Capítulo 4

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Había pasado una semana, ¿o fueron dos? Tyler ya no llevaba la cuenta desde que se acabó la comida que aquel hombre había dejado, fue entonces que se vio en la necesidad de buscar frutos por su propia cuenta y no era muy bueno identificando qué podía comer sin morir en el intento, llevaba días pensando en la alternativa de entrar a la selva, suponía que del interior vinieron los mangos y otras cosas comestibles que reunió Zilark.

A pesar de su intención, no tuvo el valor de alejarse demasiado, estando solo nadie le ayudaría si algo venenoso le mordía, peor sería si llegaba a encontrar a algún animal salvaje que pudiera atacarle.

Un día más, después de haber pasado horas por la costa hasta encontrar un coco que se cayó de una palmera, regresó al sitio donde descansaba y lo guardó pensando en abrirlo más tarde, aunque moría de sed debía esperar tanto como fuese capaz, así que se acostó tratando de dormir un poco.

Esa era la manera en que sobrevivía, durmiendo para ahorrar energía, además, así no sufría tanto por el hambre y tampoco sabía cuánto tiempo llevaba varado.

Mientras tenía los ojos cerrados escuchaba el ruido de la selva, la playa y sus olas golpeando la costa, recordaba el pescado que Zilark le había llevado la última vez que lo vio. Llevaba esperando su regreso desde el día que desapareció, aún no podía creer que le hubiese abandonado ahí, aunque también se culpaba por abrir la boca de la forma en que se atrevió hacerlo.

Un chillido extraño le alertó, se sentó abriendo los ojos y vio a un pequeño mono tomando el coco que él enterró en la arena, era la tercera vez que ese maldito primate le robaba, se fue tan rápido, Tyler ni siquiera pudo reaccionar cuando ya se había internado en la selva.

Ese era el colmo, estaba cansado de buscar fruta y de solo encontrar cocos, se puso de pie tomando una rama que había encontrado y planeaba usar si necesitaba defenderse, pero ahora tenía en mente una forma distinta de utilizarla.

Se dirigió muy decidido hacia el mar, no le asustaba la corriente fuerte que había, se adentró hasta que el agua le llegaba a la cintura y comenzó a picar la arena con la punta más fina del palo esperando darle a algo, lo hizo una y otra vez sintiendo cómo se hundía sin atrapar ninguna presa.

Estaba tan desesperado que una fuerte ola llegó sin que la notara, le golpeó y arrastró hacia la orilla llevando algo más consigo.

Tyler estaba tosiendo, tratando de quitarse de encima aquello que no le dejaba moverse y le aplastaba, cuando abrió los ojos vio el rostro de Zilark frente a él, demasiado cerca, estaba pálido y le sostenía de ambos brazos impidiéndole que siguiera luchando.

—Debes irte, van a encontrarte... No son buenas personas... —susurró el hombre bastante bajo, como si le faltara el aire.

— ¿Qué? ¡¿En dónde estuviste todo este tiempo?! —reprochó Tyler.

— ¡Escucha! —lo sacudió para que dejara de hacer preguntas y habló de nuevo. —Alguien me está siguiendo, son humanos, debes marcharte.

— ¿Te volviste loco? Si son humanos deben estar buscándome.

—No te buscan a ti, buscan a más como Karsis y como yo.

Zilark se hizo a un lado tirándose sobre la arena y respiró con dificultad llevándose una mano hacia el abdomen. Finalmente, Tyler pudo sentarse y al verle entendió por qué estaba tan alterado, se encontraba herido, había un arpón atravesando su abdomen en un costado y más abajo otro en su enorme cola.

Ya la había visto, él se la mostró, pero era de noche y fue solo un instante, en cambio ahora, a la luz del día, podía observarla detalladamente, y también veía cómo brotaba sangre de sus heridas.

Un océano de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora