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— Tierra llamando a TaeHyung, ¿Hay alguien ahí? — preguntó el rubio con cierto tono burlón

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— Tierra llamando a TaeHyung, ¿Hay alguien ahí? — preguntó el rubio con cierto tono burlón.

El chasquido de unos dedos y la voz de su amigo lo sacaron de su estado de ensoñación. — ¿Qué? —"Respondió" el castaño. — No tengo hambre, gracias. — Murmuró rápidamente mientras su amigo lo miraba raro.

Definitivamente su cabeza se encontraba en Narnia, o de lo contrario no habría siquiera planteado la posibilidad que JiMin le compartiera sus adoradas galletas de chocolate y fresa. ¡Ja! Prefería quedarse sin sexo y alcohol durante un siglo que tener que compartir ese paquete de glucosa de dudosa procedencia con cualquier ser, sin importar sí se trataba de alguien a quien apreciaba tanto como a Tae.

— No estás nada bien, amigo. — Aseveró mientras le daba un sorbo a su bebida para pasar la comida.

Su boca formó una línea recta ante la declaración del contrario.

Le encantaría poder negarlo, pero ya ni fuerzas para eso tenía.

Era cierto, y cualquier persona que le conociera sabría que Kim TaeHyung estaba distinto.

— No sé a qué te refieres... — Se evadió. Una cosa era no poder negárselo a sí mismo, pero otra muy distinta era de contar lo que realmente le estaba pasando.

— Ya casi no hablas de lo que sucedió en tus vacaciones, ¿Todo está bien? —

Sí TaeHyung lo exteriorizaba en palabras, le daría identidad, le daría permanencia y se convertiría en una realidad.

Y todavía no quería aceptar que esa realidad significaba que había huido como un vil traidor de los brazos de su amante, y desde hacía más de dos semanas evitaba abiertamente a quién él había proclamado cómo suyo.

La razón de su malestar mismo era ser tan patético, un cobarde que no tuvo la valentía de ser completamente franco con alguien a quien realmente quería demasiado, y alguien que por sobre todas las cosas, lo único que había hecho, era adorarlo.

—Normal, supongo. — Se encogió de hombros.

Su amigo negó al ver el estado intermitente del Kim.

Todo podría ser más fácil sí TaeHyung fuera más abierto a dejarle saber que sucedía en su cabeza, pero lo conocía lo suficiente como para saber que eso no pasaría.

En todos sus años de amistad, JiMin era el encargado de formar una especie de juego de charadas e interpretación de las actitudes del contrario, mientras que sí tenía suerte, TaeHyung confirmaría o no sus sospechas.

— ¿Cómo hiciste para no morir del aburrimiento? — Sonrió a pesar de que la mueca del castaño empeoraba. ¿Y ahora que mosco le había picado?

—Conocí a alguien... — Susurró. — Me ayudó a que mis días allí no fueran tan tortuosos. — Por fin había logrado que el Kim dijera más de dos palabras, casi diría que había formado dos oraciones. ¡Casi aplaudió de la alegría! Pero todavía estaba lejos de poder cantar victoria.

Maniac | KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora