese lapso donde comenzaba a sentir que su consciencia se había rendido, escuchó la voz de aquel desconocido y eso le ayudó a recuperar algo de voluntad, pues volvió a abrir los ojos encontrándose con su rostro demasiado cerca, sintiendo sus manos tocándole la frente y bajando hacia su cuello, cuando le rompió la camisa se alarmó.

—No...no me toques... —susurró tratando de empujarle, aunque apenas pudo levantar las manos y sostenerle un momento.

—Morirás si sigues calentándote así.

Tyler se rindió, quizá era verdad, temió encontrarse enfermo y suponía que la única ayuda que recibiría sería de él. Sin embargo, cuando bajó las manos pudo verle mejor y notó algo extraño en él, en sus piernas, eran unas manchas extrañas que resaltaron por el reflejo del sol logrando llamar su atención, aunque estaban borrosas, o su mirada ya no era capaz de centrarse en algo con claridad.

Lo segundo tuvo más sentido, pues al querer verle de nuevo a la cara se encontró frente a una imagen distorsionada que se terminó de esfumar en segundos.

—Esto es más difícil de lo que esperaba. —farfulló aquel hombre mientras se erguía con el muchacho en brazos para volver a adentrarse en la selva.

Llevarlo de regreso a la costa era un riesgo en su condición, ir hacia la laguna que estaba al interior resultaba mejor opción, sobre todo porque necesitaba agua dulce para darle de beber si llegaba a despertar, también funcionaría para bajar ese calor abrumador que emanaba el cuerpo del chico.



Pasaron algunas horas, había anochecido y Tyler comenzaba a despertar sintiéndose aún mareado, pero el frío había disminuido. Se sentó mirando alrededor, el movimiento provocó que se cayera algo que tenía en la frente, bajó la mirada para descubrir que era un trozo de su camisa, aún seguía húmedo.

Incluso tras perder su camisa no tenía tanto frío como antes, de hecho, era bastante agradable el clima, aún más por el calor que alcanzaba a llegar desde la fogata que estaba a una distancia segura, y del otro lado vio a aquel desconocido, recostado en el piso bocarriba con los ojos cerrados, ¿acaso se había dormido?

El muchacho notó dos hojas grandes a su lado, había frutas encima como las que antes comió, estaban tan cerca y aquel hombre demasiado lejos, así que supuso que eran para que las comiera también, pero no entendía por qué se molestaba tanto en ayudarle, incluso en proveerle alimentos.

Finalmente se percató del enorme lago que nacía a pocos metros de donde estaban, entendió que ya no se encontraban cerca de la costa y dedujo que ese era el sitio al cual ese tipo debió dirigirse antes.

Estaba agotado, aunque el frío desapareció seguía sintiéndose extraño, con un dolor muscular que no sabía dónde comenzaba o terminaba. Un estornudo irrumpió en el peculiar y casi absoluto silencio de la selva. Genial, se había resfriado en la peor situación posible.

Un océano de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora