XI

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Eddie estaba acostado en su cama hecho bolita aún con el Walkman de Rose escuchando música. Robin miraba los posters de este y Steve y Rose sólo estaban sentados en la orilla de la cama. Sus tres amigos notaron que los gritos fuera de la habitación cesaron, junto a la puerta principal que se cerraba de golpe, lo que indicaba que la pelea de palabras de Wayne y Mónica había terminado.

—Es bueno ver que acompañas a Eddie, —Steve le dijo a Rose—, nosotros somos pésimos para darle calma —Sonrió mirando al piso—, Robin entra en pánico junto a Eddie y yo realmente no sé cómo ayudarlos, creo que hasta yo entro en pánico.

Rose sonrió también un poco y suspiró.

—Realmente Eddie me ha ayudado más a mi que yo a él.

Todos voltearon al escuchar a Eddie abrir el Walkman, dándole vuelta al cassette para escuchar el otro lado de la cinta, volvió a su misma posición fetal escuchando la música y cerrando sus ojos.

Estos toda la tarde estuvieron acompañando a su amigo hasta que al anochecer, todos tuvieron que volver a casa, realmente ninguno quería dejar solo a Eddie pero debían volver a casa. Prometieron llamarlo de cualquier modo y estar con él por teléfono.

Rose llegó a casa, mientras entraba. En la sala estaba su madre dormida junto a una botella de vino y el televisor encendido. Rose caminó con sigilo hasta la cocina, preparándose un sándwich y yendo a su cuarto. Prendió su pequeña radio poniéndola en un volumen bajo, mientras comía y sacaba de su mochila la tarea que debía hacer. Le dejó su walkman a Eddie para que estuviera tranquilo así que tenía que escuchar música en el altavoz.

Comió pensando en todo lo que había pasado y lo afectado que se veía Eddie, cuando él nunca había estado así. El chico siempre veía de una u otra manera las cosas buenas, pero esta vez estaba tan temeroso y apagado, se notaba en aquellos lindos ojos cafés que sufría.

Después de comer, comenzó a hacer la tarea de historia, pues faltaban dos días para entregarla y con todo lo que había sucedido, ambos no habían hecho casi nada. Comenzó a seguir el ensayo sentada en su pequeño escritorio mientras la ligera música la acompañaba. Pasó un rato hasta que escuchó algo que chocaba en su ventana, paró mientras apagaba la radio escuchando de nuevo el sonido.

Se acercó a la ventana viendo a Eddie parado fuera de su casa aventando pequeñas piedras para que esta saliera. Rose lo miró y este sonrió despacio moviendo su mano ligeramente. La chica le hizo señas de que lo vería en la puerta y bajó a toda velocidad, aunque tratando de no hacer ruido para su madre no despertara.

Abrió la puerta mientras le hacía señas a Eddie de silencio y lo jalaba de la mano, guiándolo arriba a su cuarto. Cuando ambos llegaron, Rose cerró la puerta con seguro.

—¿Qué haces aquí? —Susurró la chica.

—¿Viene en mal momento?

—No, pero me sorprende verte aquí.

—Es que... No quiero estar sólo —Confesó algo avergonzado—, ¿Puedo quedarme un rato más contigo?

Eddie lo pidió tan dulcemente que Rose casi se derrite.

—Quédate toda la noche —Rose dijo mientras se sentaba en la silla de su escritorio. Eddie sonrió como bobo mientras se sentaba en la cama.

—Por cierto —Le entregó el Walkman—, muchas gracias por prestarmelo, me pudo calmar de verdad.

Rose lo tomó dejando el aparato de lado y sentándose junto a él en la cama. Eddie miró sus manos nervioso sonriendo un poquito.

—Y gracias por estar conmigo también aunque me puse mal —Volvió a hablar el metalero—, perdón qué me hayas tenido que ver así.

𝑺𝒂𝒃𝒃𝒓𝒂 𝑪𝒂𝒅𝒂𝒃𝒓𝒂 | Eddie Munson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora