Capítulo 1

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Una noche en medio del mar, donde la oscuridad y calma reinaban, lejos de cualquier costa y del peligro que estás suponían, un joven y distraído sireno hacía el torpe intento de volver con su grupo de caza para regresar a la ciudad marina que no lograría encontrar por su cuenta. Era la primera vez que salía con ellos, después de arduos entrenamientos en zonas seguras, todos creían que al fin estaba listo, era de esperarse que un varón realizara su primera cacería a los quince años, él había tardado un poco más que eso y de igual forma todo terminó terriblemente mal.

Mientras nadaba en la seguridad que le brindaba el oscuro mar, notó una luz que sobresalía, no era el reflejo de la luna, tampoco se trataba de algún pez, se detuvo a observar y la curiosidad propició que se fuese acercando poco a poco, hasta ver el cúmulo de peces que un enorme barco retenía con una red.

Sabía lo que era porque siempre se le advirtió al respecto, debía mantenerse alejado tanto como fuese posible, huir si veía cualquier señal de vida humana por donde pasara, y lo habría hecho, pero ver que la red subía y subía cada vez más le hizo sentir terror, no podía permitir que asesinaran de esa manera tan cruel a tantos peces, eran seres vivos, como él.

Sin pensarlo demasiado, subió hasta llegar y se aferró a la red tratando de romperla, era casi imposible, pero al haber salido de cacería llevaba una pequeña daga hecha de piedra con la cual debía cargar durante el viaje, con eso logró cortar aquellas cuerdas, siguió mientras veía un montón de peces salir y en segundos la red quedó vacía.

Escuchó voces en la superficie, gritos en realidad, aunque bajo el agua todo sonido era diferente, se ocultó por debajo del barco cuando comenzaron a lanzar unas luces extrañas al mar, flotaban, pero iluminaban demasiado como para atreverse a cruzar por ahí, no sabía si esos humanos estaban armados, algo que también le había sido advertido por los mayores.

Pensó quedarse ahí hasta que las luces fuesen apagadas, no contó con que casi de inmediato el sonido de varias personas arrojándose al mar le alertaría, miró a todos lados encontrándose con seres que no parecían humanos, sus rostros tenían una especie de careta y sus cuerpos estaban cubiertos con algo que ocultaba su piel, jamás había visto uno, pero lo que decían los otros tritones era completamente distinto a eso.

Miró el fondo, nadar hacia la profundidad donde desconocía completamente lo que encontraría podía ser peligroso, pero enfrentarse a ellos seguramente también lo era, apenas giró sacudiendo su cola para impulsarse, sintió un fuerte dolor en ella que le detuvo por completo, seguido de otra sensación igual justo en donde su aleta comenzaba. Se sacudió intentando defenderse y cuando tomó uno de los arpones que le atravesaron, tiró de él viendo con terror que algo en la punta se expandía atrapándole del todo, sacarlo sería imposible, debía huir así, miró con pánico alrededor y ni siquiera fue capaz de tomar una decisión, cuando fue jalado a la superficie por las cadenas que se unían a tal artefacto.

Fue lanzado dentro del barco, todo era un caos, entonces vio a los verdaderos humanos, tan parecidos a él, pero con piernas y ropa, acercándose todos a la vez, le detuvieron cuando ni siquiera podía moverse por el golpe al caer sobre el piso de madera, pisaron sus brazos y cola, pudo ver un enorme pie en su abdomen sofocándole antes de que alguien le aplastara el rostro, al ladear la cabeza por la fuerza alcanzó a observar con terror a los tres que le atacaron dentro del mar, quitándose aquellas caretas y un bulto que cargaban en sus espaldas, le miraron triunfantes como si hubiesen logrado una gran hazaña, él no entendía, pero comenzó a llorar por el dolor que estaba sintiendo, gritó al momento en que le sacaron aquellos arpones y una patada en su nuca le hizo perder el conocimiento en el peor lugar.


El tiempo corría y cierto joven sireno ni siquiera tenía noción de ello, su encierro se hacía eterno, dentro de una balsa con agua en el interior, en algún sitio de aquel barco donde no llegaba la luz del día, le lanzaban cuencos de agua marina continuamente, peces muertos que comenzó a comer cuando entendió que ese sería su único alimento, a veces había humanos curiosos a su alrededor maltratándole y burlándose de las ya tantas marcas que tenía su cuerpo.

Océano cautivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora