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Una vez finalizado el juego de verdad o reto, decidieron que sería mejor ver alguna película. Peyton, Millie, Aidan y Wyatt se acomodaron en el gran sillón, Noah y Jacob se conformaron con una almohada bajo sus traseros y por último, Sadie y Finn tomaron asiento en conjunto sobre uno de los sillones individuales con una leve tensión vibrando entre ambos.
Finn hubiese preferido sentarse en algún lugar alejado de Sadie, pero aquello parecía lo más lógico, sobre todo luego de aquel beso que de habían dado. De sólo pensarlo, al rizado se le erizaba por completo la piel, y la verdad era que aquel no había sido cualquier beso. Él jamás hubiera imaginado que algo se pudiese sentir tan bien.
Al tratarse de un sillón individual, Sadie estaba prácticamente sentada encima de él, con las piernas sobre su regazo y la espalda apoyada contra el respaldo del asiento. Y aquello no era todo, pues a falta de otro sitio en donde ubicar sus manos, Finn las había apoyado sobre los muslos de la pelirroja, el simple toque de los dedos del rizado lograban desconcentrar su atención de la película.
──¡Oh, miren! Justo aquí muere el pelinegro──apuntó Jacob en dirección a la televisión cinco segundos antes de que aquello sucediera.
──¿Siempre tienes que arruinarlo todo? ¿Es como un don, cierto?──lo molestó la pelirubia dándole un pequeño empujón en la cabeza.
──Era obvio que iba a morirse──rodó los ojos tirando levemente su cabeza hacía atrás, para luego conectar su mirada con la de Peyton.
La ojiverde no pudo evitarlo y le regaló media sonrisa, a pesar de las peleas, Jacob era quien siempre la hacía reír con sus comentarios inoportunos. Por otro lado, nadie había notado aquellas miradas por parte de los pelirubios debido a que Aidan y Wyatt estaban prácticamente comiéndose la boca el uno al otro.
Media hora más tarde; Sadie giró su cabeza y pudo notar que sus dos mejores amigas se encontraban completamente dormidas, una apoyando su cabeza sobre la otra, como si aquella posición fuese de lo más cómodo.
En cuanto ella sintió que sus piernas comenzaban a dormirse, decidió levantarse del sofá y dirigirse a la cocina para lavar todo lo que habían utilizado. Segundos antes de que comenzará a enjabonar, Finn se apareció por la puerta, se colocó a su lado sin decir nada y comenzó a ayudarla. Sus brazos se rozaban y el silencio entre ambos se notaba cada vez más obvio e incómodo.
