VII

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Rose miró a Eddie, este estaba acurrucado en su pecho, dormido profundamente.

Esta no supo como ambos se permitieron tanta libertad para abrazarse y dormirse uno junto al otro pero se sentía bien. Se sentía bien estar solamente abrazado con alguien sin que repetidamente quisiera tocarte o verte como algo sexual. Solo, un tibio abrazo y ya.

Ambos estaban acostados en la cama de este, algunos de sus rizos caían en la cara del chico quien dormía con la boca algo abierta, incluso Rose escuchó como roncaba muy ligero. Las manos de Eddie abrazaban suavemente la cintura de esta, todo se sentía tan tranquilo, ni siquiera parecía que hace unas horas todo se estaba yendo al demonio con los padres de Eddie en el remolque.

Rose miró la hora, debía irse, aunque no quería, Eddie se veía muy dulce durmiendo y no quería despertarlo. Le hizo unos cuantos cariños más en su mejilla, mientras se movía despacio para dejarlo recostado en la cama y ella poder levantarse.

Tomó su mochila mientras le dejaba una nota en su mesita de noche, también lo tapó con su pequeño edredón. Pensó en darle un besito en su mejilla, pero descartó la idea.

Salió del remolque de este, la tarde ya estaba cayendo, pero aún había sol que iluminara el camino. Empezó a caminar bastante hasta llegar a casa.

Abrió la puerta mientras entraba, para encontrarse en la sala a su padre, besándose con otra mujer que claramente no era su madre. Estos al verla se asustaron y la mujer se cubrió el pecho con un cojín que había en el sillón.

—Mierda —Rose volteó a otro lado mientras avanzaba a las escaleras, subiendo a su cuarto.

—¡Espera! ¡Hija! —Su padre la miró irse rápido, pero esta no se detuvo.

Cerró la puerta, recargandose en esta, cerrando también sus ojos con fuerza con una expresión de incomodidad. No era la primera vez que descubría a su padre siéndole infiel a su madre, pero sí la primera vez que este era tan descarado como para traer a su amante a la casa.

Rose abrió los ojos, dando un grito al ver a su madre, sentada en el piso de su cuarto, cerca de la mesita de noche.

—¿Qué...?

—¿Siguen allí abajo? —Preguntó con los ojos furiosos llenos de lágrimas.

—Sí...

—¿Por qué no hiciste algo para detenerlos? —Su madre se levantó y la empujó.

—¿Qué te pasa? —Rose se hizo a un lado, su madre apestaba a alcohol y traía el maquillaje corrido—. No voy a volver a meterme en sus asuntos, cuando lo hago, unicamente salgo perjudicada yo.

—Como siempre eres tan egoísta, solapando a tu padre —La volvió a empujar con más fuerza, tirándola al piso.

—Sal de mi cuarto ya.

—Es mi maldita casa, yo voy a estar donde yo quiera.

Su madre comenzó a aventarle algunas cosas que encontró en la mesita de noche de esta, lastimandola.

—¿Por qué te desquitas conmigo siempre? —Gritó Rose cubriendo si cara.

—Porque te pareces tanto a él y odio ver su cara en la tuya —Su mamá tomó un cinturon que Rose tenía colgado por el closet mientras comenzaba a pegarle.

Rose comenzó a llorar mientras los golpes aterrizaban en sus piernas y en su espalda, que dolía por los moretones anteriores. Esta como pudo abrió la puerta mientras salía corriendo del cuarto, con su madre insultandola detrás de ella.

Su padre se levantó mientras tomaba de los hombros a su esposa, deteniendola. La amante de su padre vio con horror las marcas rojas de las piernas de esta, consecuencias de los golpes que le habían dado.

𝑺𝒂𝒃𝒃𝒓𝒂 𝑪𝒂𝒅𝒂𝒃𝒓𝒂 | Eddie Munson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora